Capítulo 24: Legado familiar

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Después de la escuela, Cece comenzó a trabajar en la sorpresa del Rey Ben para el Baile Anual en Honor a los Héroes de Auradon. Color de las servilletas y manteles, bocadillos, bebidas, decoración, la música, las tarjetas de invitación, la platería y vajilla para servir la comida, el color de las telas, mas el espacio que tenía que dejar en el salón para los obsequios de Ben. Era tedioso, pero por suerte, Cece tenia ayuda de su madre y su padre.

Cenicienta la ayudó con las decoraciones, comida y limpieza. Su padre se encargó de las invitaciones y el espacio para los vitrales que el Rey Ben tenía como sorpresa.

Después de eso, Cece estaba en la galería de arte de la castillo, sentada en un pequeño taburete de madera, mientras pintaba un cuadro. Pintar le quitaba un poco el estrés. Era una de esas tantas actividades que le había enseñado su padre cuando era pequeña. La infancia y crianza de Cece había sido muy variada. Su padre le había enseñado todo lo que una princesa debía saber, le había enseñado modales en la mesa, etiquetas de la corte, cabalgar, tener la postura adecuada, y como expresarse adecuadamente. Una vez, su padre le colocó tres libros en la cabeza y le puso el reto de caminar todo el castillo sin que un solo libro se cayera de su cabeza, Cece le tomó mucho tiempo de práctica, y al intento numero cincuenta pudo hacerlo. En resumen, su padre le había enseñado todo sobre su descendencia de la realeza. Mientras que Cenicienta le había enseñado todo su lado humilde y sencillo, le enseñó a coser, lavar, planchar, cocinar, limpiar, cuidar animales, y cantar. La infancia de Cece fue la mas enriquecedora, aprendiendo sobre dos mundos totalmente distintos. Dos mundos distintos de sus padres.

Mientras pintaba, una muchacha de cabello negro y gafas entró al salón de arte, usaba un vestido azul con rojo. —Es muy bonito lo que pintas —dijo la muchacha.

—¡Daisy!, cuanto tiempo sin verte —dijo Cece girándose para ver a la chica que venía hacia ella.

—Tanto tiempo sin verte también

—¿Que haces aquí? ¿No deberías estar una misión diplomática en Auroria?

—Vine a visitar hoy a papa, me pidió que viniera a verlo, aunque fuera solo por poco tiempo —dijo Daisy un tanto emocionada.

Daisy —Condesa Daisy de Cinderellasburg según su título de nacimiento— era una vieja amiga de Cece, habían compartido juegos como tomar el té con las muñecas, y jugar a la princesa en apuros, era unos tres años mayor que Cece.

—Que agradable sorpresa ¿Te quedarás para el Baile? —preguntó Cece.

—Por supuesto, querida. Vine específicamente para eso, no me perdería un baile o un evento por nada del mundo, y mucho menos si es de mi tierra natal —dijo Daisy.

—Genial, me alegra que te quedes aquí —Cece sonrió.

—Que bonita pintura. Es muy bonito tu trabajo artístico. Estas mejorando en arte —Daisy aprecio asombrada ante el retrato—. ¿Quien es ese chico? ¿Es tu modelo? —preguntó.

—No. Es un rostro que vi... Por ahí y me pareció muy bonito para pintarlo —dijo Cece, no quería que todo el mundo supiera del chico de sus sueños.

—Vaya, pues para ser un simple rostro que viste por ahí es bastante apuesto, es el pelirrojo mas apuesto que haya visto —Daisy apreció el retrato de un pelirrojo con un rostro con facciones simétricas, pecas armoniosamente distribuidas, cabello rojo peinado a un lado, y unos ojos penetrantes.

—¿Como te ha ido en Auroria? ¿Que tal es el reino? —preguntó Cece queriendo cambiar de tema.

—Muy bien, visite el Priorato de Aurora, y Cottage el castillo de Aurora, casi me pierdo entre esas cuarentas habitaciones —dijo Daisy.

La Descendencia de la Isla de los PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora