Capítulo once.

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Mi respiración se encontraba agitada mientras que el corazón me latía en los oídos, mis ojos estaban desprovistos de la visión debido a la venda que los cubría y tenía una mordaza entre mis dientes, mordaza que lastimaba mis mejillas.

En resumen, había siendo secuestrada.

Pataleé e intenté soltarme de las cadenas de acero que rodeaban mis tobillos y muñecas, en vano. Traté de gritar, lastimando mi garganta, en vano. Intenté quitarme la venda de los ojos, en vano también. Tal parecía que todo lo que hacía era malditamente en vano.

Repasé mentalmente todo lo que había sucedido para llegar a esto, volviendo a sumarme en la obscuridad de mis pensamientos.

Flashback

...Cinco horas antes...

Reía a carcajadas a la par de Luther mientras Spencer nos miraba malhumorado, con el helado de Colm encima de su cabeza, comenzando así un lento y cremoso descenso por su frente.

—Cállense, es molesto tener un helado de vainilla derritiéndose en tu cabeza. —Gruñó el chico sentado en el suelo con las piernas extendidas y los brazos cruzados, con un puchero enojado adornando su rostro. Reímos aún más.

—Para ti es molesto, para nosotros es bastante divertido. —Repliqué con el estómago doliendo de tanto reír, el castaño me mostró el dedo medio y Luther lo ayudó a levantarse. — ¿Y ahora qué?

—Solo estábamos haciendo tiempo en lo que la hora de la función se acercaba, será mejor que vayamos a comprar las golosinas de una vez. —Habló Colm refiriéndose a la película, asentimos y caminamos en dirección al cine, mientras Spencer nos seguía profiriendo maldiciones en otro idioma.

Entramos en el cine y, mientras Spencer y Colm iban por las entradas, Luther y yo asaltamos la dulcería, saliendo así con cuatro sodas extra grandes, palomitas, gomitas, dos Hot-dog y tres malteadas de chocolate. Pronto entramos en la sala del cine y la película comenzó, me acomodé mejor entre Luther y Colm y bebí de mi malteada, la cual estaba deliciosa.

(...)

A mitad de la película unas inmensas ganas de orinar me embargaron, por lo que me excusé con los chicos y salí de la sala, para luego caminar en dirección a los baños. Al terminar mis necesidades salí del cubículo y fui a lavarme las manos, al mirarme en el espejo solo alcancé a distinguir a dos hombres parados detrás a mí gracias al reflejo del espejo antes de que todo se pusiera negro.

Fin del Flashback

Seguí intentando desatar mis muñecas, o pies, de su prisión pero fue en vano, lo único que logré fue herirme a mí misma. Gruñí, frustrada, y volví a recostarme en lo que parecía era la parte trasera de una camioneta.

—Ya casi llegamos, Cazadora, tranquilízate. —La voz de un chico, ligeramente conocida, me erizó la piel, gruñí de manera gutural, pareciendo Luther cuando se enojaba con Cedric. —No me digas que caíste tan bajo como para dejar que te convirtieran.

—Cállate de una buena vez, Milo. —Me paralicé al escuchar el nombre de uno de mis secuestradores y dos emociones colisionaron en mi interior, el miedo y el enojo.

Conocía a estos chicos, por lo que me esperaban serios problemas.

— ¿Nos has reconocido, Cazadora?—Milo me quitó la mordaza con cierta delicadeza, moví mi mandíbula de arriba a abajo, intentando quitar el dolor agudo que se había instalado en ella.

—Cuánto tiempo, Milo.

—Lo mismo digo, Hope.

—Dime, ¿cuánto te está pagando mi tía como para estar en esta situación?

—Tía sabe cómo hacer malditamente bien los hongos de cirolella. —Se excusó, chasqueé la lengua. —Y sabes perfectamente bien que hacerlos es todo un arte.

—Un arte tan extraordinario como para traicionar a tu hermana. —Bufé. — ¿Y por qué tanto teatrito? ¡Quítenme estas estúpidas cosas pero ya!

—Te dije que se iba a molestar. —Murmuró Milo a su hermano, Tyron, mientras me liberaba de mis ataduras con rapidez, le di un golpe en la nuca en cuanto mis manos quedaron en libertad.

—Ella fue la que rompió el código.

—Yo no he roto nada. —Escupí quitándome la venda.

—Claro que lo has hecho, ¡huélete! Tienes el olor de esas criaturas sobre ti. —Miré a Tyron con furia. —Golpéame cuando lleguemos, no quiero tener un accidente.

—Idiota. —Gruñí y me senté en las piernas de Milo. — ¿Pueden explicarme qué es todo esto del secuestro?

—Solo hacemos nuestro trabajo.

—Así implique golpear, drogar y secuestrar a nuestra hermanita.

Milo y Tyron Green, dos de mis cinco hermanos, yo soy la única chica de los seis, siendo así la menor de cuatro pero la mayor del último.

Somos hermanos únicamente por parte de nuestras mentoras debido a que ellas fueron quienes rescataron-adoptaron y nos entrenaron para ser las mejores máquinas asesinas de esas criaturas. Yo soy Cazadora junto a Mickey, y los demás son Rastreadores, una especie de cazadores de nosotros los Cazadores, ellos se aseguran de hacer pagar a los de mi especie cuando infringen el código, ya sea asesinándolos o golpeándolos hasta que su amor por las criaturas desaparezca, volviéndolos en algunos casos locos y despiadados, en otros casos terminan suicidándose.

—Ustedes dos tienen pase directo al infierno con mi espada si no me dejan ir.

—No podemos. —Dijeron asustados y al unísono.

—Reunión familiar. —Canturreó Milo abrazando con fuerza mi cintura.

— ¡Sin las tías!—Siguió Tyron haciendo un extraño baile en su asiento. —De momento, claro.

(...)

Bajé de un salto de la camioneta tras golpear a Milo en el rostro y comencé a correr, para luego ser derribada por el musculoso y pesado cuerpo de mi hermano, gruñí y pateé la tierra mientras mi cabeza estaba enterrada hasta el fondo en el césped. Escuché risas a mi alrededor antes de ser levantada en vilo por dos de mis hermanos mayores, Ryan y Ezra.

—Quiero irme. —Gruñí, intentando liberarme de su agarre a base de insultos y golpes al azar. Es en momentos como este en el que debería tomarme las cosas con más seriedad, sin embargo, no puedo evitar comportarme como una niña estando rodeada de mis hermanos mayores, es... natural entre nosotros.

—Lástima, tenemos asuntos que atender. —Dijo Ryan, bufé.

Ryan era el mayor de todos con 25 años, me sacaba una cabeza y su cabello era castaño claro, con ojos almendrados y sonrisa mellada. Luego estaba Tyron, el segundo hermano mayor con 22 años, me sacaba dos cabezas, tenía mi color de cabello y unos hermosos ojos verdes. Le seguía Ezra con 20 años, él era más alto que yo por centímetros, casi nada, sonrisa de lado matadora, ojos mieles y miopía. Después estaba Milo con 19 años, él era mayor que yo por meses, era pelirrojo de ojos azules, con hoyuelos en las mejillas y pecas en el puente de la nariz.

Le sigo yo, con cabello azabache, 19 años y ojos grises; y al final Mickey, él era una cabeza más bajo que yo, castaño oscuro, ojos grises, como yo, y muy despiadado a la hora de asesinar, con solo 16 años.

— ¿Qué asuntos?

—Rompiste el código.

—Y conoces las reglas.

— ¡Yo no he roto nada!—Chillé, exasperada por sus insistentes acusaciones.

—Las tías dicen lo contrario.

—Fuimos tolerantes hace cuatro años, era tu Mate, pero ¿asesinar a una de nuestras tías? Has cruzado la raya.

—Y vas a pagar por ello.

Dicho esto todos se abalanzaron sobre mí, espadas en mano. Grité y peleé, malditamente en vano. Mierda, mierda, mierda. Y mierda.

Cazadora: Licántropos y VampirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora