La una de la tarde en el aeropuerto de París. En unos minutos tendré que dejar a mi padre y a mi prima aquí y no quiero ni pensarlo. Tengo un nudo enorme en la garganta que no me deja respirar. No quiero irme de aquí.
- Alice - me llama mi prima en un susurro - ¿Tienes que irte? - preguntó casi al borde del llanto.
- Lo siento Vanessa, tengo que volver, pero te prometo que pronto estaremos juntas - le contesté.
Mi prima me abrazó como si esta fuera la última vez que nos fuésemos a ver. Vanessa y yo habíamos crecido viéndonos demasiado poco pero queriéndonos muchísimo y después de pasar estos diez días aquí, nuestra relación se había fortalecido, a pesar de todo lo que pasó con Philip.
- Te echaré muchísimo de menos - dijo cerca de mi oído mientras su voz se quebraba.
- Venga no llores, sabes que odio las despedidas - dije limpiándole las lágrimas.
La megafonía del aeropuerto se hizo presente, avisándome que tenía que dejar a mi familia y entrar para embarcar al avión. Miré a mi padre, que también estaba emocionado por mi partida.
- Papá - lo llamé - Estar estos días contigo ha sido el mejor regalo de cumpleaños que has podido hacerme - lo abracé - Te quiero.
- Ay Alice... Solo has estado diez días y ojalá hubiesen sido más - respondió besándome en la cabeza - Ten muchísimo cuidado y llámame cuando llegues.
- Sí, papá. Tengo que irme.
Volví a abrazarlos y me dirigí a facturar. Unos minutos más tarde, había perdido de vista a mi prima y a mi padre y me encontraba embarcando al avión. Coloqué mi equipaje de mano y me senté en mi asiento al lado de la ventanilla. No pude evitar que varias lágrimas comenzaran a resbalar por mi rostro mientras recordaba todo lo que había sucedido en estos cortos pero intensos días en Francia.
El avión comenzó a moverse a punto de despegar. A pesar de estar triste por tener que irme de este magnífico lugar, quería llegar a mi casa, abrazar a mi madre y charlar durante horas con Doris. Quería y necesitaba descansar sabiendo que Philip estaría a tantos miles kilómetros que no se le ocurriría venir hasta mi casa para pedirme perdón.
El avión despegó y desde aquí arriba me juré a mí misma que mi francés se quedaría aquí y que yo seguiría mi vida o, al menos, lo intentaría. Entre él y yo no había pasado nada, y mejor así. Ya estaba bastante afectada y no quiero imaginarme cómo estaría si hubiese pasado algo más. Quería pensar que me arrepentiría, pero sabía que era mentira. Me he enamorado muy rápidamente y de la misma manera tengo que borrar ese sentimiento.
Tres horas más tarde había aterrizado en el aeropuerto de Inglaterra. Habíamos llegado con un poco de retraso, pero eso me sirvió para dejar atrás la tristeza y ser feliz aquí, en mi país y con mi gente. Cogí mi maleta y salí del avión tan rápido como pude, pues tenía muchísimas ganas de abrazar a mi madre y a mi mejor amiga. Tan pronto como las visualice, corrí a su encuentro y nos fundimos en un abrazo.
- No sabéis cuánto os he echado de menos - dije con una sonrisa en los labios.
- ¡No puedo creer que estés de vuelta! - respondió Doris - Estás más delgada, ¿has comido bien?
Mi madre y yo la miramos y nos echamos a reír. ¿En serio mi mejor amiga me estaba preguntando si había comido bien? ¿Esa pregunta no debería habérmela hecho mi madre?
- ¿Cómo estás cariño? - me preguntó mi madre.
- Ahora estoy genial por volver a veros. Y tú, ¿cómo estás?
- Tranquila de saber que estás de vuelta - respondió mi madre mientras cogía mi maleta - ¿Tienes hambre? - negué - Entonces, vamos a casa.
El camino de vuelta en el coche de mi madre fue muy divertido. Doris no paraba de decir que me había echado de menos y me amenazó de muerte si algún día volvía a irme tan lejos y no la llevaba conmigo.
- Te lo repito, Alice. Si vuelves a irte sin mí, vas a tener serios problemas. Estábamos deseando que llegara el verano para disfrutar sin tener que estudiar y te vas a París a ver a tu padre durante diez días. La próxima vez, iré contigo y no acepto un no por respuesta.
Mi madre no paraba de reír ante las ocurrencias de mi mejor amiga y yo comencé a sentirme culpable al acordarme de la solicitud para la Escuela de Bellas Artes. Es una gran oportunidad y, si tenía la suerte de entrar, no dudaría en volver allí.
- ¡Doris! No asustes a mi niña. Acaba de llegar y va a querer irse de nuevo.
- De momento, estoy aquí y no pienso irme a ninguna parte.
- Eso espero. Porque de ahora en adelante, yo seré tu sombra - respondió Doris y no dudé ni un solo segundo de que lo que decía, era verdad.
Habíamos llegado a mi casa y estos diez días me parecieron una eternidad. Subí a dejar mi maleta en mi habitación y saqué los regalos de mi madre y de mi mejor amiga. Pensé en darle a Doris el regalo de su hermano, pero quería dárselo yo personalmente, me hacía ilusión.
- Tomad, os he comprado un regalo en Francia.
A ambas les encantaron los regalos, pero sobre todo, el detalle de que me había acordado de ellas, pero ¿cómo no iba a hacerlo? Junto con mi abuela, ellas dos son las mujeres más importantes en mi vida: la persona que me dio la vida y mi mejor amiga, que más bien, era mi hermana. Mi madre comenzó a hacer la cena y Doris y yo aprovechamos para ponernos al día.
- Y bien, cuéntame. ¿Cómo te ha ido por París?
- Pues bien, tengo que contarte muchas cosas pero ahora no voy a tener demasiado tiempo y no quiero dejarte a medias. Así que, la conversación tendrá que esperar - respondí la pregunta de mi amiga - Y tú, ¿cómo has estado durante estos diez días?
- Pues... Lo normal - respondió haciéndose la interesante y sabía que nada de lo que me contaría sería normal.
- ¡Desembucha!
- Está bien, está bien - dijo Doris riendo - ¡He entrado en la facultad de Derecho!
- ¿En serio? ¡Dios! - exclamé - ¡Me alegro muchísimo! Vas a ser la mejor abogada del mundo, estoy segura.
- No esperaba menos de ti - rió - Pero hay más.
- ¿Más?
- Ajá.
- ¿A qué esperar para contarme? No me digas que ahora te vas tú de vacaciones fuera de Inglaterra.
- ¡Já! Ni lo sueñes - dijo Doris intentando parecer seria.
- Entonces, ¿qué es?
- He conocido a un chico. Se llama Tom y no te imaginas lo guapísimo que es.
- No me lo creo.
- Pues créetelo porque es verdad. Es moreno, de ojos negros y va a la misma facultad que yo. Hace dos días fuimos juntos a comer y me encantó. Tiene todo lo que siempre imaginé: culto, cariñoso, simpático... Me encanta.
- ¡Oh dios! Mi mejor amiga se ha enamorado.
- Todavía es demasiado pronto para saberlo chica. Lo conocí hace cinco días cuando fui a la facultad a entregar los papeles.
Hace cinco días... Hace cinco días estaba segura de que volvería a mi país y tendría a Philip a "mi lado". Hace cinco días me di cuenta de que estaba enamorada de un chico al que había conocido hace días.
- A veces, el tiempo es lo menos. Lo que importa, son los sentimientos.
- ¡Uy! - exclamó Doris - ¿Qué te ha pasado a ti en Francia para que digas esas cosas?
Iba a responderle. Iba a decirle todo lo que me había pasado. Iba a contarle quién era Philip y por qué me había roto el corazón. Ella es mi mejor amiga y me consolaría, me apoyaría.
- Pues...
- Chicas, la cena está lista - nos interrumpió mi madre.
Me levanté para ir a la cocina pero la mano de Doris me detuvo.
- Esto no termina aquí.
- Ya... Hablaremos más tarde.
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Te conocí en París
Teen Fiction- Yo... No puedo - dije consciente de que estaba haciéndole daño. - ¿Por qué no puedes? Y no me digas que es por mi hermana. Tú y yo somos mayores de edad y no tenemos que estar escondiéndonos por Doris. - Jared, yo... - le miré a los ojos y dud...