Capítulo 64

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Cuando me aseguré de estar lo suficientemente lejos de esas víboras, me senté en uno de los bancos del parque donde conocí a Philip y respiré hondo, tranquilizándome y dejando que el nudo que tenía en la garganta desapareciese.

Quería gritar, darle un par de puñetazos a la pared y llorar, pero me negué a hacerlo. Yo era mucho más fuerte que todo esto y él... Él no se merecía que yo estuviera sufriendo por su imposibilidad de estar con una sola mujer.

Cubrí los ojos con mis manos y me acordé de Doris, de mi prima Vanessa e incluso de Jared. Mira que me lo advirtieron miles de veces: "no te fíes", "ve a tu ritmo", "ten cuidado". Y yo nunca quise hacerles caso. Tonta, tonta y tonta.

Mi móvil comenzó a sonar y en la pantalla apareció su nombre junto a una foto nuestra en la terraza de aquel maravilloso hotel, abrazados y felices. Dudé en descolgar, ya que no sabía si estaba en condiciones de hablar con él, pero siempre me he considerado una persona valiente, que afronta sus miedos y que no se deja pisotear por nadie, y con este pensamiento, finalmente decidí coger su llamada.

- Dime.

- Cariño, ¿dónde estás? - preguntó Philip desde el otro lado de la línea - Llevo esperándote media hora y de tu casa a la mía solo hay diez minutos. La comida está lista y si tardas, se enfriará.

Me quedé en silencio, pensando si debería ir a su casa y enfrentarlo o, por el contrario, huir y encerrarme en mi habitación a esperar que la pena que siento se esfumase y volviese a ser yo. Pero... ¿Qué estaba diciendo? Yo no tenía que encerrarme en mi habitación a llorar porque la persona que he querido más que a mi vida me ha engañado durante todo este tiempo.

- Voy de camino - dije colgando la llamada.

Me levanté del banco y me dirigí a su casa, dispuesta a escuchar la verdad de todo lo que me habían dicho. Quizás sea un poco masoquista, pero quería escuchar toda la historia de su boca.

Llegué bastante rápido y antes de que pudiese llamar al timbre, Philip ya había abierto la puerta y me había estrechado entre sus brazos.

- Te he echado de menos mi inglesa - dijo Philip posando sus labios sobre los míos.

Sí. Me besó, pero yo no le correspondí. Más bien deshice nuestro abrazo y entré en su casa. Mi casi ex novio me siguió, confundido. Desde luego, no era para menos.

Una vez dentro dirigí la mirada a la mesa en la que estaba nuestra comida. Estaba claro que Philip se había esforzado porque había preparado unos platos que a simple vista se veían deliciosos. Quizás sea el sentimiento de culpa, dijo mi subconsciente.

- ¿Ha pasado algo? - preguntó preocupado.

- Tenemos que hablar.

- ¿Ahora? - preguntó - Vamos a comer y luego hablamos - dijo cogiendo mi mano, pero yo negué y me aparté de su lado - ¿Qué te pasa?

- ¿Tienes algo que contarme? - pregunté.

- No que yo sepa - respondió dudando - ¿Por qué? ¿Qué pasa?

- Pasa que cuando salí de mi casa, hace unos cuarenta y cinco minutos, me encontré a Monique y a Lucy. Estaban esperándome - dije casi en un susurro - ¿De verdad que no tienes nada que contarme?

Philip palideció, dándome a entender que sabía a lo que me refería, pero igualmente negó con la cabeza, como si estuviera esperando a que fuese yo la que hablase.

- ¿Es cierto? - pregunté de nuevo.

Mi casi ex novio miró al techo y luego al suelo, como si allí fuese a encontrar la manera más apropiada de decirme que me había engañado y que he ido paseando unos cuernos gigantes por todo París durante todo este tiempo.

Te conocí en ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora