Capítulo 9: La impresión, la crítica, y la reinvención.

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Después de la interminable hora de castigo en las mazmorras de detención, Alessandro pensó que nunca iba a salir de allí, se sentía como si estuviera atrapado en una tumba o en un ataúd. Por lo que cuando salió, tenía una ligera sonrisa en su rostro mientras iba a la cafetería de la escuela.

El plan que tenía era infalible, sencillo, pero bien desagradable.

Cuando camino por los pasillos, unos asustadizos estudiantes de primer año salieron corriendo de su camino. De acuerdo, Alessandro quizás era uno de los más temidos en Dragon Hall, pero tampoco era precisamente un monstruo o un fantasma para causar ese temor en la población estudiantil. Así que estaba un poco confundido el por qué los estudiantes estaban así de cautelosos con él.

Alzó los hombros y siguió su camino a la cafetería, abrió la puerta de un solo golpe (era una vieja costumbre estudiantil). Y busco tomar asiento en una de las mesas más cercanas. Escogió una mesa llena de un grupo de pequeños piratas, cuando se sentó en una de las sillas, el grupo de piratas salió corriendo rápidamente, dejándolo solo.

Eso sí que es extraño, pensó Alessandro mientras sacaba su almuerzo. Su pudín de banana rancio estaba frio y desagradable, tal cual como la cafetería donde estaba.

—Hey hombre, ¿qué tal las mazmorras? —pregunto Ulises dándole una palmada en la espalda, casi haciendo que Alessandro se estrellara con la mesa.

—No son como dicen que son, pero si son algo aterradoras —Alessandro se acarició la espalda. Ulises parecía que le iba sacar un pulmón con ese manotazo.

—Hey, chico Tremaine, fue genial lo que le hiciste a Anthony —dijo una voz acercándose. Alessandro se giró hacia atrás para ver a la hija mayor de Garfio, Harriet Hook.

—¿Gracias, supongo? —Alessandro nunca había hablado con ella en su vida. La pirata ruda solo iba al salón de su abuela a robar dinero y hacerse unas trenzas tejidas con cuentas.

—Si Anthony se lo merecía, ese cretino —comentó Haley, la hija del príncipe Hans.

—Fue una buena derecha, y rápida también —los hermanos gemelos Gastón Júnior y Gastón Tercero dijeron a coro—. No tanto como la mía, pero fue bueno —dijo un Gastón muy pretencioso.

Alessandro sonrió para sí mismo, había logrado una muy buena mala impresión en los estudiantes de Dragon Hall.

Eso explicaba por qué los estudiantes de primer año salían asustados corriendo y lo de los piratas. El rumor de que había dado una paliza a Anthony se había esparcido tan rápidamente como el viento, tanto como los voraces vientos que golpeaban las aguas de la Isla infectadas de cocodrilos y tiburones.

Algunos habían dicho que casi lo mató, otros afirmaban que casi le desfiguró el rostro. Los rumores crecieron tan rápidamente como el cabello de una princesa encerrada en una torre.

Alessandro solo se burló un poco, le comentaban cosas que no había hecho. Pero no podía evitar sentir un poco de orgullo.

Cuando los estudiantes impresionados se alejaron, Alessandro comenzó a devorar su podrido almuerzo.

—Fue en increíble lo que hiciste, viejo —Ulises comentó.

—Pero si solo le hice sangrar la nariz —Alessandro dijo limpiándose la boca.

—Pero los rumores corrieron y al parecer lograste que toda la población estudiantil chismoseara y esparciera rumores, ya sabes como son aquí, dices algo y los rumores crecen y crecen con información, como pez globo —Ulises se inclinó hacia atrás desde su silla.

La Descendencia de la Isla de los PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora