Troisiéme.

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Halsey, Colors.


El príncipe Hemmings se volteó sobre sus talones al escuchar el desorden del exterior, esperando encontrarse con Michael y que este olvidara las palabras que le había dicho hacía menos de un minuto, pero para su mala suerte, su guardián estaba en la planta baja evacuando a la reina y duquesas a subir por las escaleras donde Luke estaba quieto como una roca.


  —Príncipe suba—Felicia chilló cuando pasó por su lado y tocó su hombro para que este subiera, pero Luke hizo tal movimiento que se deshizo de ese tacto para seguir mirando a Michael.

—Michael...—arrastró sus palabras de forma tímida. Estaba asustado.

En los 19 años de existencia, Luke nunca había vivido una situación como esa. Él pensaba y su padre siempre le recalcaba que el reino estaba bien, que estaban felices y que esperaban ansiosos los bailes semestrales en el palacio, pero ahora el príncipe estaba confundido porque una persona feliz no hacía desmanes.


Principito sube en este instante—gruñó Michael volteándose luego de encaminar a la reina por las escaleras, necesitaba echarle un vistazo al exterior, necesitaba saber que diablos sucedía.

—Michael...—volvió a llamarlo Luke a tiempo que su mamá tomaba su mano para guiarlo por las escaleras, pero el rubio estaba sin moverse del lugar, completamente concentrado y acojonado de miedo.

El pelinegro ignoró al príncipe y se inclinó para ver la situación exterior, gimiendo en voz alta por el recuerdo que su padre seguramente llevó a los caballeros a su primera ronda en compañía del rey, por lo tanto, la situación se volvía mucho más peligrosa.

Estaban casi sin seguridad, además que la excelencia se encontraba en el exterior y en peligro.

—Necesito salir. Quédense aquí hasta que vea que sucede—Michael comunicó sin voltearse en ningún minuto, pues necesitaba con urgencia llegar a la entrada del palacio.

Salió del salón y comenzó a correr entre los largos pilares, entre todo ese lugar que proclamaba poder y riqueza, entre cada una de esas obras de artes costosas y esculturas. Exclamó a cada sirviente que se atravesara en su camino, que se apartara, que se desapareciera de su camino desesperado. 

Llegó a la entrada y desarmado por completo, salió al exterior al jardín delantero, toda la multitud enfurecida gritaba y lanzaba elementos hacia el castillo, donde pedían explicaciones y reclamaban ser atendidos por el rey.

  —¡CALLAD!—gritó Michael  al llegar a la limitación de acero del palacio, logrando su objetivo de silencio, donde la furia se guardó unos segundos para escuchar lo que fuera que dijera ese joven hombre de cabello negro, pálido y nudillos rotos—. ¿Qué les pasa ahora rebeldes? 

Unos segundos bastaron para que la multitud volviera a encenderse y vociferar, para que los proyectiles volasen y para que le joven hombre diera un paso hacia atrás en busca de protección.

—¡Deténganse!—una voz proveniente de la multitud, acabó con el disparate y Michael arrugó el ceño pues ahora venía la problemática que los traía a las dependencias reales—. No somos rebeldes, somos un poblado del sur. Nos habían llegando amenazas del reino vecino, las cuales constaban de aprovechar nuestras tierras agricultoras a su merced, a expropiar nuestros hogares y a asesinarnos. Informamos de esto la semana pasada a las autoridades, pero la noche anterior todo cambió cuando lanzaron flechas en llamas a nuestras casas. Por suerte nadie falleció, pero hemos caminado hasta aquí desde anoche en busca de una respuesta, porque nadie nos informó de una guerra.

Michael escuchó con atención las palabras de quién  comunicaba su malestar, pues la situación era realmente al límite y no tenía idea de esta, aunque quizás el rey y su padre tendrían alguna noción del problema.


Aunque también podría ser una trampa ese diálogo, quizás si eran rebeldes.


  —¿Michael?


El pelinegro se volteó en cámara lenta sobre sus talones, como si quisiera creer que eso no estaba sucediendo, que Luke no se exponía de esa manera frente a una multitud furiosa que podría tener infiltrados rebeldes, que debía de desconfiar.


Pero ahí estaba, el príncipe del reino de Camberra se encontraba a unos pasos de él, con una mirada vacía y sus manos temblando por el pánico, por el terror, por la situación al límite.


—¡Luke!—el grito de la reina se escuchó, como también los gritos agudos que hicieron que Michael abrazara al rubio con temor, protegiéndolo, por miedo a pensar que el disparate a sus espaldas se tratara de un arma.


Lastima que no se equivocó.


Escuchó el sonido del arma, precisamente el disparo del revolver que silenció a la multitud he hizo poner tenso a Michael, apretando más aún a Luke entre sus brazos.


El príncipe estaba quieto observando a la multitud, no quería creerlo, no quería salir del trance y ver que sucedía.


—¡REINA!


Y Luke intentó voltearse para ver  a su madre, intentó deshacerse el abrazo de Michael, de su protección, de su guardián, pero no pudo, pues Michael estaba evitando que el príncipe de Camberra viera el fallecimiento de su madre, como esta se desangraba en la entrada del palacio, todo aquello por no seguir ordenes.


La reina moría por seguir a su único hijo con el objetivo de protegerlo.


   


 

Sword and Crown 》MukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora