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— ¡Paciente con herida de bala en el pecho! Frecuencia cardiaca de 130 latidos por minuto, su frecuencia respiratoria sigue aumentando —El paramédico le seguía gritando cosas con urgencia al médico que recibió a Hoseok en la entrada del hospital. Yoongi, sin importar las advertencias del personal, seguía empujando la camilla para acelerar el paso, necesitaba salvarlo... su hermano no podía morirse. Pero de todos modos seguía pálido, había perdido montones innumerables de líquido escarlata, estaba inconsciente y podría jurar que no respiraba— taquicardia con pulso, tiene las extremidades frías y húmedas.

En la ambulancia, los paramédicos se había movido por el pequeño espacio con agilidad: le intubaron y una aguja atravesó la piel de su antebrazo con líquidos a la intravenosa... hacían todo lo que tenían al alcance de la mano. El disparo estaba demasiado cerca del corazón, cuando cayó al suelo después del impacto, Min juro que había muerto y una parte de su pecho se quebró en ese instante. Pero milagrosamente su corazón latía, encontró los débiles latidos a través de su pecho en un intento desesperado por creer que no lo había perdido.

Ahora la camilla corría enloquecida por pasillos de paredes blancas y austeras, la desesperación le robaba el aire, estaba fuera de sí en esos momentos; Hoseok estaba pálido, los colores vivos de su rostro, la viveza de su sonrisa desaparecida por completo. Sobre aquellas sábanas blancas quedaba un hombre que acababa de sacrificar su vida por alguien más.

—Quirófano tres listo para el procedimiento —la enfermera que tomaba los signos vitales del capitán Jung anuncio al doctor.

—Bien, llevémoslo allí. Ah perdido demasiada...

Su carrera justo al lado de la camilla se vio interrumpido por alguien tirando de su brazo; por algún motivo se detuvo a pesar de que tenía el maldito impulso de entrar a ese lugar y sacar la bala por sí mismo, ser testigo de que todo estaría bien. Pero sabía que le sería imposible atravesar esas puertas por más que quisiera... detrás de ellas se perdía el cuerpo moribundo de la única persona que había creído ciegamente en él, el único a quien podría confiar su vida.

—Señor, no puede seguir.

Lo entendía, joder que lo sabía, pero la impotencia pujaba en su pecho como fuego de llamas negras, quemando su garganta y humedeciendo sus ojos. Dio los pasos que le hacían falta para llegar a la puerta y le golpeo con la palma de la mano, detrás de esas puertas estaba el último rayo de esperanza para Hoseok, la batalla comenzaría allí.

— ¡No te puedes morir grandísimo idiota! ¡No te lo permito! ¡¡Jung Hoseok!! —El grito fue el más dolorido y desesperado que aquel joven enfermero escucho en los dos años que llevaba trabajando allí. Pero desafortunadamente se veía en la obligación de volverlo a sostener para apartarlo de las puertas.

— ¡Señor! Señor por favor, debe esperar aquí. Si hay alguna novedad el doctor a cargo saldrá a darle noticias.

El mayor se soltó con violencia de las manos temblorosas que lo retenían respirando agitado, con la mirada perdida y lágrimas empañando sus ojos. El chico era joven y parecía sentir la violencia irradiar de su cuerpo tratando de ser estricto pero manteniendo la distancia prudente; Yoongi era un alfa imponente y así lo percibía el joven, también era un alfa y sabia reconocer cuando había uno fieramente cabreado cerca.

—Está en buenas manos... harán hasta lo imposible por mantenerlo con vida.

El chico de cabellos negros hizo una reverencia y salió disparado a través de las puertas de vidrio blanco en la misma dirección por la que su amigo se había ido. Él también estaba herido, los vidrios de las ventanas que se quebraron por los disparos había cortado la carne de su brazo derecho, un hilillo de sangre carmesí le dibujaba la piel pálida y algo sucia por el polvo mugriento del suelo donde se arrastró para tirar del cuerpo abatido de su compañero, resguardándolo de los disparos.

My Little, Just Mine.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora