Seizième.

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Tanto como príncipe como guardián, caminaron uno junto al otro entre aquellos pasajes entre casas. Ese grupo de plebeyos violentos se habían ido apenas Luke había decidido revelar su identidad fugazmente para proteger a Michael, quien sin duda, se sentía un poco frustrado porque los papeles se habían invertido y por aquello fue inútil. Trabajó para ser el mejor y no lo demostró cuando debió.


  —Ange Guardien, tienes aún sangre en esa ceja—comentó el rubio príncipe, guitándose fugazmente la capucha de su capa para ver con detalles al ceja herida de su amigo. Michael se encogió de hombros y continuó caminando.


—Vamos príncipe, he estado peor—comentó el pelinegro guerrero, haciendo que una corriente de escalofríos atacara a Luke como para dejarlo en su lugar sin moverse.


—Me dijiste príncipe...¿qué pasa Michael?—preguntó el rubio a las espaldas del pelinegro que no detenía su camino, casi llegando al final de la calle.


  —Sucede que yo debía protegerte, demostrarte que soy el mejor , lo que aprendí...y al contrario de aquello, fuiste testigo de como me golpeaban una vez más...


Con esa confesión, Michael se detuvo a mitad de calle y no por su elección, sino por la mano del príncipe que lo había privado de seguir caminando, pues Luke tenía a Michael sostenido de su muñeca, con sus dedos finos inmovilizando la ágil muñeca de su amigo guerrero. 


  —Ange Guardien, tú no debes de demostrarme que eres el mejor porque yo lo sé. Yo conozco tus habilidades, tu agilidad, tu carácter, tus fortalezas y debilidades y sé que eres el mejor, así que no te debes sentir así por una situación de la que tu no tenías control y sólo seguías órdenes impuestas por la corona.


Michael suspiró con sus ojos cerrados para voltearse y así poder observar  a su mejor amigo, quien le entregaba una sonrisa de compasión y de entedimiento por la situación, gesto que no pudo evitar responder con otra sonrisa.


—Está bien...—aceptó el pelinegro para que Luke volviera a su lado y comenzaran a caminar otra vez por la calle, con sus manos separadas, por supuesto.


—Debemos conseguir algo para tu ceja, alguien debería tener alguna especie de tela para limpiarte...—divagó el rubio y doblaron hacia la derecha porque aquella calle se había terminado, encontrándose una panadería donde el aroma ya había llegado a sus narices y ambos sintieron cosquillas en sus estómagos.


—No es necesario—respondió Michael quitándose importancia, pero quiso morir ahí mismo cuando Luke salió trotando de su lado, sin capucha, para entrar a aquella panadería. Michael maldijo mentalmente y lo siguió, entrando al lugar donde ese exquisito olor salía. 


La panadería era igual de rústica como todo el pueblo. Una campanita había avisado de su entrada tras Luke. Habían dos mesas pequeñas con sillas de madera, para luego divisar un gran mesón de madera un poco más clara donde habían dos panes gigantes humeando junto a un cuchillo al lado de ellos, listo para cortar aquella masa en delgadas rebanadas que se venderían pronto.


  —Hola, buenos día...—un hombre vestido de blanco con muchas manchas de harina, salió desde una puerta sudando levemente, mientras que  sacaba aquel polvo blanco de entre sus manos. Su saludo había quedado a la mitad, pues notó de quién se trataba, quien estaba en aquel mesón—. ¿Prin...príncipe Luke I?—tartamudeó el sorprendido hombre soltando el paño que tenía entre sus dedos.  

Sword and Crown 》MukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora