Llegamos a su casa sobre las doce y veinte de la noche. Philip dejó caer las llaves en la mesa central del salón, junto a mi pulsera. Lo vi subir las escaleras y sin decir nada, fui tras él.
Cuando entré en su habitación, la mente se me llenó de recuerdos. Estaba igual que cuando vine por primera y última vez a pasar la noche con él y ante ese recuerdo, sonreí inconscientemente.
- Yo también recuerdo esa noche como la mejor - oí su voz y me senté a su lado en los pies de la cama.
Philip me cogió las manos y con sus dedos comenzó a acariciarlas. Él abrió su boca para hablarme, pero no dijo nada. Así que decidí hablar yo.
- ¿Tienes betadine o algo? - pregunté a lo que Philip asintió y se levantó para entrar en su cuarto de baño.
Poco después volvió con un pequeño maletín blanco y comencé a sacar lo que necesitaba para curarlo. Volqué la pequeña botella de agua oxigenada en un trozo de algodón, empapándolo, y suavemente fui pasándolo por cada extremo de su cara.
- Auch - se quejó apartándose un poco.
- Perdona - dije y, con cuidado, volví a pasar el algodón por su rostro.
Una leve sonrisa se dibujó en mis labios al ver su expresión, y después, volqué el pequeño bote amarillo que ayudaría a sanar sus heridas pronto.
Philip observaba cada movimiento que yo hacía, lo que me ponía bastante nerviosa. Mi mirada se centró en su labio inferior y, con unos suaves toquecitos, comencé a expandir el betadine, hasta que volvió a quejarse.
- Lo siento - volví a decir.
En ese momento mis ojos verdes se encontraron con los suyos, haciendo que un ligero color rosado apareciera en mis mejillas. Comencé a analizar su rostro de nuevo lo que me hizo recordar la pelea que habían tenido él y Jared hacía rato. Instantáneamente, comencé a sentirme culpable por ello y mis ojos se cristalizaron, por lo que rápidamente aparté la vista de él, agachando la cabeza.
- ¿Por qué lloras? - preguntó.
¡Joder! No quería que Philip se sintiera mal por mí, bastante tenía ya con su cara llena de moratones y heridas.
- No estoy llorando - mentí.
Philip me pidió que le mirara y me negué, así que alzó mi barbilla y no tuve más remedio que mirarlo. No pude contenerme. De mis ojos comenzaron a salir varias lágrimas, todas las que había contenido a lo largo de la noche.
- ¿Por qué estás llorando? - preguntó de nuevo.
- Lo siento mucho, Philip. Todo esto ha sido culpa mía - respondí sollozando y apartándome de él.
- ¿Qué estás diciendo?
- Yo no quería que te hicieran daño. Y muchísimo menos un amigo mío. Si no te hubiera avisado para salir esta noche, esto no hubiese ocurrido.
- No es tu culpa Alice. De verdad que no lo es - contestó Philip.
- ¡Es que tú no lo entiendes! Sí que es culpa mía. Jared me besó aquel día porque yo se lo pedí - agaché la cabeza avergonzada y comencé a jugar con el trozo de algodón que todavía tenía en la mano - La rabia se apoderó de mí cuando te vi en el partido de volley con Monique. Desde ese día, me prometí a mí misma que no volvería a llorar por nadie. ¡Y mira lo que he causado! - admití mientras seguía llorando sin parar.
Philip me escuchaba atentamente, pero yo no me atrevía a mirarlo. En cambio, seguía manoseando el algodón, como si pudiese sentirme mejor.
- Tuve miedo porque no quería darle la razón a mis amigos. No quería pensar que verdaderamente para ti había sido un juguete y por eso le pedí a Jared que me ayudase para "darte celos" - hice comillas con mis dedos - Eso lo complicó todo, porque él comenzó a pensar que podía tener sentimientos hacia él, pero no es así, nunca ha sido así - volví a mirarle - Y sobre lo que dijo en el local, quiero que sepas que es mentira: jamás me he acostado con él, solo me desperté en su cama después de una noche de borrachera. Pero no pasó nada.
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Te conocí en París
Jugendliteratur- Yo... No puedo - dije consciente de que estaba haciéndole daño. - ¿Por qué no puedes? Y no me digas que es por mi hermana. Tú y yo somos mayores de edad y no tenemos que estar escondiéndonos por Doris. - Jared, yo... - le miré a los ojos y dud...