El despertador sonó temprano. Demasiado, diría yo, pero el día de hoy merecía la pena. Ayer, antes de acostarnos, mis padres nos dieron la idea de pasar el día juntos, los cinco, y así podría enseñarle a mis amigos y a mi madre todos los sitios que había fotografiado en mi anterior visita a París y, sin dudarlo, aceptamos.
- ¡Por dios! - exclamó mi mejor amiga desde el otro lado de la cama - Apaga ese maldito sonido.
- Veo que alguien se ha despertado de muy buen humor - dije con una sonrisa en los labios.
- Déjate de tonterías Alice y vuelve a dormir. ¿No ves lo temprano que es? ¡El sol ni siquiera ha salido!
- Verías los rayos de sol si las cortinas no estuviesen echadas - reí levantándome de la cama.
- ¡Ni se te ocurra! - contestó señalándome con el dedo índice.
- ¡Por supuesto que sí! - respondí corriendo las persianas de un tirón.
Mi mejor amiga se cubrió los ojos con la sábana de la cama mientras decía una larga lista de insultos hacia mi persona, comenzando a reír.
- ¿Por qué tienes que ser tan mala?
- Pues... Porque si no lo fuera, no seríamos amigas - respondí.
Doris se quedó atónita ante mi respuesta y, antes de que pudiese reaccionar, se levantó de la cama y comenzó a darme golpes con el cojín.
- ¡Doris! ¡Doris! - la llamé riendo, pero ella seguía propinándome golpes - ¡Para!
- Eso te pasa por decir tonterías. ¿Cómo que no seríamos amigas?
El ataque de mi mejor amiga cesó y yo por fin pude respirar tranquila. ¡Dios! Doris me había dado con el cojín en todas las partes de mi cuerpo y, de tanto reírme, me dolía la mandíbula.
- Eres un monstruo - la ataqué.
- Y tú una bocazas - respondió cogiendo de nuevo el cojín y comenzando la guerra de nuevo.
Después de cuarenta y cinco minutos, mi mejor amiga y yo estábamos duchadas, vestidas y esperando a que mis padres y Jared bajaran para salir y disfrutar de un bonito día parisino.
- Buenos días preciosidades - dijo Jared llamando nuestra atención.
- Buenos días - respondimos mi amiga y yo al unísono.
- ¿Listas para pasar el último día juntos en París?
- Hermanito, ¿cómo se te ocurre recordarme que mañana nos vamos? ¡Aún no he hecho la maleta! - respondió Doris indignada.
- Y te recomiendo que no guardes las almohadas porque quiero la maldita revancha, Doris.
- Y yo no me iré de París sin haber acabado contigo antes, Alice Grestel.
- ¿En serio habéis hecho una guerra de almohadas sin mí? - preguntó Jared incrédulo - Acabáis de romperme el corazón.
Mi mejor amiga y yo miramos a Jared y levantamos las cejas. Entre Doris y yo sobraban las palabras y, en cuanto nos miramos, sabíamos lo que queríamos hacer.
- ¡A por él! - gritamos.
Jared corrió en dirección al jardín para librarse de nosotras y, en el intento, por poco cae a la piscina con ropa. Mi amigo simuló sacar la bandera blanca de la rendición con un kleenex, por lo que, de momento, le perdonábamos la vida.
- ¡Por el amor de Dios! ¿Todavía seguís practicando estos juegos? - gritó mi madre desde la cocina - ¡Vámonos!
Como si tuviéramos telepatía, los tres hicimos el saludo militar y en fila, nos dirigimos hacia donde se encontraba mi madre. Ella, al ver nuestra reacción comenzó a reír mientras negaba la cabeza.
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Te conocí en París
Teen Fiction- Yo... No puedo - dije consciente de que estaba haciéndole daño. - ¿Por qué no puedes? Y no me digas que es por mi hermana. Tú y yo somos mayores de edad y no tenemos que estar escondiéndonos por Doris. - Jared, yo... - le miré a los ojos y dud...