Capítulo cuarenta.

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Grité y me llevé una mano a la mejilla, donde la sangre corría a raudales, moví la mandíbula, asegurándome de que estuviera bien, y miré con odio a Luther.

—Admiro tu manera de mentir, Luther, por un momento en serio creí que lo decías en serio.

—Lo que dije es cierto, pero ella tomó el control, de nuevo. —Se miró las manos, ahora convertidas en zarpas. —No puedo resistirme, Hope, ella manda sobre mí y yo debo obedecer, o por lo menos mi cuerpo.

Resoplé y comencé a rehacerme la coleta improvisada que en un inicio había hecho, sin despegar la mirada de la de Luther, quien se había sentado contra una enorme roca, ¿por qué había tantas rocas gigantescas en este bosque?

— ¿Dónde estamos?

—No lo sé.

— ¿Dónde están los demás?

—Esperando.

Gruñí de frustración ante sus vagas respuestas y tomé mi espada, me levanté de un salto y caminé a él a paso decidido, Luther se dedicó a observarme fijamente, llegué ante él y puse la punta de mi espada contra su garganta, él se dedicó a alzar las cejas con burla.

—Los dedos de mi hijo están en riesgo, así que debo matarte, gracias por los buenos momentos a tu lado, pero es hora de pensar a futuro. —Di un paso atrás e hice mi movimiento de muñeca, la cual dolía de tanta acción que habíamos tenido hoy. —Lo siento, Luth.

En un tajo rápido lo degollé, o eso creí hacer. Un dolor agudo se instaló en mi cuerpo, me doblé sobre mi estómago y jadeé, mis vista se nubló de golpe y la espada resbaló de mi mano, caí de bruces y Luther me sostuvo, el dolor cesó segundos después.

—No puedes matarme, ni herirme de gravedad, Hope.

Oh, no, ¿dónde dejaba eso la integridad física de mi hijo? ¿Cuántos dedos perdería mientras busco una manera de matar a Luther? Esto era jugar sucio, típico de Asedora.

Rugí, furiosa, e intenté darle un zarpazo a Luther en el pecho, él detuvo mi muñeca con mis garras a centímetros de su pecho y negó con la cabeza.

—Solo vas a hacerte daño.

Lo golpeé en el rostro, haciendo crujir mis nudillos contra su mandíbula, y volví a repetirlo, solo que esta vez con el otro puño, yendo por un lado de su rostro, luego le di una buena patada en la entrepierna que lo mandó lejos de mí, él se retorció en el césped.

—Nuestros hijos, Hope. —Lloriqueó, recogí mi espada y le di la espalda, comenzando a caminar para adentrarme en el bosque.

—Diosa Luna, ayúdame. —Supliqué en voz baja, clavando con firmeza mi espada en la tierra, esta brilló y ante mí apareció la Diosa. — ¿Cómo se rompe un lazo de pareja?

—No se puede.

—Debe de haber una manera, siempre hay una alternativa.

Ella me escrutó con sus ojos color perla y recorrió con la yema de su dedo índice el mango de mi espada, caminó en círculos a mi alrededor y se detuvo frente a mí haciendo un adorable mohín.

—Un lazo se rompe únicamente cuando la otra pareja muere, descubre de cuál de tus lados sobrenaturales es pareja él y haz lo que tengas que hacer.

Desapareció ante mí, me llevé una mano a la nuca y froté los músculos tensos y cansados, estaba agotada. Miré la espada ante mí y me senté a su lado, pensando, tenía seis parejas gracias a mis dos lados sobrenaturales, así que debía matarme con la pareja de Luther, que sería... el vampiro.

Cazadora: Licántropos y VampirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora