Capítulo cuarenta y dos.

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Di otro trago a la botella de cristal que contenía el líquido ambarino, disfrutando del escozor que producía en mi garganta al pasar por ella.

Estaba confinada en la habitación que compartía con Arwood en el castillo en ruinas, Mathyas dormía plácidamente sobre mí, a veces hablando en sueños o moviéndose. Mientras tanto me emborrachaba en nombre de Korbin, pues no podía dejar de pensar en él y en su incierto destino.

La vena del lado izquierdo de mi cuello dio un tirón, anunciándome la presencia de un hombre lobo en la habitación. Inhalé hondo y abrí los ojos al percibir el aroma de Abraham.

— ¿Vienes a regodearte de mi sufrimiento?—Inquirí con una sonrisa amarga y volví a beber de la botella, acabándome su contenido.

—Nunca me ha gustado verte sufrir, Hope, y lo sabes. —Se sentó en la orilla de la cama a mi lado y tomó mi mano. —Quería saber cómo estabas.

—Te respondo y vas por otra botella, no me importa si es ron, tequila o whisky. —Negocié, él puso los ojos en blanco y asintió, saliendo por la ventana para ir por mi encargo.

Lancé la botella vacía al otro lado de la habitación, cayó sobre la alfombra al lado de la otra, también vacía, y acaricié los rizos que cubrían la frente de mi hijo, quien había comenzado a babear sobre mi pecho derecho. Abraham no tardó en volver a entrar en la habitación, botella en mano, me instó a responder antes de pasármela.

—Mal, ¿cómo quieres que esté? Mi hijo ha desaparecido y no sé dónde comenzar a buscar. —Él me miró a los ojos, buscando algo. Bebí un largo trago del tequila para esquivar dicha mirada. —Pero dime, ¿es con el muñeco de Asedora con quien estoy hablando o es Abraham?

—Abraham, ella me da unas cuantas horas en la noche para ser libre, Arwood no tiene la misma suerte. —Corrió un mechón azabache de cabello tras mi oreja cuando este cayó sobre mi rostro. —Lo siento mucho, Hope.

—No te creo, pero gracias. —Otro trago, más largo que el anterior. Para este punto por fin estaba sintiendo la lengua más... ¿pesada? ¿Inútil?

—No puedes rendirte. —Bajé la mirada. —No te rindas, Hope. Pelea, haz que Asedora se arrepienta de todo lo que ha hecho y causado, no dejes que el dolor de ciegue y consuma porque vas a morir si haces eso, y Mathyas contigo. —Miró al niño en mi pecho y desvió la mirada. —Colm es el padre que yo nunca fui, ni seré, pero me alegro que el niño y tú tengan a alguien que los ame como yo alguna vez lo hice.

—Colm no me ama. —Puse los ojos en blanco, alzó una ceja, burlón y me arrebató la botella para darle un trago él.

—Sigues siendo la misma niña ciega y testaruda que conocí hace...—Miró al techo y se atragantó con el trago que estaba dando. Me miró con sorpresa, pasmo y cierta lástima. —Hope...

—Feliz cumpleaños a mí. —Canturreé con tristeza. — ¿Sabes? Comienzo a creer que mis cumpleaños están malditos. Hace cuatro años lo celebramos y perdí a mi Mate e hijo, el año siguiente Tyron casi se muere, el año siguiente a ese las hechiceras me encerraron en un lago congelado donde perdí la memoria y este año perdí a mi hijo. —Levanté la botella sobre mi cabeza en una especie de brindis y di un largo, largo trago. La botella acabó por la mitad.

—Ven aquí. —Tiró de mí hacia su pecho, sostuve con rapidez a Mathyas antes de que se cayera y pronto tuve a Abraham abrazándome. —Sé cómo te sientes, recuerda que compartimos un lazo, pero déjame decirte que no todo está perdido, hay medios para buscar personas perdidas y tienes la eternidad de tu lado. No te rindas, pelea y gana contra Asedora, y ve a por tu hijo.

—Gracias, Abraham. —Dije con sinceridad, permitiéndome disfrutar estar contra su pecho, con sus brazos a mi alrededor. Permitiendo que ambos volvamos a los viejos tiempos, donde él no era un títere revivido y mejorado por Asedora, y yo su víctima.

Cazadora: Licántropos y VampirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora