Capítulo 2: El Brujo del Mar

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"Yo admito que solía que ser muy mala. No bromeaban al decir que bruja soy. Pero ahora encontraras que mi camino enmendé, que firmemente arrepentida estoy..." —Úrsula, La Sirenita.

A diferencia de los sueños de Alessandro, los sueños de Ulises no estaban llenos de hermosas doncellas y bailes de galas. Los sueños de Ulises casi siempre eran los mismos. Él, el palacio del rey Tritón, el tridente y el control de los sietes mares en sus manos. Eran así de simples. Así de sencillos. Pero, al estar en la Isla de los Perdidos, eran sencillamente y simplemente imposibles.

Por lo que Ulises hizo lo que mejor sabía hacer después de despertar de esos ambiciosos sueños, arreglarse para ir a la escuela. Antes de irse preparo los materiales y las obligaciones que debía hacer antes de partir. Recoger cangrejos para el especial de la casa La Sorpresa de Cangrejo (que lo que menos llevaba era eso) recoger algunos cubos de escoria, y llevarle a Cocinera las almejas que había atrapado la noche anterior. Úrsula: Pescados y Patatas Fritas era el restaurante de la vieja Bruja del Mar, y Ulises su hijo, era también uno de los trabajadores del lugar, que siempre apretaba a grasa y pescado fétido, quizás por los muelles cercanos al lugar.

Hizo rápidamente las tareas que había y descubrió que todavía era temprano para ir a la escuela (en realidad estaba a diez minutos de llegar tarde, pero como en la escuela todos llegaban tarde no le preocupó en absoluto) así que decidió tomar unas ordenes antes de irse a la escuela.

Cocinera comenzó a abrir el lugar, y piratas como rufianes por la puerta comenzaron a entrar. Ulises tomo su delantal. Hora de trabajar. En realidad, él no le tocaba este turno, pero quería hacer algo más de dinero para comprarse una espada de la cual se enamoró al verla.

***

Almejas fritas, y una Sorpresa de las Mareas —Ulises anotaba la orden de la vieja bruja en su pequeño cuaderno de notas.

—¿Eso es todo? —dijo él, a la anciana sentada en la mesa.

—Sí. Eso es todo.

—¡Almejas fritas y una Sorpresa de la Marea! —el gritó a la Cocinera, una mujer con un vestido rojo andrajoso y con el cabello rojo, casi naranja. Colocó el papel en la máquina giratoria junto a la ventana de la cocina.

—¡Ya saldrá la orden! —dijo ella.

Ulises siguió tomando más órdenes con un ojo puesto en el reloj, aunque le gustaba llegar tarde, tampoco quería llegar a la hora del almuerzo en la escuela.

Ulises limpio algunas mesas, echo a unos piratas que iban a comenzar una pelea de espadas, indicándoles el letrero que decía: "NADA DE DUELOS"

—¡Cocinera muévete con esas órdenes! —gritó él al ver que se le estaba haciendo tarde.

—¡Ya voy! —gritó ella.

Ulises volvió a la mesa de la vieja bruja. —Almejas fritas y una Sorpresa de la Marea —dijo lanzando el plato sobre la mesa.

La vieja bruja olisqueó la comida frente a ella, su enorme melena gris rozaba la comida. —Esto parece tres días de rancios —dijo ella con su voz chillona.

—En realidad es de cinco días de rancio. ¡Lamento que no tengamos niños gorditos para servirte! ¡Cómetelo o nada! —dijo el gritándole a la clienta.

La atención al cliente en Úrsula: Pescados y Patatas Fritas no era la mejor, como la comida, o como su higiene. Pero nadie parecía importarle o atreverse a quejarse. La Bruja del Mar seguía siendo temida entre los villanos, y sobre todo entre los piratas de la Isla.

La Descendencia de la Isla de los PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora