V-. La Bella Durmiente

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Me pican los ojos, no sé cuánto tiempo llevo llorando, ni siquiera sé cuánto ha pasado desde esa pesadilla

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Me pican los ojos, no sé cuánto tiempo llevo llorando, ni siquiera sé cuánto ha pasado desde esa pesadilla. Quisiera que sólo eso fuera, una simple pesadilla, pero la suciedad en mis manos y el dolor en mi estómago me recuerda que realmente no es eso, no es una pesadilla, es mi verdad. Pero, ¿Por qué pasó esto, qué hicimos mal?

El Sol me lastimaba, fue entonces cuando me di cuenta de que ya había amanecido, pero no le presté importancia. Después el Sol fue ocultándose poco a poco, sólo la Luna quedó como único testigo de mi dolor y al mismo tiempo era mi consuelo.
Realmente es dudoso cuánto tiempo llevo aquí sentado, solo de pensarlo se me hace un nudo en la garganta y sin poder evitarlo más lágrimas calientes corren por mis mejillas, inclusive me arden por mis heridas. Pero nada de eso me importa, sólo el hecho de que debo de aceptar que es hora de acomodar a la bella durmiente para que descanse bien, por que lo merece.

Me arme de valor, solté despacio el aire y con cuidado me fui levantando de mi lugar, me sacudí la ropa y me dirigí a los restos de lo que algún día fue mi hogar, en donde alguna vez fui feliz. Aunque me duela debo aceptar que es lo que se debe hacer cuando alguien muere, para mi ella esta dormida, sumergida en un sueño profundo del que no volverá a despertar jamás.
Me dirigí a mi habitación y jalé la sábana blanca, aunque estaba algo sucia y rota sirve.
Salí afuera muy lentamente, mis manos me temblaban. Tengo miedo, siento mi estómago revolverse y encogerse.

Al cruzar la puerta, me detuve frente a ella. Extendí la sábana en el suelo con cuidado, no estoy seguro de querer hacer esto, pero si yo no lo hago ¿Quién lo hará por mí?
¿Por qué nadie me ayuda? ¿O me consuela, por qué?
Es en este momento en el que se lo que sentían aquellos niños que lloraban desconsolados junto a sus padres,  esas eran las consecuencias de la avaricia y maldad humana; unos soldados habían destruido a un pueblo cercano del nuestro. Sólo se escuchaban llantos y lamentos tanto de niños como de adultos. Fue algo perturbador, nadie los ayudaba, excepto mamá y yo, llevábamos comida y tratábamos de ayudar en lo que se pudiera, aunque ahora que lo pienso no era mucho lo que hacíamos.

Siempre había pensado " pobres de las personas que sufren de males que no merecen, después de todo ¿quién tiene derecho de decidir si una vida debe apagarse o no? "

He ahí la arrogancia humana, aunque no todos somos iguales, aún hay esperanza, ella dijo eso una vez; no entendía porque los defendía, no tenía por qué pero aún así lo hacía siempre.

Me armé de valor, respire y me agaché para poner su cuerpo poco a poco en la sábana. Terminando de hacerlo la empecé a jalar con mucho esfuerzo hacia la colina, en donde una vez la vi reír, ser feliz. Es feo que me golpeé la realidad y sepa que jamás la volveré a ver risueña ahora son sólo recuerdos que permanecerán para siempre en mi mente y en mí corazón.
Subí hasta la cima con dificultad en dónde estaba la vista y había algunos árboles, quité algunas flores que sembramos antes, y con mis manitas empecé a cavar su tumba.

Transcurrió el tiempo, el Sol se metió y salió la Luna. La Luna se ocultó y apareció el Sol. Y así pasó hasta que terminé, mis manos estaban llenas de raspones y cortadas, pero aún no era suficiente como para apaciguar mi dolor interior.
La fui bajando con cuidado en la sábana al hoyo, una vez abajo la acomode como si no le hubieran cortado nada, inclusive la cosí con cuidado; ya antes había cosido a mi osito de trapo, claro que con ayuda de mi mami si no hubiera intervenido ésa vez ella, de seguro también se queda mi mano pegada en él osito, el recordar eso me hizo dibujar una sonrisa algo decaída, seré honesto ella aunque cometía errores como todas las personas, fue alguien muy buena, ella me cuido muy bien y se lo agradezco mucho.

Después de acabar de cocerla, me dirigí al río por agua, al regresar a donde estaba ella, corté un trozo de mi blusa, la sumergí en el agua y la fui limpiando poco a poquito. Al acabar coloqué en sus manos aquella rosa blanca que se tiñó de rojo por la codicia y maldad de los hombres, 3 lágrimas cayeron en ella, me fue imposible detenerlas y así como cabe la tape con tierra.

Al terminar de enterrarla puse flores sobre su tumba, y me quedé sentado ahí, solo; completamente solo, aún creo que esa es mi penitencia por no morir. Realmente no le deseo a nadie esto, el ver morir a algún ser querido es realmente doloroso y mientras más pienso en eso más se me parte el alma. Fui feliz, muy feliz, éramos buenas personas y aún así nos pasó esto, aún así aunque no quisiéramos dañar a alguien en nuestra vida a nosotros nos han dañado de una manera horrible. Pero, de todas maneras no le tendré rencores a nadie, de qué me sirve odiar si eso no la va a traer de vuelta.

Me siento muerto en vida......

Un Ángel Sin Nombre (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora