Capítulo treinta y seis.

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Detuve a Milo en su carrera hacia las escaleras y lo arrastré a la habitación de Colm, donde lo dejé como guarda de Korbin y Mathyas antes de correr a toda velocidad escaleras abajo junto a Arwood.

— ¿Qué pasó?—Pregunté a nadie en particular entrando en la habitación de Célere, quien se encontraba sangrando e inconsciente en el suelo.

—Asedora... ella hechizó a Chelzea y atacó a mi madre cuando intentó interferir. —Sollozó Aurora con su hija en brazos.

—Déjame verla. —Murmuré y se la quité de los brazos, observando con atención su diminuto cuerpo. —No puede ser. —Gruñí y corrí fuera de la habitación, el resto me siguió con rapidez. —No está hechizada, está envenenada. —Expliqué mientras la ponía en la cuna de la cocina. —Con mi veneno.

— ¿Qué?—Exclamó Cedric con furia, puse los ojos en blanco.

—No empieces. —Miré a Arwood y señalé las escaleras. —Trae mi mochila, ahí debería estar el antídoto, corre. —Me incliné sobre el pequeño cuerpo de mi sobrina y comencé a buscar la manera por la que fue introducido. No encontré nada. —Mi veneno despoja al licántropo de su lobo, pero solo se transmite mediante una cortada y Chelzea no tiene ninguna.

— ¿Entonces?—Me apremió Aurora, nerviosa.

— ¿Qué fue lo que comiste?

—Carne y agua de mandarina.

— ¿Tienes más?—Asintió y me sirvió un vaso con lo que quedaba, le di un sorbo y luego la escupí. —Esto está lleno de mi veneno, el sabor de la mandarina ocultó su sabor. —Miré el rostro pálido de la bebé y me mordí el labio inferior. —Esperemos que el antídoto funcione igual en su caso.

—Aquí tienes. —Arwood me pasó la mochila, comencé a rebuscar dentro con rapidez y saqué un frasco con un líquido púrpura.

—Que funcione.—Murmuré y tomé en brazos a la pequeña, abrí su pequeña boca y dejé caer tres gotas sobre su lengua.

Ella tosió e hizo una mueca, todos contuvimos la respiración en espera de que la palidez en su rostro desapareciera, cosa que no ocurrió. En cambio, ella comenzó a llorar con desesperación mientras su fiebre aumentaba.

—Oh, no. —Susurré y cerré con fuerza los ojos. —Ya es tarde. —Miré a Aurora y Cedric con mi mejor mirada de disculpa. —Lo lamento.

— ¿Va a morir?

—No, pero... —Sus diminutos huesos comenzaron a romperse mientras ella aumentaba su llanto, la apreté contra mi pecho en un intento de consolarla. —Su loba desaparecerá.

— ¿Podrás revertir eso?—Preguntó esperanzado Cedric a Arwood, negué con la cabeza mientras los gritos de Chelzea perforaban nuestros oídos.

—Eso era lo divertido de mi veneno: no se puede revertir, ni con la magia más poderosa u oscura, lo lamento. —Chelzea dejó de llorar y pronto tuve una cachorra blanca entre mis brazos, se la pasé a Cedric. —Corran bajo la luna por primera y última vez, tienen cinco minutos antes de que comience a surtir efecto el veneno.

Aurora y Cedric se transformaron con rapidez y ambos corrieron fuera con Chelzea tropezando detrás de ellos. Hice una mueca y me sostuve de la isla de la cocina, Arwood me tomó por la cintura con rapidez.

—Hope.

—Estoy bien. —Miramos fuera, observando como padres e hija correteaban bajo la luz de la luna. —Acabo de arruinarle la vida a mi sobrina.

—No, Hope, tú no has sido quien puso el veneno en el agua, fue Asedora.

—Pero yo lo descubrí.

Cazadora: Licántropos y VampirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora