Capítulo 48

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Había pasado una semana y un día desde la última vez que Philip y yo estuvimos juntos y, para lo único que habíamos hablado, o mejor dicho, que él me había hablado, fue para decirme que no vendría al cumpleaños de mi padre, aunque eso ya lo sabía.

He intentado pensar lo menos posible en él para poder centrarme en mis clases y en disfrutar con mis amigos, pero es imposible no pensar en Philip. El lunes pasado un chico muy mono se acercó a mí y me preguntó si quería ir con él a la fiesta universitaria, y yo en vez de aceptar su proposición, la rechacé. No sé por qué, pero siento que mi querido francés y yo tenemos una cuenta pendiente y, la verdad, no quiero que cuando él y yo volvamos a vernos haya más personas de por medio.

Hoy, 18 de octubre, el hombre que más quiero en el mundo cumplía un año más y quería que fuese lo más especial posible. Por ello, reservé mesa en uno de los mejores restaurantes de París y hablé con el resto de mi familia para poder pasar el día juntos. Claro está que, en cuanto recibieron mi llamada, ninguno quiso faltar en este día familiar.

Pero claro, el cumpleaños de mi padre tenía que empezar de la mejor manera posible, por lo que me desperté temprano, me preparé y bajé a hacerle un buen desayuno francés a mi queridísimo padre: café, tostada con mermelada de fresa y crêpes con chocolate. Yo, en cambio, a pesar de ser inglesa, pasaba un poco del full english breakfast (aunque creo que eso ya os lo había dicho) y prefería algo más ligero: zumo de naranja y tostada. Cuando ya lo tenía preparado todo, lo dispuse todo en una bandeja y con cuidado, subí las escaleras hasta la habitación de mi padre.

- Joyeux anniversaire!!! - exclamé dejando la bandeja con el desayuno en la mesita de noche de mi padre.

Mi padre abrió los ojos ante mis palabras y comenzó a reír cuando me vio con la bandeja del desayuno y el delantal puesto.

- Pero cariño, ¡qué sorpresa! - respondió mi padre sonriente - ¿Todo esto es para mí?

- Bueno... Si quieres... Puedes compartir ese desayuno tan rico conmigo.

- Anda, ven - dijo señalando el lado izquierdo de su cama - Pero antes, quítate ese delantal.

Inmediatamente hice lo que mi padre me dijo y me senté a su lado en la cama. Entre risas y recuerdos, desayunamos juntos.

- Jolie, este desayuno está fantástico.

- Merci beaucoup mon père.

- Si no fuera por ese acento inglés tuyo, parecerías una francesa de verdad.

- ¿Qué pasa con mi acento? - pregunté - ¡A mí me gusta un montón!

- Y a mí... Siempre me ha gustado el acento inglés.

- Así que... Por eso te enamoraste de mi madre.

- Bueno... Entre otras cosas - confesó sonriendo - Aunque hay otro acento que me gusta más que el de tu madre.

- ¿Cuál? - pregunté.

- El de mi hija hablando francés - respondió.

- Entonces solo por hoy, hablaremos en francés - contesté con una sonrisa.

La verdad es que me gustaba hablar en francés, pero con mi familia siempre hablaba en mi lengua materna. Además, mi padre tenía razón: mi acento inglés se notaba aunque estuviese hablando chino, pero me gustaba.

- Papá - lo llamé.

- ¿Qué pasa?

- Hoy no comemos en casa.

- ¿Y dónde comeremos?

- Es una sorpresa - contesté haciendo que mi padre hiciese un mohín - Solo te digo que a las 12:30 tenemos que salir - dije saliendo de la habitación con la bandeja del desayuno en las manos, pero me había olvidado de decirle lo más importante - ¡Ah! Ponte elegante - añadí provocándole una sonora carcajada.

Te conocí en ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora