Capítulo cuarenta y cinco.

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Lloré durante horas, tratando de asimilar mis pérdidas. Me mantuve sobre el césped ensangrentado en posición fetal, recordando los momentos buenos con cada uno de los que había perdido. Y, sobre todo, recordando a mi mayor pérdida: mi hijo menor.

—Hope. —Levanté la mirada y al centré en Calíope y Esme, la primera me miraba con compasión y la segunda simplemente se limitaba a observarme. —Es hora de irnos, pero queremos darte algo antes.

Limpié el rastro de lágrimas en mis mejillas y permití que me ayudaran a levantarme. Una vez que estuve en pie, Esme asintió en dirección a Calíope y esta se limitó a abrir una enorme grieta en el césped. Llamaradas de diferentes colores salieron despedidas de ella mientras se abría y, una vez que disminuyeron su tamaño y calor, un hombre de largo cabello negro y rasgos afilados nos observó con desdén.

— ¿Quién osa molestarme?—Inquirió con molestia, su cabello se encendió en tonos rojos ante su tono de voz.

—Hola, papá. —Calíope encendió su propio cabello y elevó la barbilla. —Seré rápida: quiero que me devuelvas una vida que arrebaté.

— ¿Nombre?—Una lista apareció en la mano de Hades con una llamarada, al igual que un par de gafas rectangulares sobre el puente de su nariz. Calíope me miró.

—Abraham Bennett. —Murmuré, ligeramente esperanzada. Hades asintió, comenzando a buscar el nombre en su lista. Volvió a asentir un instante después, chasqueó los dedos y Abraham apareció a mis pies en una llamarada violeta.

—Es humano nuevamente, si quieres que tu novio dure, muérdelo para que se convierta nuevamente. —Me indicó, tiró de su hija para darle un abrazo y volvió a desaparecer bajo tierra, cerrando la grieta a su paso.

— ¿Abraham?—Caí de rodillas a su lado y lo sacudí con fuerza y desesperación, buscando alguna reacción de su parte.

Los surcos y quemaduras producidos por los pinchos y llamadas de los látigos de Calíope comenzaron a desaparecer poco a poco. Al mismo tiempo, la palidez enfermiza en su piel fue reemplazada por el acostumbrado tono moreno que lo caracterizaba. Unos instantes después sus ojos se abrieron.

— ¿Hope, qué...?

— ¡Estás vivo!—Chillé y me abalancé sobre él para atraparlo en un fuerte abrazo, el cual me devolvió entre jadeos. Le resté fuerza al abrazo en cuanto recordé las palabras de Hades sobre su humanidad. — ¡Lo siento! Por un segundo olvidé que ya no eres más un licántropo.

— ¡¿Qué?!

—Larga historia. Historia que Hope te contará después. —Dijo Calíope por mí y me aparta de él, llevándome hasta Esme. —Ella también tiene a alguien para devolverte.

— ¿A Korbin? ¿Lo encontraste?—Mi corazón se llenó de esperanza, la cual se vio terriblemente aplastada cuando Esme negó con tristeza. Dicha tristeza se reflejaba en la mueca que hizo con los labios.

Hice todo lo que estuvo a mi alcance para localizarlo, pero no encontré nada. Asedora hizo un excelente trabajo en ocultarlo. —Dijo en mi mente, dejándome ligeramente perturbada. —Pero, algo que sí puedo asegurarte es que está con vida.

Un par de lágrimas se deslizaron por mis mejillas ante sus palabras, pues era un gran, gran alivio el saber que mi hijo seguía con vida. Solo tendría que encontrarlo.

Y lo haría.

A quien voy a devolverte es alguien especial para ti, y también es el padre de tu hijo perdido. —Declaró, siendo rodeada por su magia en un parpadeo, y lanzó un hechizo sobre el césped.

Cazadora: Licántropos y VampirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora