Quarantième Troisième.

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  —¿Papá? la voz tímida de un niño de ojos verdes y cabello negro, rompió la atmósfera de repentino silencio  que había caído en la rústica choza donde vivía padre e hijo.


El hombre se volteó lentamente hasta la puerta y soltó un hacha, el que utilizaba para cortar leña. El niño entró con seguridad a su hogar y avistó lo que su padre intentaba ocultar.


  —¿Estás bien Michael? ¿Él no te hizo nada? preguntó Kabir arrodillándose frente a su hijo que estaba pálido con sus ojos abiertos. Su padre con manos temblorosas, acarició el rostro de Michael buscando alguna herida, pero sus manos estaban manchadas por el pecado que acababa de cometer.


Asesinó.


  —Papá, tienes sangre, mataste a alguien...la voz de Michael se rompió por el terror y angustia. Con miedo comenzó a dar pasos hacia atrás, temiendo a su padre que se levantó y limpió sus manos cubiertas del espeso líquido rojo.


  —Michael, él intentaba prender fuego a la casa. Vertió licores para que todo se encendiera más rápido. Es un rebelde...explicó el comandante en guerra y Michael se abrazó a su mismo por el terror, comenzando a apretar demasiado sus brazos, desviando su mirada a diferentes puntos. Estaba entrando en un estado de ansiedad.Hijo, te llevaré al palacio para que estés más seguro. Al príncipe lo dejaste dormido pero puedo conseguir que alguna sirvienta te haga una improvisada cama, o te entreguen una propuso Kabir, viendo el pánico de su hijo. 


Se acercó a él, el niño de siete años lo abrazó con fuerza y salieron de su casa. Un fiel caballo los guió hasta al palacio, pero en todo el camino, el niño no pudo evitar llorar, aunque esas lágrimas no fueron suficientes para limpiar la sangre que su padre había dejado en su rostro.


Al llegar a las dependencias, fue una sorpresa que rey y reina estuvieran paseando por los jardines. Kabir bajó del caballo y luego lo hizo Michael, teniendo el tiempo necesario para que las figuras reales se acercaran a ver que sucedía.


  —¿Qué pasó Kabir? angustiada la reina preguntó, viendo como Michael restregaba su ojos y continuaba llorando y ahogando sollozos, con sus mejillas manchadas de sangre.


  —Un rebelde intentó quemar mi casa y debí hacer uso de mis facultades para evitar un desenlace peor explicó el comandante. El rey arrugó su ceño.


  —Michael no puedes llorar, los hombres no lloran, menos los guerreros, menos los guardianes que servirán al rey regañó Arthur, pero la reina arrugó su ceño y se inclinó hasta Michael.


  —¿Estás bien cariño? ¿Él no te hizo nada? preguntó la reina y Michael negó. Ella asintió y guió su mano hasta la mejilla del niño, que se sobresaltó—. No te haré daño prometió y Michael aceptó, acercándose para recibir aquel tacto. 


La reina acarició la mejilla de Michael intentando limpiar rastros de lágrimas, pero el niño no pudo evitar cerrar sus ojos y disfrutar esa caricia desconocida para él.

Sword and Crown 》MukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora