ĪV-.La Tempestad Llega

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Al aparecer el sol, me levanté con él

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Al aparecer el sol, me levanté con él. Mamá aún dormía, después de haberlo verificado me fuí sigilosamente a mí cuarto; me aliste y salí corriendo hacía aquella colina. Quería regalarle a ella las flores que había sembrado yo solito, eran unas rosas blancas.
Al llegar a la colina, fui directamente al lugar en donde  las había cultivado.
Al momento en que llegué me detuve a observar las con detenimiento, y vi que estás estaban en muy buenas condiciones, habían crecido muy bien. Gustoso por mi trofeo las corté con delicadeza, a una rosa se le trata con mucho cuidado y cariño. Al tomarlas me fui corriendo a dejarselas, me baje feliz, esta era la primera vez que las sembraba yo solito, no paraba de imaginarme la cara de sorpresa de mi madre cuando las viera.

Pero, al  terminar de cruzar el bosque mi mundo se detuvo, incluso mi buen humor se esfumó, desapareció como el viento. Todo paró en ese  preciso instante y mi corazón empezó a latir muy rápido, realmente uno no sabe cuándo su vida va a cambiar y al parecer este es el momento en el que la mía cambiará para siempre, dentro de mí creció un mal presentimiento.

Mi madre se encontraba afuera de la casa y con ella unos extraños hombres, sus ropas eran raras; no alcanzaba a escuchar nada pero algo que note es que ella estaba llorando, no me gusta verla llorar. Ellos al parecer estaban discutiendo en un principio con ella, pero de pronto empezaron a golpear la, solté una de las rosas  en el impulso de correr hacía ella.

- ¡Mamiii! - grité, se me salía el aire y mi corazón estaba agitado, tenía miedo. Ella volteó a verme sollozando.

- ¡Vete Engél!, ¡Vete, fuera de aquí! - me gritó y por consecuencia los hombres voltearon, ellos al verme se rieron con maldad.

- Hija de puta, pero mira al bastardo que tienes por hijo. - dijo uno de ellos mientras se me iba acercando.

Ellos eran en total 5 y dos caminaban hacia mí, en ese momento la sangre se me bajó a los pies, no tenía ni idea de lo que debía hacer, ¿Alguien podrá venir a ayudarnos?

- ¡Dejen a mi hijo en paz!, ¡Vete Engél, corre, huyee! - gritó ella.

La tenían agarrada por los hombros dos de ellos, y de su boca aquella que algún día mostró la sonrisa más bella, estaba teñida de rojo escarlata. Y ya era demasiado tarde para huir o quizá pedir ayuda. Corrí, pero me tropecé con una piedra y caí de narices. Fue en ese momento en el que aprovecharon para atrapar me.

Me jalaron de los pies y empezaron a  golpear me, intenté poner mis brazos delante de mí pero realmente no sirvió de nada. Mi mamá gritaba histérica que se detuvieran, pero ellos hacían caso omiso a sus súplicas.

- ¡Altoo!, déjenlo, por favor se los ruego! - gritó mientras lloraba y forcejeaba para soltarse.

- No te preocupes de todos modos tú también te unirás a la fiesta muy pronto. - dijo el que estaba del lado izquierdo de ella.

- ¡Noooo!. - gritaba y lloraba mi madre.

Ya todo me parecía borroso, inclusive quedé un poco sordito, pero me duele que nadie nos escuchó.................
.......................... Y peor aún nadie nos ayudó.
Mi sangre en mi boca sabía a metal, era horrible; cuánto hubiera deseado que no se detuvieran en pegar me.
Eso  lo pensé mientras me daban patadas en el suelo, me sentía adolorido, sólo quería que todo esto acabará. Sólo quería morir.
Ella se soltó, como pudo mordiendo los en uno de sus brazos. Rogó por última vez que me dejarán ir.
Fue en ese momento cuando la vi por última vez, eso sentía, pensaba que tal vez sería la última imagen de mi madre. Por querer ir a atraparla a ella me dejaron en paz, se fueron contra ella ahora entre todos.
Sólo podía escuchar los gritos y maldiciones; pero lo hacía a medias, quedé un poco atolondrado por los golpes. Como pude me medio senté en el suelo y empecé a hipar al instante, estaba recuperando el aire que se me había escapado, al momento de que mis ojos enfocaron bien la situación; sólo me quedó llorar.

- ¡Corre, vete, huye! - habló lo más alto que podía entre su llanto.

Ya la tenían otra vez inmóvil, pero lo que no noté hasta después de observar bien todo, fue de que uno de ellos había sacado una espada; se le acercó a ella con lentitud como si lo disfrutará. Realmente no sabía qué era lo que le podían hacer a mi mamá, en el fondo deseaba que no fuese nada malo, pero él levantó la espada a la altura del cuello de mi madre;  y la  paso por éste. Una de las rosas estaba a un lado de ella y está se tiñó de un rojo escarlata. Mi única melodía de consuelo en este momento sólo eran sus risas macabras y molestas.
Fue perturbador  él no poder hacer nada y sólo ser espectador de la tragedia,  sólo eso me quedó el verla morir y sólo sentir impotencia de no poder hacer nada.
Parecía que transcurría todo de una manera muy lenta, fui viendo como su cabeza se desprendía de su cuerpo y caía sobre el charco de su propia sangre, haciendo un sonido sordo al caer.

Jamás en toda mi vida he de olvidar este trágico recuerdo, es una marca profunda que se quedará de seguro en mi alma.
Realmente solo me desconecte del mundo, no me importó que se fueran riendo o  el hecho de no haber muerto. Esa será de seguro mi penitencia, no morir.

Nadie nos escuchó, nadie nos ayudó..

Nadie interfirió en esta masacre, como pude me levanté y me senté junto a ella, fue en ese instante en el que de plano entre en shock por todo, todo se volvió oscuro para mí.

Un Ángel Sin Nombre (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora