Capítulo 49: "Arrojando Rosas"

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La noche se estaba extendiendo de una manera maravillosa, y el tiempo también casi parecía detenerse, pero quizás eso se debía a que ahora mismo me encontraba junto a ella. Después de tanto ajetreo, ambos habíamos quedado solos, aun así, no me veía realmente satisfecho, y ese resultado se daba porque sentía que en cualquier momento podrían interrumpirnos de nuevo, así que... con una gran determinación, la tomé de su muñeca y empecé a llevármela de ahí.

—¿Qué haces Dalton? —preguntó ella sorprendida ante los inesperados jalones.

—Te llevaré a otro lugar, ya que en éste no creo que podamos estar de nuevo tranquilos —le mencioné en lo que seguía caminando, sin embargo, mi dulce ángel parecía no querer aceptar mi oferta.

—No es necesario, creo que este lugar es muy bonito Dalton —respondió, y por esas palabras me tuve que detener.

—Pero el ambiente... está roto —dije con algo de desgane.

—No necesariamente tenemos que cambiar de sitio por eso, es decir, no ha pasado nada grave realmente, sólo se ha dado una pequeña discusión que terminó bien. Puedes interpretarlo de esa manera, ¿no? —mi Ángel daba eso por hecho, lo cual me hizo reír un poco, y luego volteé hacia ella.

—Eres muy divertida, Lili. Siempre buscas el lado bueno a las cosas —esa forma de ser suya, me recordó a lo que había pasado con aquel ramo de flores, las cuales, para evitar arrojar, las dejamos en una tumba sin nombre.

—Oh —expresó. Yo por mi parte la liberé sin darme cuenta, y mi bella flor estando parada ahora delante de mí, entrelazó sus dedos cerca de su rostro, mostrando una apacible mirada, en la que destacaba un cariño que desconocía hasta ahora: sus ojos brillaban tiernamente, sus labios entre abiertos se veían tan relajados, e incluso su piel relucía debajo de la luz del cielo nocturno. Esas características, hicieron que dejara de sonreír, apretara los labios, y tragara algo de saliva.

—¿Lili? —solté su nombre al aire en casi un suspiro—. ¿Qué... sucede? —ella con ligereza negó con la cabeza.

—Nada, simplemente intentaba ubicar el momento en el que nos conocimos. La verdad no recuerdo mucho, pero... seguro que tenías esa misma expresión cuando nos vimos por primera vez —bajó su mirada con una sonrisa, estando ahora con sus mejillas teñidas. Yo, por mi parte, me sentí atrapado, por no decir avergonzado, e inmediatamente, también se me subió la sangre a la cabeza.

—¡Ah!, sí, creo que sí —me rasqué la nuca nervioso, y entonces reí un poco para romper la tensión que me causaba.

—Al principio cuando hablábamos de Marco, creí que te referías al día que te encontré bajo la lluvia. Aún recuerdo lo lastimado que estabas; realmente no pensé que te encontraría en esas condiciones. ¿Cómo fue que terminaste así? Creo que nunca te lo pregunté —levantó la mirada y allí no pude obsérvala directamente.

—Es... una larga historia —para ahorrar explicaciones, le cambie de tema—. Por cierto, Lili, si eres tan positiva, ¿por qué no ves también de ese modo que yo esté en la mafia de tu familia? —quizás era estúpido decirle eso, pero no estaba demás consultarle, después de todo, siempre estaba con esa preocupación, y quizás hallaría la manera de convencerla para que no volviera a llorar por aquello.

—¡Eres tonto o qué! —diablos... se enojó—. ¡Eso no tiene nada de bueno!

—Claro que lo tiene Lili. Puedo protegerte, y eso significa que puedo quedarme a tu lado —su rostro mostró asombro, y luego se puso tan roja, que parecía un tomate.

—¡Pero eso es lo que ves por tu lado, pero yo...! —cerró los ojos con fuerza.

—Entiendo tu postura, aun así... ¿acaso no estás feliz de tenerme cerca? —tomé su mano de repente, y bella flor, confundida, parpadeó varias veces.

Soy un temerario mi amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora