«No encuentras una chica como esa en todas las dinastías». —El Emperador, Mulan.
Después de dejar la limusina en el taller mecánico, Jay y Carlos se apresuraron a llegar a la Preparatoria de Auradon. Él se sentía cansado, y dejó las tareas para más tarde, y decidió darse un baño. Carlos en cambio, comenzó a trabajar en la pila de libros con miles de ejercicios de las Matemáticas Pueden Ser Mágicas, Física, Química Mágica, y otras clases que, particularmente, a Jay no le agradaban mucho o entendía. Lo único que entendía Jay era Tourney y Roar. Para él, era lo más fácil en toda la Preparatoria.
El agua corría por su rostro mientras trataba de lavarse todo el cansancio de estos dos últimos días. Fue estresante, y agotador. Pero habían salido victoriosos, como siempre. Pero, ¿esa racha de buena suerte duraría siempre? Jay esperó que siempre fuera así.
La temperatura del agua era tibia, y relajaba su mente. Sus pensamientos fluían como el agua deslizándose por su musculoso y desnudo cuerpo.
Sin duda alguna, habían logrado salir ilesos de la Isla de los Perdidos.
Al menos, físicamente.
Mal y Ben tenían sus problemas, y eso en parte afectaba a Jay, Mal era su amiga, una hermana. Él detestaba verla dolida. Le daban ganas de golpear algo. Pero tenía sus propios problemas que resolver.
Desde aquella discusión con Lonnie en los pasillos del gimnasio había intentado hablarle, pero la chica parecía rehusarse o alejarse a dirigirle una sola palabra si se salía del tema de «Roar». Cuando practicaban, Lonnie solo se limitaba a atacar y pelear contra Jay de manera indiferente. Podía sentir la frialdad y seriedad en sus ataques frontales, no habían sonrisas arrogantes de «te-voy-a-ganar-Jay», que tanto le gustaban, no habían ese brillo de determinación cuando miraba sus hermosos ojos oscuros, no había ese roce de piel mínimo que hacían sentir a Jay levitando en una alfombra mágica. Incluso si le preguntaba sobre tácticas de ataque y los planes de juego contra los otros equipos de la liga, ella se las decía de la más manera fría y despectiva posible. Pero si intentaba hablar con ella fuera del gimnasio, Lonnie se alejaba y lo dejaba hablando solo. Y más valía no ponerse insistente con Lonnie, porque las cosas se ponían peligrosas.
Jay lo sabía muy bien. El recordatorio estaba en una cicatriz que estaba sanando en su brazo derecho, cuando internó tomar a Lonnie del brazo y tocar «el tema». Jay ya no podía soportar eso. Tenía que hablar con ella sobre «el tema».
(El tema era, básicamente, sobre lo mucho que Jay se sentía atraído por Lonnie.)
A veces las palabras de Lonnie todavía resonaban en su mente. Él podía ser valiente para pelear, pero cuando se trataba de los asuntos del corazón, Jay, era un cobarde.
Y tenía que admitirlo.
Pero es que era tan difícil... Lonnie no era como cualquier otra chica a la cual conquistar. Todos sus trucos y tácticas de enamoramiento eran inútiles con ella. En cambio, Jay se sentía como un inútil en su presencia. Extrañaba esa sonrisa dulce y ese brillo en ese par de ojos oscuros. Extrañaba el olor a sudor y esfuerzo del cabello oscuro de Lonnie cuando sudaba por practicar Roar. Extrañaba el roce de su piel con la suya, que lo hacía erizar cada centímetro de cabellos de su cuerpo.
Necesitaba buscar una solución a ello. Pero, ¿quién podría ayudarlo? ¿Quién tendría experiencia en hablar con chicas de un modo de mostrar sentimientos?
La idea vino a él rápidamente como un genio al cumplir deseos.
—¡Carlos! —exclamó al salir de la ducha y asomarse por la puerta del baño.
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La Descendencia de la Isla de los Perdidos
Fanfiction¡Cuidado con los lugares a dónde vuelves! En la remota Isla de los Perdidos, un evento único se realizará, el Festival del Mal, reúne a todos los villanos de la Isla para celebrar el orgullo que los representa. Y cuando el viejo amigo de Mal, Alessa...