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Suave arrullo del viento.

Fue la primera sensación que sintió Yoongi al despertar. Era cálida y suave sobre su cuerpo, como una caricia angelical.

Pero sus ojos no se abrieron hasta que los recuerdos de la noche anterior se derramaron en su subconsciente; si se concentraba en ello podía sentir bajo la yema de sus dedos la suave piel de Jimin estremeciéndose, cada temblor, cada suspiro, podía revivirlo con claridad.

Había sido la noche, o madrugada, más significativa de su vida entera, ellos unieron sus almas, sus cuerpos y sus destinos enredados entre las cuerdas del amor y el placer, entregando todo al otro... estaban enlazados.

Suspiro una vez más y hundió la nariz entre los cabellos de Jimin: su aroma ya había cambiado, era una mezcla perfecta entre ellos, como el del hogar, una chimenea caliente y tazas humeantes de chocolate en medio del invierno; como el roció húmedo de la lluvia calentado por el sol en primavera. Sus esencias juntas eran perfectas, creando significados diferentes pero semejantes.

Se amaban, eso era lo único que realmente importaba.

Ese chico que una vez fue un tierno cachorro inocente, se había entregado a él con fervor, había tomado su virginidad suavemente, con cuidado. No quiso ser rudo, sería su primera vez juntos y el menor comenzaría a explorar los caminos del placer junto a él, tenían mucho tiempo para disfrutarse mutuamente ¿Por qué apresurarse a la primera? Jimin no era simplemente sexo, Jimin había sido la primer persona a la que le hizo el amor en todos sus años como Alfa y se había sentido bien ser primerizos juntos.

Aquella hermosa espalda estaba pegada a su pecho, las piernas enredadas, la sabana había sido apartada en medio de la calurosa mañana volviendo a dejarles desnudos, expuestos al astro sol que se colaba tibiamente por la ventana. Min abrió los ojos despacio y entre sus pestañas se encontró con hebras plateadas que brillaban a contra luz, el perfil de una mejilla redonda y la curva grácil de aquel cuello elegante del que hacía gala su esposo. Deslizo la mirada adormilada hasta encontrarse con la marca: un poco inflamada pero no tan mal como pensó que llegaría a verse, era de un color lavanda un poco intenso y las marcas de sus dientes se entrelazaban dando formas abstractas que parecían finas cuerdas enredadas. Sonrió aliviado, había sido menos brusco de lo que imagino.

Dejo un beso ligero sobre la mordida y deslizo una mano a través de la cadera hasta alcanzar el abdomen de su omega, volvió a extender la palma sobre aquella zona sensible: era plana y dura, un perfecto y sensual vientre moldeado con ligero ejercicio; no lo necesitaba de todas formas, Jimin era perfecto mirara por donde mirara.

Esa madrugada lo había sido, tan dulce, inocente, entregado...

Su lazo pulso, un latido casi doloroso que le atasco un jadeo en la garganta.

Jimin se removió entre las brumas del sueño quejándose débilmente.

Estaba soñando otra vez, dentro del mundo onírico las cosas no iban bien del todo.

Estaba oscuro, luces trazaban líneas apresuradas a través de la ventana por la que miraba al exterior, confundido, un cachorro de cabellos castaños escuchaba  su madre llorar y jurarle.

—Mamá va a cuidar de ti ¿Me escuchas, MinMin? Siempre, donde quiera que estés, donde quiera que vayas... mamá estará allí contigo —Un dolor ciego estallo en el pecho del menor cuando, aun dormido, reconoció aquella voz como la de su madre. Trato de mirarle, desesperado por recordar su rostro, en busca de aquellas memorias olvidadas que dejo en el oscuro pasado... pero lo único que logro ver fueron unos ojos inundados en lágrimas llenos de amor y miedo reflejados en el retrovisor ¿Era esa la última vez que le había mirado? Madre... —Mamá te ama... nunca lo olvides MinMin, nunca.

My Little, Just Mine.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora