El trayecto en coche fue divertido hasta que llegamos a nuestro destino. En París había miles de restaurantes, pues justo mi padre nos traía donde trabajaba Philip. Maldita coincidencia y maldito destino.
Tan pronto como llegamos, un nudo se instauró en mi garganta y deseé que hoy mi querido francés no tuviese que trabajar.
- Mesa para cinco, por favor - dijo mi padre a uno de los camareros.
Rápidamente, el camarero nos dirigió a una mesa cerca de la ventana. Estaba nerviosa y comencé a mirar a mi alrededor, buscándolo. Pero no lo encontré, lo que hizo que comenzara a tranquilizarme.
- ¿Qué van a tomar? - preguntó el mismo camarero de antes.
- Traiga una botella del mejor vino que tengáis - contestó mi padre.
- Yo quiero una Coca - Cola - dijo Jared.
- Y yo un Aquarius de naranja - contestó Doris.
- Que sean dos - añadí.
- Perfecto. Una botella de vino para los señores, una Coca - Cola para el muchacho y dos Aquarius para las señoritas - repasó el camarero - Ahora mismo vuelvo con las bebidas. Aquí os dejo la carta para que vayan mirando qué quieren de comer.
El joven camarero se fue y yo le seguí con la mirada. En ese momento, apareció Philip y maldije en silencio por mi mala suerte. Dos veces que he venido a comer aquí, y las dos veces estaba trabajando.
Philip se acercó al camarero que nos había atendido, le dijo algo al oído y el muchacho desapareció. Mi querido francés me sonrió, pero su sonrisa se esfumó en el momento que vio a Jared sentado a mi lado. Después de esto, Philip se adentró en la cocina, desapareciendo de mi vista, gesto que yo agradecí.
Comencé a ver la carta, aunque a decir verdad, no me sirvió de mucho ya que sabía perfectamente qué iba a pedir: berenjenas rellenas con bechamel y queso. Una delicia.
- Aquí tienen sus bebidas - dijo una voz muy conocida.
Cerré los ojos y recé para que mis amigos hicieran la vista gorda y no comentasen nada, pero si antes lo pensaba, antes sucedía.
- ¿Philip? - preguntó atónita Doris - ¿Trabajas aquí?
- ¡Qué alegría veros aquí chicos! - exclamó Philip con una sonrisa en los labios - Sí, trabajo aquí y hoy, os serviré yo.
- ¿Dónde está el otro chico que nos ha atendido? - preguntó Jared molesto.
- Se ocupará de las mesas de fuera. Espero que no les moleste que ahora os sirva yo.
- ¡Claro que no, muchacho! - respondió mi padre con efusividad.
- ¿Han pensado ya qué desean para comer?
Uno a uno, fuimos diciendo lo que queríamos. Jared aprovechaba cada momento que Philip estaba cerca para gastarme bromas, tocar mi pelo o posar su mano en mi hombro. Se podría decir que esta comida estaba siendo bastante incómoda, por lo que decidí levantarme para ir al baño.
- Disculpadme, necesito ir al baño - me excusé con mis padres y mis amigos.
Una vez que entré en el aseo, cerré el pestillo y dejé que todo el aire que estaba conteniendo saliera. Estaba agobiada por las continuas muestras de cariño de mi mejor amigo y la presencia de Philip.
Segundos más tarde, llamaron a la puerta. Me miré al espejo y cogiendo aire, abrí. Iba a salir, pero un cuerpo mucho más fuerte que el mío me empujó hacia dentro del baño.
- ¿Qué estás haciendo? - dije mientras Philip cerraba la puerta con el pestillo de nuevo.
- Lo que tenía que haber hecho anoche.
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Te conocí en París
Novela Juvenil- Yo... No puedo - dije consciente de que estaba haciéndole daño. - ¿Por qué no puedes? Y no me digas que es por mi hermana. Tú y yo somos mayores de edad y no tenemos que estar escondiéndonos por Doris. - Jared, yo... - le miré a los ojos y dud...