Capítulo doce.

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Solté una exclamación ahogada gracias al dolor que sufrían mis costillas para luego soltar un escupitajo de sangre a los pies de Ezra.

—Vamos, Hope, ¿es lo mejor que tienes?—Se mofó, acariciando las nudilleras en sus manos. —Yo creo que puedes soportar más.

Descargó otra serie de golpes en todo mi cuerpo, centrándose más en mis ya lastimadas costillas, usando toda su fuerza en ese punto en específico de mi cuerpo, por lo que estas no dejaban de crujir. Gemí y me desplomé, él me miró con fastidio y me obligó a levantarme.

—Vamos, Cazadora, las mentoras te entrenaron mejor que esto. Resiste.

—Ya no puedo más, Ezra. —Jadeé, sintiéndome como hace ocho años cuando apenas comenzaron a entrenarme. —Acabo de pelear con Ryan y Tyron, estoy agotada y hace tiempo que no entro en combate cuerpo a cuerpo. Estoy fuera de forma.

—Lo lamento, entonces, porque esto apenas está comenzando. —Dicho esto elevó su puño envuelto en la nudillera de acero, para luego descargarlo con furia en mi mandíbula.

Mi cabeza se hizo violentamente hacia atrás, golpeando con fuerza esta contra la pared. Se escuchó un doloroso crack y sentí algo filoso entrar en mi cráneo antes de que todo se tornara negro.

(...)

— ¿Qué hice, maldita sea?—Preguntaba Ezra mientras abrazaba mi cuerpo sin fuerzas.

—Cruzaste la raya, ella es nuestra hermana, no un Cazador cualquiera. —Gruñó Ryan, arrebatándome de sus brazos.

Abrí los ojos de golpe, inspirando con violencia, sobresaltando a mi hermano y ocasionando que me suelte. Antes de tocar el suelo con mi cabeza, di una pequeña voltereta y caí sobre mis talones, mirando fijamente mis manos.

— ¿Qué mierda?—Exclamó Milo dando un paso atrás.

Hice tronar los huesos de mi cuello y me llevé una mano a la parte trasera de mi cabeza, encontrando un clavo firmemente clavado ahí. Hice una mueca y lo arranqué de un tirón, lanzándolo por ahí, al volver a tocar la herida esta ya había desaparecido.

— ¿Qué eres?—Preguntó Mickey elevando su hacha en mi dirección.

—Estoy en transición. —Respondí intercambiando mi mirada de su hacha a su rostro, cautelosa.

— ¿Desde cuándo?

—Hace semanas. Según Colm, esto nunca había pasado.

— ¿Semanas? Imposible. —Tyron negó con la cabeza.

—Debes estar equivocada.

—No lo estoy. Llevo en transición desde hace semanas. —Dije con seriedad, mis hermanos intercambiaron miradas preocupadas, exceptuando a Mickey, el menor se limitaba a observarme con renovada desconfianza.

(...)

Mi cuerpo salió volando e impactó con violencia contra el tronco gigantesco de un pino, rompiendo este y atravesando mi cuerpo con montones de astillas y madera afilada. Siseé y me levanté, sacándome los trozos de madera de diversas partes del cuerpo, mirando con furia a Milo.

— ¿Era necesario?—Le grité, furiosa, él solo se limitó a sonreír.

—Claro, debemos saber cuánto resiste tu cuerpo ahora.

(...)

Desperté de mi tercera muerte en el día y me quedé mirando fijamente al cielo oscurecido por la inminente tormenta que se avecinaba. Sentí un aguijonazo en el estómago, a lo que me retorcí, captando la atención de mis hermanos.

— ¿Hope?

Un calor abrasador ascendió desde la boca de mi estómago hasta mi garganta, por lo que gemí de dolor, retorciéndome cada vez más.

— ¿Hope, qué ocurre?

Sentí mis colmillos perforar mis encías para luego pinchar mis labios.

— ¡Responde, Hope!

El dolor en mi estómago junto a los aguijonazos se hicieron insoportables, al igual que mi sed de sangre. Debía alimentarme o tal vez moriría para siempre.

Solté un alarido de dolor, lastimando mis tímpanos. Me levanté de un salto del lugar donde me encontraba recostada y corrí por el bosque en busca de un ciervo para alimentarme.

— ¡No me sigan!—Grité al escuchar las pisadas de los demás detrás de mí.

El hambre se hizo insoportable al escuchar a sus corazones latiendo con fuerza contra su caja torácica, apreté el paso, utilizando mi nueva velocidad sobrenatural, y pronto los dejé atrás.

Agudicé mis sentidos sin disminuir mi paso y sonreí abiertamente al escuchar los latidos de mi presa. Di vuelta a la derecha y pronto llegué a un claro donde una cierva se encontraba dando a luz. Me detuve a unos cuantos pasos de ella y miré con un nudo en la garganta cómo su cuerpo se estremecía y respiraba con dificultad, intentado traer a su pequeño al mundo.

Mathy.

Me dejé caer sobre el césped ante ella y, enmudecida, me dispuse a ayudarla.

Para cuando mis hermanos llegaron yo observaba con lágrimas en los ojos cómo la cierva limpiaba a su pequeña cría recién nacida con su lengua.

— ¿Hope?

—Vámonos. —Susurré, levantándome con lentitud, sin apartar la mirada de ambas.

(...)

—Gracias. —Sonreí a Ryan, quien me había entregado una copa con su sangre.

—No fue nada. —Me devolvió la sonrisa y se dejó caer a mi lado. —Aún recuerdo como si fuera ayer cuando nos conocimos.

—Eras un niño muy asustadizo en ese entonces.

—Y tú muy ruda, no dejabas que Ezra te ganara con facilidad, ¿qué te pasó?

—No empieces, Ry, que aún puedo patearte el trasero de regreso a Corea. —Me mofé, él rio y alborotó mi cabello azabache. — ¡Oye! ¡No! ¡Basta!—Reí apartando sus manos de mí, él me miró con alegría.

Por el rabillo del ojo observé algo plateado brillar y girar antes de caer de la cama en la que nos encontrábamos sentados, con el hacha de plata incrustada firmemente en mi abdomen. Boqueé y miré al traidor de mi hermano menor incrédula, mientras luchaba por quitarme el arma del cuerpo.

— ¡Mickey, no!—El alarido de Ryan hizo que alzara la vista de golpe, a tiempo de rodar lejos de la segunda hacha que se dirigía a cortar mi cabeza.

— ¡¿Qué es lo que está mal contigo?!—Grité, quitándome por fin el hacha, con ayuda de Milo, claro.

—Mi trabajo. —Gruñó, fruncí el ceño y mi instinto comenzó a florecer poco a poco en mi interior. —Todos ustedes están cegados por su amor por la Cazadora, pero no yo, yo sí logro ver al monstruo con el rostro de mi difunta hermana.

—No digas estupideces, sigo siendo yo, niño idiota. —Musité cerrando las manos en puños, él se acercó un paso. —Retrocede, Mickey, esta es una pelea que no vas a ganar. —Dije, sombría, sentí el ojo izquierdo cambiar de color, de gris a rojo escarlata.

—Adelante, entonces. —Sus ojos brillaron con intensidad y levantó su hacha, llevando al filo a la parte trasera de su espalda.

Gruñí, mostrando los afilados y mortíferos colmillos, y me abalancé sobre él.

Cazadora: Licántropos y VampirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora