El príncipe de Camberra, el futuro heredero al trono, en signo de protesta y rechazo a la orden que su padre le había dado, estaba quieto como una roca en esa tan espaciosa habitación de tonos marinos. Iba en contra de las indicaciones, esas que constaban de dirigir a uno de sus sirvientes en la tarea de empacar un buen equipaje para su largo viaje y aún más larga estadía. Lo que Luke nunca tomó en cuenta, ni siquiera pensó, fue el hecho que su padre esperaba que algo como eso sucediese, y que le había ordenado a los sirvientes que si Luke no tenía iniciativa, que ellos empacaran todo lo que encontraran.
Por otra parte, Michael entre bufidos y quejas preparó su caballo y equipaje para marcharse esa misma tarde hacia el pueblo que había sido invadido. Sabía que tenía una cierta cuota de peligro ir hasta esos lugares, que podría resultar herido, pero aquello no le importaba demasiado ni le preocupaba en específico, porque el pensamiento que le comía los pensamientos y la cabeza era que si algo le sucedía, nunca podría despedirse de Luke.
La tropa salió en el atardecer, y como era de esperarse, era una selección pequeña de los mejores caballeros, una mezcla de los fuertes y los ágiles. Michael fue el último en abandonar el palacio, deteniendo su caballo unos segundos para voltearse y ver las dependencias una vez más, porque sabía el hecho que a su regreso, todo cambiaría violentamente.
Michael salió de las dependencias junto con la tropa, con el sol despidiéndose a sus espaldas, con la culpa comiendo sus pensamientos al igual que la angustia, y rogaba con desespero que Luke estuviera a salvo, que no corriera peligros y que no existiera ningún maldito cambio en su relación, en su amistad. Se prometió ser el mejor, se juró a si mismo no llorar por esa despedida que nunca pudieron brindarse, así que ahora solo se enfrentaría a su primera prueba y sacaría su potencial.
Luke estaba en las condiciones opuestas que Michael. Apenas los guardias invadieron su habitación y comenzaron a arrastrarlo casi literalmente hasta la habitación de su madre para que se despidiera, Luke lloró como nunca, con su cabeza gacha y con los rizos cubriendo su rostro con lágrimas y lamentos escritos.
Cuando Luke llegó a la habitación de su débil madre, le rogó entre lágrimas y sollozos que ella intentara convencer a su padre sobre quedarse tres días más, para esperar a Michael y despedirse. Ella viendo la destrucción de su hijo, y con el dolor en su corazón, negó y rechazó su petición, para luego recibirlo en sus brazos adoloridos y callar sus desesperados sollozos por su mejor amigo.
Se despidió una hora más tarde de su madre, la hizo jurar que se curaría de aquella herida y que lo fuera a visitar. Que intentaría escribir cartas para Michael, aunque sabía que su padre seguramente nunca se las entregaría como al revés, que el rey diera órdenes de no recibirle la correspondencia a Michael para Luke, pero que por favor ella estuviera atenta de Michael, que era su mejor amigo y sería su compañero en el futuro, cuando él fuera rey.
Luke no se despidió de su padre, solo subió al carruaje cabizbajo y, cuando cerraron la puerta a sus espaldas, subió sus pies al asiento rojo acolchado, y abrazó sus piernas para llorar sobre estas, desde ya extrañando a Michael, deseando que ese tiempo pasara rápido y que Victoria le diera esperanza, lo consolara e intentara ayudarlo de alguna manera.
A la media noche, Kabir Clifford ordenó a la tropa que se detuviera para descansar unas horas y partir antes del amanecer. Delegó y separó la tropa en grupos, algunos que fueran por agua para ellos y los caballos, otros en busca de leña para hacer fuego y otros que revisaran los alrededores. Su hijo, Michael, quedó en la brigada de reconocimiento de perímetro junto a otros 4 caballeros, los cuales se separaron para realizar su respectiva misión en un tiempo más corto.
Cuando Michael finalmente estuvo solo, justamente con la oscuridad envolviéndolo y la tristeza atacándolo en la mitad de la nada de ese bosque, sus ojos se llenaron de lágrimas y rompió ese juramento de no llorar, pues fue imposible batallar con eso que lo ahogaba, con todo aquello que ahora cambiaría.
— Vaya, pero, ¿qué tenemos aquí?
Los sollozos fueron ahogados en su garganta y Michael limpió sus lágrimas a gran velocidad, antes de voltearse y toparse con esa voz, que para su mala suerte, se trataba de uno de sus compañeros de brigada y, para empeorar la situación, no estaba solo, sino que lo acompañaban otras tres figuras, dos de ellas con una improvisada antorcha que les permitía ver algo en ese bosque oscuro.
—Al parecer, esta damisela se quedó sin protección...—con burla una de las figuras robustas exclamó, sonriendo de una manera maliciosa, haciendo que esa luz de aquella antorcha, de manera casi diabólica, chocara con sus dientes.
—Ya era hora que estuviera solo. El príncipe, si lo veía con un rasguño, llamaba a su médico para que curara al torpe de Michael Clifford—agregó otro de sus compañeros, haciendo que Michael tragase con dificultad.
—Hey, no seas tan rudo Todd, no ves que puede dormir mal y por eso mañana deberemos esperarlo para que recupere sus horas de sueño—el hombre que lo había descubierto llorando, fue el que habló por última vez, sin quitar esa sonrisa de su rostro, esa que todos los de la brigada tenían, menos Michael—. ¿Sabes qué Clifford? Eres el hijo del comandante, el hombre que es la mano derecha del Rey de Camberra—George dio un paso adelante, haciendo que Michael retrocediese—. Eres el mejor amigo del heredero del trono—dio otro paso más y Michael tomó otra vez distancia—. Y eso es lo que me molesta, porque jamás luchaste por tu posición y fuiste un protegido toda tu vida.
—Pero eso ya no será así—Michael finalmente se llenó de valor y habló, ignorando las filosas palabras que lo habían herido de cierta manera—. Ya verán—comentó, ahora desviando la mirada hasta sus otros compañeros, los cuales aún tenían esas sonrisas en sus rostros.
—Obviamente que ya no será así...—y con aquello, George, rompió la distancia y le dio una patada en el estómago a Michael, haciendo que este se inclinara por el impacto y que Todd se apresurara para darle un puñetazo en su pómulo izquierdo.
Y mientras Michael era golpeado en las sombras de un bosque, totalmente solo, soltando lágrimas al recibir cada descarga violenta de sus compañeros reprimidos por tantos años, el príncipe del reino de Camberra, antes de dormir, observaba fijamente la luna y pidió el deseo que esas casi quinientas noches separado de su mejor amigo, pasaran rápido, porque ya lo extrañaba.
Y esa primera noche separados, fue el comienzo de los dos años y cuatro meses más duros de sus vidas, esos en los que Luke aprendería todo lo que debería saber para ser el mejor monarca, mientras que Michael lidiaría con esas palizas casi diariamente, intentando defender el título que desde pequeño tenía y que ninguno de sus compañeros lo veía capaz de llevar.
Ahora era todo por el nombre de la espada y la corona.
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Sword and Crown 》Muke
RomanceLos reyes de Camberra, el reino más importante de Oceanía, debieron pasar por muchos obstáculos para ser padres, pero cuando la reina dio a luz al príncipe Hemmings, todo fue iluminado en ese lugar lejano y aislado del mundo. La familia real estaba...