Capítulo 47

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Me desperté con un tremendo dolor de cabeza y me juré que no volvería a confiar en Eric ni en sus malditos cócteles.

Iba a levantarme de la cama, pero estaba tan cómoda que decidí quedarme en ella un ratito más. Lentamente, fui recordando todo lo que había pasado y sonreí al acordarme de mi encontronazo con la bruja de Monique. ¡Chúpate esa! Aunque mi felicidad se esfumó cuando recordé también el mensaje que le había enviado a Philip. ¡Tonta! ¡Que eres tonta!

Como si se me fuese la vida en ello, cogí mi móvil para ver la respuesta de Philip, pero me llevé una gran sorpresa y un gran alivio cuando en nuestra conversación no había ni rastro del mensaje de anoche. ¡Menos mal! Nunca me había alegrado tanto porque no me hablase y solté una gran carcajada al ver a la persona que había recibido ese mensaje.

Jared: ALICE GRESTEL de verdad crees que soy un gilipollas???? Anda... DEJA DE BEBER!!!

Yo: Cambia el insulto por el mejor amigo del mundo... Lo siento!!!

Jared: Problemas en el paraíso?

Yo: No creo que esto se considere paraíso... Dejémoslo en ignorancia.

Jared: Valiente gilipollas!!!

Yo: Ahora me entiendes, no? Jajajajajaa

Doris: Qué tal tu noche? La mía ha sido APOTEÓSICA... Sabes quién estuvo toda la noche conmigo?

Yo: Alice 0 - Alcohol 1. Luego me cuentas tu noche con Tom... Yo también tengo que contarte la mía ;)

Después de hablar un rato con mis mejores amigos, decidí meterme en la ducha y prepararme para comer. No sabía qué hora era, pero sabía que tenía hambre.

Hoy, de lo único que tenía ganas era de quedarme en casa tranquila, por lo que me puse unos leggins estampados de color azul y una camiseta de tirantes blanca, con unas deportivas. Bajé las escaleras, esperando encontrar a mi padre, pero en su lugar lo único que encontré fue una nota.

Cariño, he tenido que salir... Temas de trabajo. Espero volver pronto a casa.

En la nevera tienes algo de comida. Te quiero.

Papá.

Pensé en esperar a que mi padre volviera y comer juntos, pero estaba hambrienta y necesitaba llenar mi estómago, así que, me dirigí a la cocina y saqué la comida que mi padre me había dejado en la nevera: empanada de puerros y queso. ¡Riquísima!

Una vez que terminé de comer y de recoger la cocina, me dirigí al salón y encendí la televisión, pero no llegué a sentarme en el sofá, ya que alguien estaba llamando al timbre de la puerta de mi casa y tuve que abrir.

- ¡Hola preciosa! - exclamó un sonriente Philip estrechándome entre sus brazos.

- Philip... ¿Qué tal? - respondí sorprendida.

- ¿Qué pasa? ¿No te alegras de verme? - preguntó.

- Claro que me alegro de verte. Pasa, no te quedes en la puerta.

No podía negar que me alegraba verle de nuevo, pero tampoco podía negar que estaba molesta por su ausencia estos días y porque, según me dijo Monique ayer, ellos sí que habían estado hablando. Cerré la puerta una vez que Philip entró en mi casa y me dirigí al sofá para sentarme, acción que él imitó.

- ¿Cómo has estado estos días?

- Bien. Muy bien - contesté cortante - ¿Y tú?

- ¿Y la universidad? - volvió a preguntar ignorando a mi pregunta.

Te conocí en ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora