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Cada omega tiene un lugar en casa que le hace sentir seguro, un lugar que le brinda privacidad y tranquilidad. Para Jimin era ese rinconcito vacío en la sala escondido tras el mueble y junto a la chimenea.

En verano acostumbraba a abrir la ventana y sentarse en el alfeizar para que los rayos del sol le calentaran la piel, no le agradaba el aire acondicionado. Por el contrario, en medio del otoño y el invierno, sacaba del armario sus mantas favoritas y las ponía allí junto a un montón de cojines. Le gustaba porque la pared de la chimenea se calentaba por el fuego y las cobijas se sentían tibias al cabo de un rato. Allí trabajaba de vez en cuando también; Yoongi cambio las cortinas para que el sol de media tarde no le molestara y compro algunos cactus y pequeños cuadros que combinaban con la decoración para hacerlo mas ameno. Alguna vez le pregunto al menor si quería un escritorio, pero se dio cuenta que eso le quitaría la belleza al momento de encontrarlo dormido entre las sabanas, acurrucado entre su computador y los papeles, agotado del día.

Quería llevarlo allí, enredarse entre las suaves y ricas sabanas de polar hasta que el calor fuese insoportable. Lastimosamente, su cuerpo que hervía en necesidad y calor, le exigía algo diferente. Jimin siempre era liviano como pluma entre sus brazos, no le era difícil levantarlo y llevarlo escaleras arriba hacia el cuarto, sin embargo, el aroma de aquella piel, el calor tibio de aquel cuerpo contra el suyo, los suaves jadeos contra su boca... le estaban volviendo loco. No tenia tiempo suficiente para llegar al rinconcito o subir al cuarto porque, sin lugar a dudas, terminarían haciéndolo en medio de las escaleras.

Así que, su cuerpo agitado y tembloroso cayó en el sofá, acorralando a Jimin contra el respaldo del sofá sin separar ni un milímetro sus bocas hambrientas. El menor jadeó al sentir a Min apretar en medio de sus piernas con su duro empalme, falto de aire se removió inquieto cuando las manos tibias se hundieron bajo la tela de su camiseta.

Sabía lo desesperado que estaba, casi podía oírle suplicar por piedad en su cabeza. La unión entre sus lazos cada vez era mas clara.

Los besos del mayor se desviaron de aquella boca suave a través de la mejilla, dejando besos cortos y salpicados de camino a su cuello. Con sus rodillas apoyadas en el sillón y las piernas de Jimin a cada lado de su cadera, totalmente entregado a lo que fuese a hacerle, un espasmo ardiente se derramo como lava desde sus entrañas a su miembro; gruño desesperado.

Dolía, la ropa interior y la pantaloneta le estaba torturando, sentía la camiseta pegada a la espalda por el sudor y lo único en lo que podía pensar correctamente era en hundirse en Jimin, suave, lentamente; torturarlo hasta hacerle gemir desesperado su nombre y luego tomarlo sin consciencia golpeando su sensible centro una y otra vez sin perder de vista aquel angelical rostro contorsionado de placer, de deseo y satisfacción que solamente él podría darle.

Gruñendo, empujo sus caderas hacia adelante y sintió las cortas uñas de su Omega enterrarse en la piel de su espalda.

Lo necesitaba, urgente y desesperadamente.

Jimin también lo sabía.

Le quedo mas que claro al sentirlo tan duro contra su entrada, caliente y húmedo aun tras dos capas de tela. Así que nervioso, pero completamente entregado a saciar y calmar el dolor de su pareja, llevo las manos al resorte de la pantaloneta y tiro hacia abajo, arrastrando también el bóxer que parecía demasiado apretado en ese momento. Un gemido ronco abandono los labios de Min al sentir sobre su piel las intenciones de su Omega y con el rostro enterrado en su cuello, le dejo hacer lo que quisiera. En ese momento era esclavo de lo que su destinado quisiera hacerle y al sentir los deditos cortos tocar tímidamente su falo gruñó adolorido.

Joder, iba a ser complicado controlarse.

-¿T-Te duele? -Jimin le pregunto con los suaves y esponjosos labios pegados a su odio, como en un dulce secreto.

My Little, Just Mine.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora