Capítulo 23: "Soy un Acosador y tú un Asesino// Parte 1//"

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Nota de la autora:

Créditos de la imagen a Editorial Arrowy ;)

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Era un sabor poco común. ¿Quizás era miel? ¿O el helado que engullimos antes? ¿Sería eso tal vez? No lo supe decir con cierta exactitud, o por lo menos, no hasta que mi lengua se enredó con la suya y noté la textura de algo redondo y duro. El gusto entonces se hizo más intenso y mi agarre sobre sus hombros más imponente, pues no quería soltarla. Mis mejillas no dejaban de arder, y casi podrían compararse con una sartén repleta de aceite hirviendo, y en lo que disfrutaba de ese contacto tan íntimo, se me ocurrió de un instante para otro, quitarle esa golosina que ella había estado consumiendo disimuladamente, y lo pasé a mi boca. 

—Lili —susurré su nombre dejando salir un poco de mi aliento, el cual se transformó en apenas una pequeña nube de vapor, y en cuanto tomamos un poco de distancia el uno del otro, se llegó a discernir un fino hilo que unía sensualmente nuestras comisuras. De inmediato, mi estado empeoró, pues veía además un poco borroso, y quizás el mareo que empezaba a sentir se debía a los explosivos sentimientos que ahora invadían mi cuerpo. Apenas pude notar el descomunal carmín que había despertado en mi amada, a lo cual, aquel paisaje hubiera sido gratificante de no ser porque me di cuenta que ella estaba temblando y sus ojos parecían estar a punto de volverse fuentes de agua—. Lili yo... —no llegué a terminar la frase que, en menos de dos segundos, sentí que algo aterrizó violentamente sobre mi rostro, e hizo cambiar mi visión panorámica; ahora mis ojos se posaban en la pared que estaba a mi lado.

—¿Cómo...pudiste? —su voz dulce se escuchaba desquebrajada, como si recientemente alguien la hubiera magullado de alguna manera, lo que me hizo recapacitar; ¿acaso no había disfrutado de aquel beso? Mis ojos se abrieron con amplitud y volteé enseguida hacia ella mientras me llevaba una mano a la zona afectada.

—Es que yo... —por un instante me sentí abrumado; me sentía atrapado, y debido a ello dije lo obvio; dije aquello que siempre creí—. Es que te amo, y sé que estamos predestinados a estar juntos —yo pensaba que era un chico normal hasta este momento—. No importa si no me aceptas ahora, lo harás en un futuro —eso era cierto—. Voy a estar cerca de ti, aún después de que declines mis sentimientos —le aseguré—. ¡No voy a rendirme ante nadie! —y aquí venía lo pesado, ya que di un paso al frente mientras que Lili retrocedió con cierto temor—. ¡Eres mía, y no te cederé a nadie más! —de repente, me di cuenta de la clase de persona que había convertido, y a su vez, mi bella flor empezó a negar con su cabeza completamente horrorizada, como si entendiera lo mismo que yo había comprendido.

—¡Estás loco! —gritó cerrando sus ojos e inmediatamente salió corriendo, y entonces estiré mi mano hacia ella y vociferé también su nombre.

—¡No, estás equivocada Lili! ¡No es lo que piensas! —le exclamé, no obstante, sabía que no serviría de nada, ya que mis propias palabras me dejaban en evidencia, de hecho, entendía bien por qué me dedicó esa expresión. Más adelante, caí al suelo de rodillas víctima de los recuerdos: sobre las advertencias de mis amigos que me dijeron: "...seremos los primeros en avisar a la policía...", luego estaba el hermano de Lili: "¿De qué estás hablando muchacho?, lo que tú haces es un crimen.", y finalmente, lo que escuché de parte de Gael: "¿No eras tú a la que le incomodaba su comportamiento?". Todas esas frases; todas esas cosas; solo indicaban algo—. Soy un acosador —susurré para mí mismo y me mordí el labio inferior; no podía evitar reconocer que lo era; descubrir la verdad era algo doloroso y desconsolador. ¿Entonces no amaba a Lili? ¿Esto no era más que una obsesión? No, no podía ser de ese modo. Sin embargo, era verdad: mi comportamiento, las ganas de saberlo todo sobre ella, de querer ser perfecto, todo eso y más... lo sabía, pero aún me costaba reconocerlo—. Debó volver a casa —expresé, y lentamente me levanté del suelo, luego me dirigí a mi hogar con el ánimo destruido mucho más que mi rostro. Por consiguiente, en lo que caminaba, me acariciaba con las puntas de mis dedos mi mejilla, y al mismo tiempo otros nubarrones de pensamientos me surcaban la psiquis. Vaya tonto que había sido, e igualmente era verdad que ahora tenía instalada una mala costumbre, aunque tampoco podía borrar lo que ya sabía de Lili, y mucho menos, dejar de mirarla, aun así, mientras pensaba en una solución factible, entré a mi casa, en donde me recibió mi madre.

Soy un temerario mi amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora