Joyeux Noël.

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8 años.


—No me gusta—chilló el niño rubio mientras veía el feo traje morado con que lo habían vestido los sirvientes.


—Príncipe, ese es el color con que su padre ordenó vestirlo—explicó una de las criadas y el niño suspiró con pesadez. Se sentía ridículo.


  —No me gusta—repitió desafiándola con la mirada, pero aún así se bajó del pequeño altar donde siempre lo vestían.— Pero lo arreglaré...


—¿Qué dice, príncipe?—preguntó la misma criada, pero era muy tarde, pues el niño se había deslizado por la puerta entreabierta y se había escapado exitosamente de la guardia real.    


Luke caminó con calma por el palacio. Los sirvientes ante su paso, le abrían camino entre reverencias que el pequeño príncipe rubio de 8 años disfrutaba, como también de los mimos que recibía ante la entrega de ciertos dulces que agradecía con una sonrisa.


  —Gracias—murmuró por tercera vez y la joven sirvienta asintió, notando el positivo cambio del niño, que antes la miraba de pies a cabeza, pero que ahora solo le sonreía con agradecimiento y compartían amables palabras.


Terminó su caminar frente a la fuente de uno de los jardines que tenía su madre y el una brisa fresca le hizo tener escalofríos, pero no le importó, tenía una misión clave que cumpliría. Respiró profundamente, para luego meter sus piernas en la fuente, de inmediato sintiendo como el traje  pesaba. Suspiró porque el frío lo consumió, pero no le importaba lo más mínimo, así que terminó por sumergirse, odiando esos cabellos rubios que su mamá le había aconsejado hacer crecer. 


Odiaba la maldita cena anual de navidad del palacio, odiaba los adornos y odiaba estar como una estatua sentado en los muebles. No se entretenía con nadie, pues Michael tenía prohibida la entrada a la cena y él mismo desconocía donde pasaba navidad. Ni siquiera podía estar con sus padres como las fechas lo proponían, pues ellos gastaban saliva con duques, duquesas, condes, condesas e incluso un par de reyes.


Salió de la fuente y caminó hasta el jardín, para luego con sus manos, quitar el pasto y cavar por sus medios, donde la tierra la amontonó a un lado y la comenzó a frotar en sus ropas, muchas veces viajando hasta la fuente, donde mojaba un poco la tierra para hacerla más fácil de esparcir, manchando también así el agua cristalina.


No le gustaba el traje y haría que a nadie le gustara.


Por otro lado, Michael estaba jadeando recostado en el suelo. Su padre le había hecho un entrenamiento intenso con un palo que simulaban las espadas, y entre tanto evitar el toque, estaba más que agotado. Sudaba y pasaba sus manos por su rostro para quitar gotas saladas de su frente, quedando todo sucio.


  —¿Vamos a cenar en navidad, papá?—pregunta Michael entre jadeos, captando la atención del hombre que revisaba unos papeles. Se los pasó rápidamente al escriba que desapareció y se acercó a su hijo.


—En estos momentos soy el comandante en guerra para ti—murmura con voz dura y el niño asiente, suspirando.

Sword and Crown 》MukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora