Trentième Sixième

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Había llegado el gran día, el de la coronación, donde él sería el centro de atención.


El príncipe Luke Hemmings de Camberra, despertó gracias a los sirvientes que rodearon su cama, aquellos que lo vieron crecer en aquel palacio, que sirvieron por tantos años, que lo vistieron y desvistieron incontables noches, que lo cuidaron días y noches. Aquella era la última que harían tal rutina, que irían por él a despertarlo, a vestirlo y tratarlo como príncipe.


Aquella era la última mañana que sería reconocido como príncipe.


El príncipe no se quejaba por ser el centro de atención, más bien le encantaba, pero de todas formas se sentía nostálgico de que todo aquello se hiciera por última vez, en aquel lugar y con las tales personas que conocían cada una de sus mínimas exigencias a la hora de vestir.


Pero comenzó, comenzó con su día siendo vestido por aquellas.


Por otra parte, el guardián Michael Clifford, se estiraba por última vez en tal incómoda cama de su casa en el reino. Una pequeña bolsa con sus pertenencias estaba a los pies de su cama y con una sonrisa tonta saludaba a aquel sol que estaba saliendo con lentitud, tras las montañas. Se volteó sobre su almohada y buscó aquella carta que leía cada amanecer para comenzar su día, el papel escrito con la delicada letra del príncipe Luke Hemmings, la que escribió en aquellos años de lejanía. 


A pesar que con Luke no había charlado mucho los últimos días pues estaba muy cercano a Theodere, también él tenía entrenamientos y no sabía que diablos sucedería tal día, si su Principito  comenzaría su nuevo período con el decreto para hacerlo Comandante en Guerra o esperaría un par de días, no lo sabía, para nada, pero la verdad es que no necesitaba saberlo, estaba feliz, estaba demasiado orgulloso de su mejor amigo, de lo que se convertiría, del gran Rey que sería, que luego de tantos trabajos y sacrificios, todo tendrá una recompensa.


  —Hoy te irás de casa...—entró a la habitación de su hijo el actual comandante en guerra. Lo observó fijamente y notó cuanto había crecido, el gran hombre en el que se había convertido. Su orgullo.


—Sí, me iré de casa—contestó con voz dura, tono que cada vez que lo escuchaba, le partía un poco más el corazón a Kabir.— pero vendré a dejarle flores a mamá.


  —Ella está muy orgullosa de ti Michael, en el cielo te observa y ella desde aquel lugar es tu ángel guardián...


... 


Importantes figuras de la nobleza de Camberra, estaban ya en el salón de eventos, muchos de los cuales tenían una habitación en el palacio por un par de días. El palacio exclamaba alegría y lujos y todos esperaban a que el momento llegara. El cardenal estaba ocupándose de los últimos detalles en el altar. El rey Arthur estaba al lado de la reina Catherina, quienes observaban a sus súbditos nobles. Estaban ambos felices porque toda la decoración cumplió con las expectativas que buscaban.


Michael llegó al palacio en compañía de su padre y ambos de inmediato se toparon con la princesa Theodere que vestía como un ángel, como Michael se encargaba de recordar cada vez que la veía. Utilizaba un vestido color durazno con detalles dorados, además que su cabello estaba peinado en lo alto de su cabeza, dejando escapar ciertos rizos dorados.

Sword and Crown 》MukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora