Capítulo treinta y cinco.

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—Ustedes saben rastrear cazadores, pero no a las criaturas que ellos cazan. —Explicó Theodora, la mentora menor, mientras paseaba delante de nosotros. —El entrenamiento del día de hoy comenzará en cuanto liberemos a nuestros prisioneros, y tranquilos, hemos puesto una protección que rodea tres kilómetros a la redonda para que no escapen.

—Su tarea será luchar con ellos, cazar a los que escapen y traer a la mitad con vida y a los demás sin ella. —Terminó Célere, la del medio. Asentimos. — ¡Ahora, Spencer!

Tomé con fuerza la empuñadura de mi espada y me puse en guardia, mis hermanos solo tensaron los músculos, puse los ojos en blanco, pobres idiotas. Una vampiresa se lanzó sobre Ryan, una loba fue a por Milo y Tyron, y un lobo me derribó de costado, bufé y lo pateé en el abdomen, mandándolo a volar unos metros lejos.

Me puse en cuclillas con un movimiento y puse en ristre a Híbrida, el lobo gruñó con fuerza y se abalanzó de nuevo sobre mí, mordiendo con fuerza mi brazo izquierdo. Grité y ataqué de regreso, haciendo un corte profundo en su pata derecha, aulló y rodé fuera de su alcance, giré con rapidez y hundí hasta el mango la hoja de mi espada en su lomo. Volvió a aullar antes de desplomarse, me miró suplicante antes de que girara la hoja, acabando con su vida.

Miré hacia la derecha, donde Milo y Tyron intentaban quitarse de encima a la loba, dirigí mi atención a la vampiresa y la encontré a nada de cortarle la garganta a Ryan. Puse los ojos en blanco, fastidiada, corrí hacia él y decapité a su atacante. Lo ayudé a levantarse mientras varias criaturas pasaban a toda velocidad por nuestro lado. Tomé una daga de mi cinturón y la lancé con fuerza contra un lobo, dándole justo en el corazón.

Afiancé el agarre en mi espada y empecé a correr detrás de mis presas, al tiempo que Ryan se encargaba de ayudar a nuestros hermanos. Me adentré en el bosque mientras seguía el rastro de dos vampiros, apreté el paso, cuidando de ser sigilosa al mismo tiempo, y pronto los tuve en la mira, por lo que hice elevé ambas manos sobre mi cabeza, tomando a Híbrida con ella, tomé impulso y cuando ambos vampiros se pusieron uno delante del otro, la solté con destreza. Atravesé ambos por la espalda.

— ¿A cuántos de ustedes envió Asedora?—Les pregunté en cuclillas ante ellos, ambos me miraron asustados y más pálidos de lo normal.

—A trece.

— ¿Seguros?—Asintieron e hicieron una mueca de dolor. —De acuerdo. —Les rompí el cuello a ambos y les quité a Híbrida de la espalda. Limpié la sangre de la hoja con el césped, la regresé a su vaina en mi cadera y comencé a arrastrar a ambos de regreso al castillo, ignorando el dolor en la mordida causada por el lobo.

Matty estaba jugando con unos bloques de madera a unos metros de donde me encontraba, iba acompañado por Colm, quien charlaba con Arwood, el cual alimentaba a Korbin con un biberón. Ambos me miraron un momento antes de seguir con su charla, al parecer ya se llevan bien.

— ¿Dónde los pongo?—Inquirí a Célere, Cedric se adelantó a contestar.

—Al calabozo. —Miró la mordida en mi brazo e hizo una mueca. — ¿Estás bien?

—Sí, solo es una mordida. Preocúpate cuando esté sangrando por todas partes. —Célere soltó una risita, divertida, recordando los viejos entrenamientos. —Hazme un favor y sé tú quien los ponga en los calabozos, los imbéciles que tengo por hermanos acabarán muertos si no los ayudo.

—Eh, de acuerdo.

Dejé caer las piernas de ambos vampiros y volví a adentrarme en el bosque mientras organizaba las armas de oro en los compartimentos de mi cinturón de armas. Lancé una cuchilla de oro sin mirar hacia el vampiro que saltaba sobre mí, dándole en el ojo, suspiré y acabé con su vida con otro cuchillo. Tomé ambas armas, las limpié en el césped y volví a guardarlas.

Cazadora: Licántropos y VampirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora