Parecía mentira que por fin estuviese pisando suelo francés. El vuelo duró 2 horas y 30 minutos, pero a mí me había parecido una eternidad.
Me dirigía a la salida del aeropuerto y ahí estaba mi padre, tan elegante e informal como siempre, esperándome con una sonrisa que mostraba felicidad e incertidumbre.
Después de tres años me encontraba delante del hombre al que más he querido, quiero y querré y del que me he acordado todos y cada uno de los días. No pude contener las ganas y corrí a sus brazos.
- ¡Papá!
- ¡Alice!
Nos abrazamos por un largo tiempo. No podía ni quería salir de su abrazo, me había hecho tanta falta que necesitaba que mi cuerpo se acostumbrase a la presencia de mi padre.
Por fin nos separamos y pude mirarle a los ojos. Mi padre estaba emocionado y feliz.
- Te he echado muchísimo de menos, mi preciosa niña.
- Yo también a ti papá. Pero ahora estoy aquí, al menos, por los próximos diez días.
- No sabes lo feliz que me haces. - dijo mi padre volviéndome a abrazar - Vamos a casa, tenemos que aprovechar el tiempo que estés aquí. Estoy seguro de que París te encantará.
Gran parte del trayecto en coche estuvimos en silencio.
Mi padre conducía mientras yo miraba por la ventana. Quería decirle y preguntarle tantas cosas, pero también sabía que no era el momento.
Recordé a mi madre e inmediatamente le mandé un mensaje para hacerle saber que había llegado sana y salva y que ya estaba con mi padre. Cerré los ojos y dejé que la música inundase mi mente hasta que la voz de mi padre hizo que los abriera.
- Cariño, mañana iremos a comer a un restaurante. Tu familia está deseando volver a verte.
- Está bien, me parece una idea estupenda. - dije sonriendo - Yo también tengo muchas ganas de volver a verlos. ¿Qué haremos hoy?
- De momento, dejar tus maletas en casa. Daremos una vuelta y te enseñaré los alrededores. Me imagino que estarás cansada así que hoy no tendremos muchos planes. Mañana aprovecharemos el día desde temprano, necesito que estés descansada para la comida con la familia.
- Sí, es cierto que estoy un poco cansada pero... ¡estoy en París, papá! El sueño puede esperar.
Mi padre esbozó una sonrisa ante mi comentario. Veinte minutos más tarde nos encontrábamos estacionados delante de una casa de dos plantas muy parecida a la mía en Inglaterra.
El barrio era precioso, nada comparado con el mío y, en este momento, hubiese deseado que mi madre estuviera aquí. Seguro que le encantaría.
- Ya hemos llegado - dijo mi padre entrando en la casa - este es mi hogar y también el tuyo. Tu cuarto está en la segunda planta. Espero que te guste la decoración, aunque sabes que nunca se me ha dado bien. - dijo mi padre sonriendo - Ponte cómoda y organiza todo, te espero aquí abajo para salir.
Subí las escaleras y admiré cada rincón de esta casa. Después de abrir un par de puertas, llegué a mi habitación que estaba decorada en tonos celestes y blancos y con varios cuadros de fotos en la pared. Me sorprendí al ver que en ellas también aparecía mi madre, lo que me hizo pensar que quizás ellos mantenían una cordial relación mientras que yo había estado molesta con los dos durante algún tiempo, aunque con mi padre aún lo había estado más. Había una cama de matrimonio, un escritorio, un armario grande y un espejo. La ventana daba al jardín trasero donde había una piscina e instantáneamente, me entraron ganas de bañarme.
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Te conocí en París
Novela Juvenil- Yo... No puedo - dije consciente de que estaba haciéndole daño. - ¿Por qué no puedes? Y no me digas que es por mi hermana. Tú y yo somos mayores de edad y no tenemos que estar escondiéndonos por Doris. - Jared, yo... - le miré a los ojos y dud...