Capítulo 26: La dama y el rey

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Por fin puedo tener un momento a solas contigo —dijo Ben a Mal. Los dos estaban en su habitación. Mal caminaba observando todas las cosas, equipos deportivos, libros, un televisor de pantalla plana, laptop, un escritorio de madera. Parecía ser la habitación de un chico sencillo.

—A mi tambien me alegra poder estar aquí contigo, Ben. Ha sido un poco estresante esta semana, por lo menos la prensa no me persigue todo el tiempo. Creen que estoy en la Preparatoria de Auradon y no aquí contigo —dijo Mal sonriendo.

—Qué suerte que podamos salir los fines de semana fuera de la escuela, siempre quise que conocieras mejor todo mi hogar —dijo Ben sentado en su cama, y Mal a su lado.

—¿Y tus padres? —preguntó Mal.

—¿Enserio quieres hablar de mis padres? —Ben bromeó—. Bueno, están en Palacio Imperial visitando al Emperador.

—¿Quiere decir que estamos solos en este castillo? —preguntó Mal mirando a Ben.

—Bueno, no completamente solos, esta la servidumbre, y los guardias, pero ellos no nos molestarán, di la orden para ello —dijo Ben sonriendo.

—Oh Ben, sabes lo mucho que apreció la privacidad, te lo agradezco mucho —Mal abrazo a Ben.

—Mal, quiero pedirte perdón —dijo él tomando su mano.

—¿Por qué?

—Por lo que paso con Uma, fui un tonto y me deje hechizar por ella —Ben sacudió su cabeza.

—Ben, no tienes por que disculparte, Uma te hechizo con magia negra, no es tu culpa ¿Como podías resistirte al hechizo? Créeme los hechizos de amor son poderosos —Mal sonrió.

—Me alegra escuchar eso.

Mal se levantó de la cama, caminó hacia una amplia ventana y observó el horizonte, allí el eterno azul del mar y, a lo lejos, su hogar. Ben camino hacia ella y se puso a su espalda, acariciando sus hombros y brazos, luego la abrazo por la cintura y colocó su mejilla junto a la de su novia. Ambos contemplaron la distante Isla de los Perdidos, como destacaba entre el infinito azul del mar.

—Es hermosa, ¿verdad? —dijo Mal.

—Creo que tiene su propio encanto, es como esa flor disecada que uno guarda en un libro —dijo Ben.

Mal sonrió y se volteó. Ben se veía tan guapo. Solo llevaba puesto una camisa blanca y pantalones de mezclilla azul, se veía sencillo, pero encantador. Ella prefería ver a Ben de este modo, sin su corona y trajes de gala. Ella se enamoró del chico de dieseis años. El chico de corazón de oro. El chico que creyó en ella desde el primer momento. El chico que la amaba tal cual como era. Nunca se enamoró del príncipe apuesto o del rey poderoso que era.

—Me alegra estar aquí solo los dos, donde podemos ser nosotros mismos —dijo Mal a mirando los hermosos ojos de su novio.

Ben la tomo de la cintura y la acercó, colocando sus narices juntas, sus respiraciones chocando. Mal cerró sus ojos y puso sus brazos alrededor de los hombros de Ben. Él lentamente acercó sus labios a los de Mal, y un lento y delicado beso se dio.

Ben la acercó mas, sus cuerpos se presionaban uno con el otro. Mal no quería soltar a Ben. Lo jaló hacia ella como si tuviera miedo a perderlo.

—Ay —dijo Ben—. Mal me mordiste el labio —añadió tocando su labio inferior con los dedos.

Mal sonrió pícaramente, y camino hacia la cama de Ben, jalándolo por el brazo, lo lanzó hacia la cama, quedando boca arriba, mientras Mal lentamente se le montaba encima. Ella aprisionó las muñecas de él con sus manos, mientras bajaba su rostro y cuerpo hasta Ben. Besándolo con ardua pasión. Ben parecía no resistirse, al contrario, parecía agradarle, y mucho. Intentaba soltarse para acariciarla pero Mal no dejaba que se soltara, parecía disfrutar tenerlo sometido a su fuerza. Ella le besó con fuerza, con tanta fuerza que parecía arrancarle los labios.

La Descendencia de la Isla de los PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora