Capítulo nueve.

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—Necesito... aire. —Jadeé apoyándome de Colm, él me llevó en un parpadeo fuera de la cabaña.

—Nunca había visto nada igual, se supone que debías convertirte al cuarto día y ya pasó una semana desde que despertaste. —Dijo él mientas yo luchaba por respirar con normalidad. —Algo va mal contigo.

— ¿Y ahora te preocupas por mí?—Lo miré, furiosa. —Si ustedes hubieran creído en mis palabras no estaría en esta maldita situación, ¡podría incluso estar molestando a Spencer!

—Te he dicho miles de veces que lo lamento.

—Eso no detendrá mi maldita transición.

Dos días después de que despertara y Cedric me mantuviera en una especie de calabozo, al fin se supo la verdad. Yo no había alertado a mis mentoras que saldría, sino una loba con sed de venganza hacia mí, como consecuencia de su traición, el Alpha la desterró y asesinó a su Mate, un vampiro del Clan de Colm.

Pero no solo ella estaba pagando las consecuencias de sus actos, no, yo también la estaba pagando y a un precio muy alto.

Cerré los ojos al sentir un dolor agudo en las encías y cuatro dientes en específico, por lo que me llevé una mano a la boca, toqué uno de ellos y con el simple toque cayó en la palma de mi mano. Abrí los ojos de manera desmesurada y toqué el diente del lado derecho, este también cayó sobre mi palma. Por último toqué los dos dientes de mi mandíbula inferior y, para mi sorpresa, también cayeron.

—Colm. —Dije anonadada viendo los cuatro dientes semi ensangrentados en mi mano, él se apresuró a revisar mi cavidad bucal.

—Tus colmillos están saliendo. —Musitó él luego de unos segundos. —En unas horas tendrás unos afilados colmillos en su lugar, felicidades.

—Y lo dices tan normal. —Lo reprendí y volví a llevarme la mano a la boca. — ¿También van a caerse los otros dientes?

—No seas idiota, claro que no. —Dijo él poniendo los ojos en blanco. —Vamos a tener que buscarte un conejo para que comiences a alimentarte.

— ¡¿Qué?! Yo no quiero beber sangre.

—Deberás hacerlo, a menos que quieras que el día en el que te conviertas tus colmillos se caigan al morder a un humano.

— ¿Tendré que morder al conejo?

—Sí, y deberá estar vivo.

—En serio te odio por esto. —Musité con la mandíbula tensa y tiré al césped mis antiguos dientes, él enarcó una ceja.

—Yo sé que algún día te enamorarás perdidamente de mí.

—Primero tomo una ballesta y me disparo al corazón antes de que eso malditamente ocurra.

—Llevo preguntándome desde hace tiempo por qué usas armas medievales en lugar de armas actuales.

—Siempre me ha gustado lo antiguo, además, ¿qué tiene de divertido jalar un gatillo y ya? Lo divertido está en arrancar los corazones, partirlos en dos con la hoja de la espada, cortar las cabezas y dejarlas rodar fuera del cuerpo. Ahí está la diversión. —Dije comenzando a sonreír, él me miró con ligero temor.

—Recuérdame sacarte una cita con el psicólogo de la manada.

—Vete a la mierda. —Dije tratando de contener una ligera sonrisa y volvimos a la cabaña. —Tengo hambre.

—Vamos por ese conejo, entonces.

(...)

—No quiero. —Dije con el ceño fruncido al ver los ojos negros del conejo café en mis manos.

Cazadora: Licántropos y VampirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora