Capítulo 47: Camino a Auradon

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La limusina real cruzaba el puente dorado que surcaba el espacio de separación entre la Isla de los Perdidos y Auradon. El ambiente alrededor de la limusina era casi mudo, la marea estaba calmada. Pero dentro del vehículo, quizás podría tener el mismo ambiente mudo de afuera, pero una tormenta se acercaba, y la marea iba a ponerse alta. Trayendo consigo una oleada de estrés y drama.

Mal asomó su cabeza por la ventana a su izquierda, el paisaje del mar azul era como una seda azul oscura brillante, las estrellas brillaban como diamantes sobre la superficie reflejada del agua, la luna era como una perla gigante al mostrar su imagen impresa en el océano. Suspiró, mientras se alejaba de la Isla de los Perdidos en la limusina real. Había perdido la cuenta de cuántas veces había hecho este paseo. Sin embargo, nunca perdía su encanto. Apartó su mirada, apoyando su cabeza en su mano.

Si alguien dejara caer un alfiler, seguramente se escucharía en la limusina. Había un silencio muy incómodo. El aire estaba tenso. Todos callados, tratando de calmarse.

Mal agachó su cabeza, Ben miraba hacia otro lado. Freddie, Jay y Evie se miraron entre sí.

—Qué suerte que no estoy allá atrás —dijo Carlos después rompiendo el hielo que se había formado en la limusina.

Jay le dio un golpe en la cabeza.

—¡Hey! —exclamó Carlos.

—Los ojos en el camino y la boca cerrada —indicó.

Y luego hubo más silencio.

Y más silencio.

—Conocí otros lugares de la Isla —dijo Ben después.

Mal sólo le dio una mirada de reojo. Sabía exactamente lo que venía ahora. Pero Ben no podía mantenerlo callado más tiempo. Tenía que soltarlo.

—¿Ahora qué, Mal? —preguntó—. ¿Qué sucedió? ¿Por qué nos dejaste así, a mí, a tus amigos. Sin avisarle a nadie? ¿Querías ir de nuevo a tu hogar? Pudimos haberte acompañado.

—Ben, no voy a discutir delante de nadie, ¿de acuerdo?. Sé que he hecho cosas terribles, y que he lastimado incluso a personas que fueron amigos. Y Alessandro, aunque me cuesto decirlo, es uno de ellos —Mal le lanzó una mirada.

Ben se sobresaltó. Sorprendido y aturdido ante lo que había dicho.

—¡Mal, Alessandro Tremaine te secuestro y hace segundos te quería asesinar! —exclamó.

—Sí, es verdad. Pero creo que sólo es un chico furioso, con un mal genio, y una de las tantas víctimas de mis actos que dejé aquí —suspiró.

—No creo que sea un chico furioso con un mal genio —dijo Ben—. Es un chico furioso con un mal genio. Con uno muy, muy retorcido. ¡Casi te quema viva! —exclamó Ben.

—¡Okey, Ben. ¿Ya? ¿Puedes cerrar tu boca por un maldito segundo? Acabo de luchar con hijos de villanos, corrí como siete kilómetros en tacón, casi me queman viva. Lo que menos necesito ahora es que me anden molestando! —Ben quedó otra vez sorprendido ante lo que había dicho Mal. Incluso, sus ojos verdes ardían de rabia. Él se alejó un poco al notarlo.

—¡Ejem! —Carlos carraspeó después del silencio perpetuo que se escuchó—. Chicos, llegaremos pronto. Estamos camino a Auradon.

Por primera vez en su vida, Mal no se sentía tan emocionada por escuchar eso.

***

—¡Ulises, Ulises, mírame a los ojos! —dijo Alessandro Tremaine cerca del puente de la Isla de los Perdidos que separaba a Auradon.

—Estas herido, tienes el brazo dislocado —Ulises lo miró con desesperación en sus ojos. Su ropa estaba rasgada, y había sangre por todo su cuerpo, manchas, más no heridas abiertas—. ¿Estás bien?

—Acabo de ser arrogado de una limusina a alta velocidad, ¿tú qué crees? —Alessandro andaba sarcástico para estar herido.

—Pero mira tu brazo, parece dislocado o roto, tenemos que buscarte ayuda con los médicos-brujos —Ulises rozó delicadamente con la punta de sus dedos una cortada en el hombro del pelirrojo.

—Eso no importa. Síganme —dijo el nieto de la Madrastra corriendo.

Llegaron hasta el puente, aún se podía ver el «camino brillante». A lo lejos, la limusina iba recorriendo su camino.

Era hora.

Era el momento que había esperado durante meses. Alessandro se emocionó, su mente se aceleró tanto como su corazón.

Aquí estaba su tercera oportunidad de salir de la Isla de los Perdidos. La que él mismo había forjado. ¿No decían que la tercera era la vencida?

En efecto, la tercera es la vencida, pensó mientras sonreía malvadamente.

Alessandro condujo a sus secuaces hasta donde el pedazo de carretera se rompía y mostraba la conexión con el puente dorado. No había mucho tiempo, quizás. Pero el tiempo era lo menos que le preocupaba.

—¿Ahora qué? —preguntó Zyma.

—¿Lo pisamos? —Regina estaba apunto de colocar un pie sobre el camino dorado...

—¡No lo pisen, sólo funciona con la limusina! —Alessandro la apartó antes que pudiera pisar.

—¿Y entonces que hacemos? —preguntó Zyma.

Alessandro se giro en dirección a los ojos de Ulises. El gris de su mirada destellaba entre la noche.

—Llegó la hora, viejo amigo. Pruébame que eres descendiente de la Bruja del Mar —le dijo con una sonrisa malvada.

Zyma y Regina se miraron entre sí. ¿Para qué Alessandro decía todo eso?. No había tiempo para exámenes de ADN o maternidad, ¡Mal y su equipo estaban escapando!

—¡Alessandro, están huyendo! —exclamó Zyma.

—¡CONOZCO LO QUE ESTOY HACIENDO, IDIOTA! —le gritó.

El hijo de Anastasia los guió a un lado del puente. Las altura y la caída en picada daban más escalofríos que el frío de la noche.

—Ulises, mírame a los ojos —Ale tomó su cuello entre sus manos, y ambos fijaron mirada—. Es el momento. Cumple tu parte del plan.

El hijo de Úrsula asintió con la cabeza.

—Agárrense de Ulises —dijo el nieto Tremaine a Zyma y Regina mientras aún miraba fijamente al hijo de Úrsula. Él los jaló a todos, corriendo hacia el mar abierto debajo del puente. Se empujó a sí mismo, trayendo consigo a todos los demás.

Alessandro abrazó a Ulises mientras Zyma y Regina iban agarradas de sus brazos. Todo alrededor de Ulises comenzó a moverse en cámara lenta mientras descendían en picada hacia el mar. Alessandro lo abrazó con toda sus fuerzas, y si los demás lo hubieran visto habrían notado una sonrisa malvada en su rostro.

Pronto estarían camino a Auradon.

La Descendencia de la Isla de los PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora