Capítulo dos.

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Abrí los ojos y todo lo vi blanco, volví a cerrarlos y al abrirlos todo estaba completamente negro, confundida, repetí la acción de abrirlos y cerrarlos, y me encontré siendo observada por la Luna del Alpha.

—Hola. —Dijo haciendo un amago de sonrisa.

—Hola. —Dije en un susurro ronco.

— ¿Te duele algo? —La miré con obviedad. —Lo siento, soy mala haciendo conversaciones con los prisioneros.

—Ya me di cuenta.

Intenté sentarme en lo que sea que estaba recostada y una oleada de un dolor atroz me recorrió desde la cadera, por toda la columna vertebral, hasta mi cabeza, por lo que volví a recostarme con cuidado.

—Cedric quiere saber tu nombre, y a menos que quieras que esto se repita, debes decírselo.

—El conocimiento es poder y yo no pienso otorgárselo.

—Eres brillante, pero también estúpida y orgullosa. —La fulminé con la mirada y ella se sobresaltó. —Uh, tranquila, niña. —Dijo acariciando su pronunciado vientre.

— ¿Cuánto tienes?

—Siete meses.

—Aurora, no hables con ella. —La voz del Alpha tronó por toda la habitación.

—Lo siento. —Dijo ella con simpleza.

— ¿Estás lista para otra ronda o vas a decirme tu nombre?

—Sigamos. —Dije haciendo una mueca imperceptible ante mi testarudez.

-Esperaba que dijeras eso. —Dijo y me sacó de la cama, o camilla, de un tirón.

En cuanto mis pies tocaron el suelo una oleada de dolor volvió a recorrerme, por lo que caí de rodillas sobre el suelo.

—Cedric, dale un descanso por amor a luna. —Dijo Aurora colocando una mano en mi hombro.

—Ha tenido tres días para descansar y aún no me ha dado lo que quiero. —Se excusó él y me obligó a caminar, arrastrándome por el brazo con fuerza.

Volvimos al lugar donde desperté la primera vez y volvieron a esposarme y colgarme, mientras que los tres chicos hablaban animadamente en un rincón, absortos a la siguiente tortura hacia mi persona.

Escuché el mismo chasquido ronco antes de que otra oleada de dolor me recorriera, mordí mi labio inferior y traté de mostrarme impasible, como si no sintiera que me estaban despellejando la espalda. Al tercer latigazo estaba a punto de llorar, algo que no hacía desde que tenía once años.

Al quinto una lágrima rebelde escapó del rabillo de mi ojo y mis piernas flaquearon, dejándome caer por segunda vez. Dejé que mi cabeza cayera hacia delante y soporté lo mejor que pude los siguientes golpes.

Fue en al décimo quinto que ya no pude soportarlo y miré al Alpha, lista para revelar mi nombre.

—Soy Hope Green. —Dije jadeante, él sonrió con superioridad.

— ¿Qué edad tienes?

—Diecinueve.

— ¿De dónde vienes? ¿Quiénes son tus padres?

—Soy de Pennsylvania pero vine aquí por venganza. Mis padres murieron gracias a una guerra entre los vampiros y hombres lobo, por lo que mis tías me criaron.

— ¿Cómo se llaman tus tías?

—No lo sé, ellas solo me ordenaron que les dijera mentoras.

Cazadora: Licántropos y VampirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora