Capítulo cuarenta y dos
En blanco...
Así me encontraba en aquel vehículo, no sabía dónde estaba, con alguien que ni siquiera soportaba, mis cejas no podían estar más unidas de tan fruncidas que las tenía, aunque ni siquiera me daba cuenta de aquello, a donde nos dirijamos, cada vez hacía más frío y era extraño porque hacía unas horas el sol brillaba sobre la ciudad de Vancouver. Ya estaba desesperada.
—¿A dónde demonios vamos, Harry? —pregunté de mal humor, odiaba y detestaba las sorpresas, de eso no había duda.
—No puedo decirte —dijo aún con la mirada al frente, ni siquiera se atrevía a mirarme a los ojos.
Cobarde.
Los siguientes veinte minutos fueron muy silenciosos, ya no veía más calle asfaltada y pronto entendía la razón por la cual estábamos andando en un Jeep, el verde era casi abrumador pero hermoso, lo único que me molestaba era la presencia de Harry, quien parecía nervioso.
La verdad hacía tanto tiempo que no salía que muy en el fondo de mí estaba disfrutando la brisa fría, el aire puro y el sonido de la naturaleza, pero de pronto sentía que algo me faltaba, sentía su ausencia, extrañaba tanto a Hades que ni siquiera podía disfrutar de algo sin pensar en ella, cada noche, cada día...
A veces me preguntaba cuándo fue que me acostumbré tanto a ella...
¿Cómo podía extrañarla tanto?
¿Por qué mi primer pensamiento al despertar era abrazarla?
¿Por qué dolía tanto pensar en que ya no existía?
De pronto, no me daba cuenta que mis lágrimas mojaban mis mejillas, mis labios comenzaron a temblar y lo peor era que no era por el frío.
La verdad me sentía tan perdida sin ella, no sabía por qué, pero desde que mi madre había muerto no había sentido tanto vacío dentro de mí. ¿Por qué me dolía tanto?
Ni siquiera había pensado en todo el tiempo que había pasado para poder acostumbrarme a ella, nuestro último año en secundaria, lo hermosa que se veía con aquel vestido largo, parecía una princesa salida de un cuento de hadas y cómo me moría de celos al ver cómo el mono parlanchín de Harry la tomaba de la cintura y bailaba con ella, mientras yo debía estar al lado de Kayn "para que las cosas salieran bien". Así decía mi padre.
*Flash back*
—Sabes que debes calmarte, Kore —decía poniendo un mechón de Cabello que caía rebelde por mi cara.
—Vámonos de aquí, Hades —dije acercándome a ella. Quería besarla, pero temía quitar su labial rosa. Aunque no lo necesitaba, ella tenía los labios más hermosos que pudieran existir.
—Estás celosa —Lo estaba.
—No lo estoy —mentí.
—Te quiero, Kore...
¿Alguna vez han sentido que no hace falta nada en un momento de sus vidas?
Pues ese fue el momento donde me sentí de esa manera, tres palabras me completaron como nada en la vida lo había hecho.
No podía parar de mirar sus ojos que en ese instante parecían negros como la noche más estrellada que alguna vez tuve la oportunidad de ver, negros brillantes, su brillo me iluminaba, sentía cómo algo dentro de mí empezaba a crecer, sentía cómo mis ojos empezaban a humedecerse, ¿era eso muy patético? ¿Estaba actuando como una niña?
No tenía respuestas, pero al mirarla tampoco tenía preguntas, la quería.
No lo pude evitar, la besé. La besé como si nunca antes lo hubiese hecho, Dios, cada beso era mejor que el anterior, Hades me volvía loca, era un beso dulce, sin ninguna intención de ir más allá de una caricia, nunca pensé que un beso se pudiera disfrutar tanto.
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Los secretos de Hades
RomanceEl odio en su estado puro y sin razones claras define la relación entre Hades y Kore; aquí nada será igual luego de colapsar en lo impensable: el amor. Kore cree saber lo que quiere. Hades sabe lo que quiere. Kore tiene una idea fija sobre Hades, pe...