Capítulo 42

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- ¿Y bien? ¿Vas a contarme ahora qué ha pasado entre Jared y tú? - pregunté a Philip.

- ¿Tanto te interesa?

- ¡No te imaginas cuánto! - exclamé - Hace apenas unos días casi os matáis y ahora, parecéis amigos de toda la vida. Y, no me malinterpretes, ese cambio en vuestra relación me hace profundamente feliz, pero... ¡Quiero saberlo todo! - añadí emocionada.

- Está bien... Está bien - respondió riendo - El día del accidente, tu amigo me llamó y me contó lo que os había pasado. Yo estaba muy nervioso y tremendamente preocupado, pero Jared intentó calmarme incluso cuando él estaba peor que yo.

- ¿En serio hizo eso? - pregunté sorprendida.

Sé que es Jared es un gran chico, pero jamás podría imaginar que sería él quien tranquilizase a Philip en vez de al revés. ¡Ole mi amigo!

- Sí, de verdad. Fue un gran gesto de su parte - respondió Philip.

- ¿Y de qué hablasteis?

- Mientras estabas inconsciente, tu amigo y yo estuvimos charlando y me preguntó lo que yo sentía por ti, aunque realmente no hizo falta que dijese gran cosa, mi preocupación por ti ya respondía a esa pregunta. También nos disculpamos por la pelea de la otra vez y por último, me prometió que si volvía a hacerte daño, se olvidaría de esa conversación e iría a por mí.

- Pues por tu bien, espero que no vuelvas a hacerme daño.

- Nunca más - respondió sonriendo.

Philip llevó sus manos a mi cabeza y, sujetándola, me besó con ternura. No tenía palabras para describir aquel beso, ni todo lo que mi querido francés me hacía sentir en tan poco tiempo. Simplemente era alucinante.

- ¿Por qué no te quedas a cenar? - pregunté cuando nos separamos.

- Tengo que irme, Alice... Es tarde y mañana tengo que trabajar.

Con un movimiento de cabeza asentí, aunque la verdad me hubiese encantado que Philip cenase con nosotros. Teníamos que aprovechar los últimos días antes de empezar la universidad, pero él no pensaba lo mismo.

- Te prometo que mañana pasaré a buscarte cuando termine de trabajar, ¿te parece? - dijo Philip percibiendo mi tristeza ante su negativa.

- Está bien... Estaré esperándote entonces - respondí con una sonrisa.

Philip volvió a besarme y se dirigió a su moto. Cuando ya había la había arrancado y tenía su casco puesto, volvió su cuerpo hacia mí y, con un movimiento de mano, se despidió antes de perderlo de vista.

Suspiré mirando la calle que mi chico había cogido con su moto segundos antes y sonreí. Después, volví a entrar en mi casa y subiendo las escaleras, decidí hablar con Jared. Tenía que agradecerle lo que había hecho.

Toqué con la mano derecha la puerta varias veces y tras escuchar un <<pase>> por parte de mi mejor amigo, entré.

- ¿Ya se ha ido Philip? - preguntó y yo asentí.

Jared estaba frente al espejo curándose con dificultad las heridas que el accidente dejó en su cara.

- Anda, déjame ayudarte.

Cogí todo lo necesario para curarle las heridas y agarré su mano, guiándolo hasta la cama. Con cuidado y mucha concentración, fui pasando el algodón por todas los arañazos de su cara y, aunque Jared no se quejaba, sabía que todavía había algunas que le dolían.

- Listo - dije con una sonrisa - Ya verás como dejas de sentir dolor. He utilizado mis poderes mágicos para que así sea.

- Entonces, puedo quedarme tranquilo y esperar a que surta efecto - respondió Jared.

- La última vez que Alice dijo eso, estuve enferma durante una semana... - dijo Doris apoyada en el marco de la puerta - Yo que tú no me fiaría tanto.

Los tres nos quedamos en silencio y dirigiéndonos varias miradas, estallamos en una carcajada.

- Eres de lo que no hay - respondí cuando conseguí tranquilizarme - ¡Tú no quisiste tomarte las medicinas y por eso estuviste una semana enferma!

- ¿Pero cómo iba a querer tomarme ese jarabe? ¡Si estaba tan asqueroso como la sopa que un día nos preparó Jared! - contestó mi amiga riéndose de nuevo.

- ¡Era mi primera sopa! - respondió Jared intentando parecer molesto.

De nuevo, mis amigos y yo comenzamos a reír sin parar. ¡Cuánto había echado de menos estos momentos!

- ¿Cómo van esas heridas? - preguntó Doris cambiando drásticamente nuestro tema de conversación.

- Bien, bien. Ya casi no me duele nada - contesté.

- Menos mal...

- ¿Por qué? - pregunté sin saber a qué se refería.

- Porque nos vamos dentro de dos días y tienes que estar al 100% recuperada, sino... ¿Quién va a cuidarte tan bien como lo hacemos nosotros?

¡Lo había olvidado! Mis amigos y mi madre volvían en dos días a Inglaterra y casi no había hecho nada con ellos... ¡Qué rápido pasaba el tiempo!

- ¡Es cierto! - respondí incorporándome de la cama - Y todavía no os he llevado a conocer nada de París... ¡Soy una mala amiga! - exclamé sintiéndome verdaderamente.

- No te preocupes jolie - contestó inmediatamente Jared.

- ¡Eso! No te preocupes nena. Ya tenemos comprado los billetes de vuelta en Navidad. ¡No te librarás de nosotros tan fácilmente!

Su confesión cambió mi estado de ánimo radicalmente. Si mis amigos venían en las vacaciones de Navidad, significaba también que mi madre volvía con ellos.

- ¿Estáis hablando en serio?

- ¡Por supuesto! El 25 de Diciembre regresaremos a París.

Con la emoción a flor de piel, abracé a mis amigos e inmediatamente me arrepentí de lo que había hecho. Un dolor en el costado derecho se hizo presente haciendo que me separase de ellos casi al instante.

- ¿Estás bien? - preguntó Jared.

- Sí, solo ha sido un mal movimiento.

- ¿Quieres tener cuidado? - dijo Doris a modo de reproche - Jared, al final, nos quedamos en París para cuidar de esta cabezota a la que tenemos por mejor amiga - añadió.

Su comentario me hizo reír al instante. Doris era una chica tan natural que sus comentarios, por muy desacertados que fuesen, siempre me hacían sonreír. Ella era única, especial y mi mejor amiga. Que gran verdad es esa de que los amigos son la familia que se elige y ella era mi hermana, aunque por nuestras venas no corriese la misma sangre.

- ¡Os quiero un montón! - dije abrazando a mis amigos.

- Pues anda que nosotros a ti... - respondió Doris.

Y así pasé el resto de la tarde: hablando con mis amigos y recordando momentos de nuestra infancia. Esa tarde no eché de menos a mis padres, que como en los últimos días no se encontraban en casa, pero tampoco extrañé a Philip.

Te conocí en ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora