Son las once, y la ceremonia empieza a las doce de este medio día, así que puedo decir que no ha pasado mucho tiempo desde que la vi, no obstante, no me he movido de mi sitio, y sigo con mi espalda apoyada en el gran árbol, así que, tomando en cuenta la hora, mi mente me recordó detalles de su uniforme, el cual estaba tan ordenado como siempre, y que junto a su estilo de peinado no había cambiado en todos estos años: tiene su coleta a un lado, unos tenis con una pollera a cuadros y una linda camisa blanca. Por otro lado, es una lástima para mí que se gradué, porque no volveré a verla con semejante atuendo, pero quizás tenga la oportunidad de palparlo por primera y última vez; o al menos eso espero, ya que, en estos momentos, no logro evitar tensarme, pues, imaginar que será la primera vez que vaya a dirigirle la palabra, me pone algo nervioso. Sin embargo, ahora que lo pienso, hoy me salté la secundaria para asistir a su graduación, así que lo más seguro es que me reten mis padres, aunque la verdad es que no me importa tanto, ya que para mí es más vital tenerla en cuenta a ella, por lo que unas cuantas reprimendas no me afectarían. Es así que, miré mi reloj y vi que ya eran las once y media, lo que me hizo dar cuenta, de que me había entretenido demasiado con mis pensamientos, por lo que creí que era mejor empezar a moverme, así que, tomé aire para adquirir algo de valor, y allí me di ánimos a mí mismo.
—Puedes hacerlo Dalton, vamos, ¡tú puedes! —susurré al tiempo que tiritaba, pero no me estaba moviendo, de este modo, pasaron alrededor de unos minutos, y quizás lo único que logré hacer en ese instante, era mi cabello violáceo se dejara menear con el cálido viento de estación, así que dejé de intentarlo y bajé la mirada—. Maldita sea... —expresé chasqueando la lengua mientras apretaba más la pajilla que tenía entre mis dientes; apretarla no me calmaba nada, pero no podía evitarlo; estaba tan nervioso... Elevé entonces mi vista del suelo para dirigirla hacia la universidad, de ahí empecé a trasladarme sin darme cuenta, y antes de que llegara a tocar la entrada, alguien me detuvo del hombro. Al percibir aquel contacto, giré mi cabeza para mirarlo por arriba, encontrándome así con un muchacho: tenía un aspecto bastante rudo y poseía el uniforme de la institución: unos jeans con una camisa.
—¿Quién diablos eres tú y qué vienes a hacer en mi facultad? —dijo con un tono desagradable. Su particular forma de ser inmediatamente me recordó a alguien, por lo que mis ojos se abrieron grandes y retrocedí un paso. "No, no, no, espera", me dije, "No debes irte a ninguna parte, porque tienes que ver a tu chica, es decir, al amor de tu vida; no puedes dejar que un idiota con esas pintas te intimide". Sin embargo, había algo en él que no podía ignorar, así que decidí responderle en lo que recobraba la confianza en un solo instante, en consecuencia, me terminé de girar haciendo que retirara su mano de mí, y señalé mi pecho con mi pulgar para así gritarle a todo pulmón.
—¡Vengo a ver la graduación de mi novia! —el chico frunció el ceño luego de escucharme.
—Si en verdad tienes una novia, deberías saber que no puedes ingresar a la institución, a menos que seas un alumno de esta universidad —al decir eso, percibí en su tono contenido, las ganas de burlarse abiertamente de mí, aunque no me molestó al principio, ya que estaba al tanto de esa información, pero quizás colarme por la puerta del frente no fue lo más ingenioso que hice, y en realidad solo quería lucirme al intentar hacerlo, aun así, este idiota no me lo permitió—, lo cual significa que no eres un alumno y mucho menos que tienes una novia aquí —me canturreó y se me acercó invadiendo mi espacio personal una vez más; ahora sí me sentía provocado; ese sujeto realmente desagradable, me indujo a desdibujar mi rostro en una mueca llena de molestia. ¿Quién diablos se creía que era?, no me importaba, pero tenía que salir de esa situación.
—Sabes qué... quizás tengas razón. Creo que me he perdido —dije rascándome detrás de la cabeza con una mano y me di la media vuelta para entonces alejarme unos pasos. Cuando realicé esa maniobra, el tipo bajó la guardia y pareció que no le iba a dar mayor importancia, de ahí que me aproveché; él nunca se hubiera imaginado que yo me regresaría corriendo y le pasaría por al lado.
—¡Oye, maldito seas! ¡No te dejaré escapar sanguijuela! —lo miré riendo por encima de mi hombro mientras estaba en mi carrera, pero él también se echó a perseguirme. Esta última cuestión me hizo reaccionar y buscar una manera de desviar su atención, pero... ¿cómo? Llegando al gimnasio de la universidad, giré en la esquina, encontrándome así (para mi fortuna) un tacho de pintura que estaba lleno. ¡Eso me serviría! Me escondí entonces detrás de la pared, esperé a que él se asomara, y finalmente, en cuanto lo vi, se lo arrojé encima con tacho y todo. Desde la posición que estaba, podría haberme quedado a reírme de su infortunio, pero preferí seguir mi camino, por lo que me dirigí hacia otra zona corriendo, sin embargo, el maldito se recuperó casi al instante de la sorpresa.
—¡No! —grité al ver que se me estaba acercando más iracundo que antes, por lo que me lamenté: "esto no estaría pasando si me hubiera animado a entrar por la parte trasera; maldita sea", para colmo, como estábamos haciendo mucho escándalo, algunos estudiantes que pasaban por fuera de los salones nos quedaban mirando con cierta intriga y diversión. Yo en cambio, seguía escapando, y sin darme cuenta, estaba llegando a la zona en donde se preparaban las mesas para quizás, la celebración de la tarde. Aquel detalle, me hizo pensar que probablemente, los estudiantes quedaron para reunirse luego de la ceremonia, pero aquello me había dado igual debido a lo que pasaba, es por eso, que mi primer instinto me hizo: levantar mi pierna, pisar una de las mesas y, saltar sobre ésta.
—¡Qué diablos estás haciendo, enfermo! —gritó uno de los chicos que estaba poniendo los manteles.
—¡Infeliz, tenemos que hacerlo ahora de nuevo! —gritó otro en cuanto llegué al otro lado. Gracias a mi acción, mi huella con tierra había quedado sobre la tabla, y para mi fortuna también, al otro que me perseguía, pues se chocó con la mesa manchándolo todo; mi pequeña y desesperada maniobra me había favorecido, pero a pesar de esa victoria, ya estaba sintiendo el desgaste físico. Al final dejé detrás de mí aquel desorden lleno de gritos, y me fui a esconder en el depósito de la facultad.
—Diablos... ¿y ahora qué? —me dije a mí mismo mientras me posaba contra la pared. ¿Ahora que debería hacer? Salir de ahí sería una terrible odisea, así que esperé un rato, y mientras tanto, aproveché el momento para recuperar algo de aire. Más tarde, me giré sobre mí mismo para poder asomarme sin que me vieran. De esa manera revisé la situación, dadas las circunstancias obvias, todos estaban buscándome, por lo que no podía darme el lujo de exponerme ahora; en consecuencia, me sentía un tanto preocupado. Es así que volví a apoyarme sobre la pared y miré mi reloj; ya eran las doce. "¡No puede ser!", grité mentalmente y me dejé deslizar por el muro hasta sentarme en el suelo—. No voy a poder ver cómo se recibe, ¡joder! —murmuré con cierta desesperación y observé el suelo. Creía que todo estaba perdido, pero entonces escuché una voz que me pareció de lo más familiar, y me motivó a levantarme de un solo golpe. Me volví entonces hacia la ventana con emoción, y casi olvidándome por culpa de mi entusiasmo que debía ocultarme—. Es ella —ahogué mi voz, pero recordé mi posición y volví en mí antes de cometer una estupidez, por eso otra vez me resguardé bien y me senté, aunque en esta ocasión con más brusquedad—. Maldita sea... —me llevé una mano al pecho, pues sentía que el corazón me latía a mil, e inevitablemente me di cuenta de lo significativos que podían ser los sentimientos hacia alguien. De este modo suspiré un momento y recordé que minutos antes, llegué a verla hablar con alguno de los integrantes del consejo. Ahora que lo recordaba, ella era parte de ese grupo, y obviamente fruncí el ceño al recapitular ese hecho, ya que me hacía sentir mal darle problemas, pero quizás era algo que no se podría evitar, después de todo, aún estaba metido en ese lio por culpa de ese idiota que me había querido obstruir el paso. Por consiguiente, los resultados de ese encuentro, me llevaron a quedarme aquí atrapado. "¿Cómo llegaré ahora a ti mi amor?" Incliné mi cabeza a un lado dejando caer un poco mi cabello mientras me perdía en mis pensamientos al formularme aquella pregunta. Las esperanzas de llegar a tiempo eran nulas, por eso cerré los ojos producto del cansancio un momento; era vital recuperar fuerzas, pero no me esperé que ese pequeño detalle (el cerrar mis parpados) me llevaría a caer dormido.
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Soy un temerario mi amor ©
RomantikHoy es un día de verano más, un día que paseaba con mi libro, el cual actualmente no recuerdo su título, ¿pero qué importa eso?, lo importante es que la conocí. Y desde ese momento, no he dejado de seguir sus pasos arduamente. Mi amor se ha vuelto i...