¿Cuándo fue la última vez que tuve este sentimiento?, no puedo... no puedo recordarlo; es como si estuviera envuelto en un mar de rosales, aunque se siente mucho más profundo que eso; ¡se hace cada vez más evidente lo que siento!; mi corazón, late por ti, ¡pero estás tan lejos! Sin embargo, me juré por mi nombre, que cuando creciera te atraparía, y no te entregaría a nadie. Ya verás, perseveraré y llegaré a ti; te tomaré fuerte entre mis brazos, y no voy a soltarte nunca más... nunca, porque nuestro encuentro, nuestros lazos, están predestinados.
—Al menos eso pensé en ese momento —murmuré por lo bajo a duras penas, pues tenía una pajilla la cual masticaba entre mis dientes.
Todo comenzó una tarde muy calurosa; una tarde parecida a ésta. Las hojas danzaban con la suave brisa, y el sol estaba en lo más alto iluminándolo todo, pero para mí, iluminaba a alguien más que a nadie. Sí, a ti: mi luz, mi sol, mi dulce amor; mi gran y único amor. Es así que, como el gran tonto que era a mi edad de trece años, solía caminar con un libro en mano. En esos tiempos, no tenía el más mínimo cuidado, ya que era un niño después de todo, ¿y qué se puede esperar de un pequeño a tan temprana edad?, no mucho, ¿no es así?, pero que va, ahora te seguiré contando cómo me enamore de ti. Mis pies descuidados pisaban el caliente asfalto, mis manos apretaban fuerte la portada de ese libro, y mis ojos; mis ojos no hacían más que contemplar las pequeñas letras que narraban algún tipo de historia que hoy ya no recuerdo. ¿Qué tanta importancia tiene ese relato?, la verdad es que no mucho, principalmente porque yo no puedo dejar de recordar tú rostro; aquel bello rostro como también esa amabilidad que me atrapó desde el primer instante. ¿Por dónde había quedado?, claro, cómo fue nuestro encuentro. Choqué contra algo, me pareció que era un poste, aunque creo que se trataba de algo incluso más duro que un árbol. El impacto me resultó tan abrumador que terminé en el piso junto a mi lectura.
—¡Qué crees que estás haciendo tonto! —levanté el rostro y di con un chico extraño que parecía mucho mayor que yo. Quizás tendría unos diecisiete, no lo podía asegurar, pero creo que esa edad aparentaba. Le eché entonces una vista rápida a su aspecto, y observé que su pelo era morocho, y con sus cuencas abrazaban unos ojos agudos que parecían navajas. Su intensa mirada me hizo creer que iba a matarme, así que admito que por un minuto me intimidó.
—Yo solo estaba leyendo —mis destacables ojos verdes resaltaban mi preocupación, porque a pesar de que tuviera el valor de enfrentar a ese idiota, no tenía la fuerza; fácilmente me haría pedazos.
—¡Eso a mí no me importa enano! —después de escuchar esas palabras, lo miré con desdén, me levanté, y tomé mi libro con la intención de irme corriendo, pero él no me lo permitió. Me tomó de mi pequeña camiseta y me atrajo hacia él con toda la intención de hacerme sentir su aliento en mi rostro, por lo que con justa razón cerré un ojo, y me quejé, puesto que el agarre me estaba generando asfixia, desde aquí me tambaleé con la intención de liberarme, pero no tuve éxito.
—Ahora te daré tu merecido —dijo con un tono aterradoramente bajo; allí pude distinguir la cobardía de ese ser mayor que yo. Mis grandes orbes no dejaban de contemplarlo, así que, con un poco de temor, los cerré y me preparé para lo peor.
—¡Alto ahí! —de repente una voz; una ligera y encantadora, captaron mis sentidos. El golpe no llegó, así que abrí los parpados y como si se tratara de una visión divina, allí te encontrabas, mi ángel, mi salvadora, mi Eva. Tenías el cabello largo, castaño, atado de lado, pero lo que más me gusto, fueron tus ojos de un color café puro esclarecido.
—¡Qué diablos Lili, no te metas, le voy a dar una lección a este niño!
Lili, tu nombre era Lili. Aún recuerdo cómo discutías con ese rufián, y cómo de un momento a otro volteaste a verme, es ahí que pude observarme reflejado en tus preciosas pupilas, y sentí cómo nuestras miradas se cruzaron: mi rostro inmediatamente empezó a arder, mis labios se apretaron y, por último, mi corazón se aceleró. Por el resto, todo lo demás desapareció y solo quedamos tú y yo. Justo aquí deseé mencionar palabra, pero los nervios no me dejaron hacerlo, además ese sujeto no dejaba de apretarme el cuello, no obstante, tú con tu inmensa insistencia hiciste que ese idiota me liberara, aunque no de la mejor manera, ya que me sacudió y me arrojó con la intención de por lo menos causarme algunos raspones de consideración.
—¿Qué haces tonta? —escuché el grito de esa bestia y a la par le siguió el sonido de un golpe seco que se dio contra el suelo. Cuando me di cuenta, había aterrizado sobre algo suave, entonces levanté mi cabeza y descubrí que se trataba de ti; me habías atrapado entre tus brazos; te habías arrojado solo para ayudarme, ganándote así esos raspones en mi lugar.
—Eso estuvo cerca, ¿no? —me miraste con una agradable sonrisa que me derritió el corazón, y no pude más, ya que perdí el conocimiento. Para esas alturas, apenas y escuchaba una voz llena de preocupación proveniente de una chica en la lejanía, y en cuando desperté, estaba en una habitación, y miré con más detenimiento el techo; había galaxias que reconocía; sí, era mi cuarto. Me senté sobre la cama agitado, y también, negué la posibilidad de que todo aquello no fuera real, "¡No, no podía ser un sueño!", me dije. Fue entonces que salté de la cama, y fui corriendo escaleras abajo llegando a donde estaban mis padres.
—¡Papá, papá! ¿Una chica me trajo hasta aquí cierto? —pregunté con desesperación.
—¡Me alegra que te hayas despertado hijo! En verdad me tenías demasiado preocupado. ¡Oh!, ahora que lo dices, solo recibimos una llamada del hospital, sin embargo, no había nadie.
—¿Entonces todo lo que vi lo soñé? —dije con cierta decepción, pero mi padre agregó.
—No, una chica te llevó al hospital y cuando supo que llegábamos se fue; es lo que nos dijo la enfermera —cuando escuché aquello último mi ánimo se revitalizó. Ahora ya me encontraba seguro; yo había chocado con la persona de mis sueños, y no la dejaría escapar; ella era simplemente perfecta. No tardé en ir corriendo a resguardarme en mi pieza en lo que escuchaba a mi padre que me regañaba; seguramente lo hacía por mi resiente desmayo, pero yo... "Qué más da, esto es amor.", fue lo que pensé cuando me recosté sobre la cama y apreté con mis manos la almohada; en este momento su nombre estaba en mi mente, y me dije "Lili, no te dejaré ir". Me puse de pie sobre mi lecho y abrí la ventana de mi cuarto para gritar lo primero que me estaba saliendo del pecho, lo cual era una promesa que iba a cumplir sin falta.
—En cuanto sea adulto... en cuanto sea adulto, ¡iré por ti Lili! ¡Mi bella Lili, te amo! —en ese momento mi madre entró y dijo.
—¡Deja de gritar! —y claro que me asusté, pues su rostro mostraba molestia y no me di cuenta de lo que había hecho sino fuera por mi madre, por lo que obviamente... me entró la vergüenza por la ventana.
De cualquier manera, aquí estoy ahora; tengo dieciocho, y ya han pasado cinco años desde ese día, y no he dejado de estar atento a ella. La he seguido a donde sea; es como si fuera una parte de mis pasatiempos, pero más que eso, se ha convertido en mi obsesión de alguna forma. No puedo dejar de verla ni un instante, pero esto se está volviendo insuficiente. A pesar de que sé mucho de ella; a pesar de eso, no basta, y creo que por eso hoy se cumplirá mi gran anhelo. Me presentaré con ella. En cuanto se gradué, seré el primero en felicitarla, ¡y estoy decidido!, lo juro por mi nombre, el cual es: Dalton Alvey.
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Soy un temerario mi amor ©
RomanceHoy es un día de verano más, un día que paseaba con mi libro, el cual actualmente no recuerdo su título, ¿pero qué importa eso?, lo importante es que la conocí. Y desde ese momento, no he dejado de seguir sus pasos arduamente. Mi amor se ha vuelto i...