Sinu
Seis años atrás
—Por favor, no corran por los pasillos —Era casi agotador ir de un lado a otro ordenando y poniendo cada cosa en su lugar dentro de aquel hogar de ayuda, era más bien un orfanato, ya que solo dábamos ayuda a adolescentes menores de 18 años—. ¿Qué hacen tan tarde despiertas niñas? —pregunté a dos gemelas, las cuales habían llegado hacía mucho tiempo y me llenaban de ternura por sus acciones, que algunas veces eran un poco torpes, pero tiernas a la vez siempre que me topaba con ellas, lo cual era muy a menudo, ya que parte de mi vida estaba en aquel lugar desde hacían varios años atrás.
—Nada, señorita Sinu —dijo una de ellas, la cual supuse que se llamaba Pamela porque eran idénticas y con la poca luz me era casi imposible identificar cuál era cuál en ese momento.
—Solo estábamos ... —Por suerte una llevaba el pelo más corto que otra, esta era Paola, parecía nerviosa—, hmm, íbamos a nuestros dormitorios.
—Sí, eso —habló la otra pequeña de trece años, tomando la mano de su hermana para después desaparecer por el pasillo del edificio.
¡Por suerte había una más alta que la otra!
—Adolescentes, siempre piensan que la vida es sueño —dije sonriendo, ¿acaso no era eso la vida?
Caminé hasta la oficina, siguiendo el corredor detrás de las escaleras, obviando a las gemelas para terminar algunos papeleos y luego ir a mi casa y descansar un poco. Hoy había sido un día muy agotador y la verdad, el frío intenso de esa época del año y la noche me tenían cautiva entre dos o tres abrigos sobre mí cuerpo, así sería más fácil mantenerme caliente a pesar del calefactor del edificio, pero digamos que no era el mejor.
Seguí mi camino hasta que escuché un ruido que provenía de las escaleras, al parecer había alguien allí observándome, mi corazón empezó a latir muy rápido, ya que la poca luz que había no me dejaba ver con claridad, pero aun así desvié mis pasos sigilosamente hacia donde el sonido de alguien que sollozaba se escuchaba haciendo eco en los pasillos.
No había nadie observándome.
Di unos cuantos pasos más para acercarme, y en unos cinco metros se encontraba una larga y negra cabellera de una pequeña de algunos doce años, su piel parecía muy pálida y sus manos se abrazaban a sus rodillas mientras sus sollozos parecían incontrolables, era aquella niña otra vez.
Me rompía el corazón cada vez que me la encontraba de esta manera, nunca dejaba que nadie se le acercara o le hablara, muchas veces lo había intentado, pero ella rechazaba cualquier acercamiento, parecía su sistema de defensa y yo solo me preguntaba a qué le podía temer tanto una niña de doce años.
—Hey —dije por encima de un susurro para que ella pudiera escucharme, pero ella no levantó la mirada—. ¿Otra vez esas pesadillas? —pregunté, sentándome en el suelo a su lado y tomando una distancia considerable para no asustarla o espantarla con mi cercanía, pero aun así ella no levantó la cabeza, solo lloraba sin parar casi en silencio.
No pude evitar mirarla y sentir preocupación, ella se veía tan indefensa y frágil que parecía que con cada sacudida que daba su cuerpo algo dentro suyo se debilitaba.
—Una vez, hace mucho tiempo atrás, existía un pez —empecé a hablar con cuidado a ver si captaba un poco de su atención—, era un pez muy muy viejo y solitario, nunca tuvo amigos ni familia o algún pez vecino. Siempre pensó que la compañía era una pérdida de tiempo porque se tenía a sí mismo para lo que él pudiera necesitar —Su llanto iba disminuyendo a medida que mi voz era lo único en el pasillo, ¡ella estaba escuchando!—. "Me tengo a mí mismo", decía aquel pez mientras nadaba por el basto mar, "Me hablo, me amo, me cuido y, sobre todo, me acompaño cuando la oscuridad reina, ¿para qué quiero a alguien más?", estos eran los pensamientos de aquel pez, el cual era muy narcisista, razón por la que nadie nunca se interesó en hablarle o simplemente nadar con él, ya que todo el mundo marino pensaba que si hacía una de esas cosas aquel gran pez los ignoraría o solo seguiría su camino —Aquella era una historia que me acababa de inventar y ni siquiera sabía cómo terminarla, pero estaba funcionando, los ojos negros por la oscuridad de la noche de aquella pequeña se habían puesto en mí dándome toda su atención y eso me hacía sentir de una manera casi inexplicable; sentía que por mi pequeña historia ella había dejado de llorar por un momento y tal vez la estaba distrayendo de aquello que la atormentaba cada noche—. A nadie le gusta ser ignorado, pero lo que aquellos peces no sabían era que aquel pez arrogante y demandante se sentía muy solo y vestía su tristeza con orgullo y felicidad en la soledad, ya que no sabía cómo ser interesante o cómo dar un saludo cordial a los demás por miedo al rechazo también, así que llegó un día que estuvo muy enfermo y murió —Los ojos de la pequeña se cristalizaron de nuevo.
—¿Nadie nunca le habló al pez? —preguntó con preocupación en su voz y los ojos mojados.
—Muchos peces lo hicieron, pero aquel pez nunca respondió porque estaba asustado y no sabía qué hacer —dije mirando a la pequeña de cabello largo
—¿Alguna vez alguien te ha intentado hablar? —Ella se quedó pensativa para después asentir—, ¿y qué le has respondido?
—Nunca les he hablado —susurró, desviando la mirada, su voz era tan dulce y suave que me llenaba de ternura con cada palabra, la verdad era que siempre había intentado hacerla hablar, pero nunca lo había logrado hasta ese día—. No sé qué decirles y no quiero que luego se vayan porque soy aburrida y torpe —confesó con tristeza bajando la cabeza.
—¿Quién te hace pensar eso? —pregunté tratando de sacar información.
—La manera en que me miran, todos piensan que soy interesante porque no hablo —Suspiró—, pero la verdad es que no hablo porque no sé qué decir o cómo actuar delante de los demás niños normales.
—¿Y qué te hace pensar que no eres normal? —pregunté un poco intrigada.
—Todo lo que me ha pasado —dijo, tratando de controlar las lágrimas—. Pero no quiero hablar o recordar eso.
—¿Cuantos años tienes, pequeña? —No era posible que aquella niña tuviera doce años y hablara de aquella manera.
—Cumplo trece en estos días, pero no sé cuándo exactamente —Otra vez esa mirada triste invadió su rostro, ¿cómo era posible que no supiera la fecha de su cumpleaños? Eso era muy extraño y triste—. Fue un placer hablar con alguien en tanto tiempo señora Azriel—Sabía mi nombre al menos—, me tengo que ir. Adiós.
Se levantó con rapidez, escapando de mi vista y dejándome intrigada por aquellas palabras, me alegraba saber que aquella chica sí hablara, pero me inquietaba el porqué de su comportamiento distante.
Los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses y al parecer mi intriga y deseos de conocer a aquella niña se hacían más y más fuertes, sentía una conexión tan grande con ella que en muy poco tiempo la fui queriendo como a la hija que nunca tuve, aunque nunca descubrí cómo llegó aquí.
Hades y yo, después de nuestra charla ese día en el pasillo, nos fuimos acercando y me parecía increíble cuánto sabía aquella pequeña que nunca había ido a una escuela pero su tema de conversación favorito era Historia porque cada vez que hablaba de los acontecimientos que habían pasado en el mundo ella los compartía con un brillo especial en sus ojos marrones, la verdad era que con cada paso que daba para acercarme a ella, más la quería como a una hija y podía sentir que el cariño era mutuo y eso me alegraba sobremanera.
—¿Está hablando en serio, señora Azriel? —Había lágrimas en los ojos de aquella niña mientras intentaba quitarlas con sus pequeñas manos.
—Por supuesto, Hades —dije y ella se acercó a abrazarme fuerte y la ternura que esa imagen me provocaba lo era todo, definitivamente para mí esa pequeña lo merecía todo después de sufrir tanto a su corta edad—. He hecho todo lo necesario para que te vengas a vivir conmigo y darte mi apellido para así llamarte hija —No era un secreto que en mis ojos había lágrimas también.
—Entonces será un placer, llamarle Madre —Y solo con esas palabras mi corazón sintió algo especial que había crecido en tan poco tiempo por aquella niña que parecía tan feliz en ese momento; me prometí a hacer todo lo posible para que eso siempre fuera de esa manera.
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Los secretos de Hades
RomanceEl odio en su estado puro y sin razones claras define la relación entre Hades y Kore; aquí nada será igual luego de colapsar en lo impensable: el amor. Kore cree saber lo que quiere. Hades sabe lo que quiere. Kore tiene una idea fija sobre Hades, pe...