Capítulo 18: El diablo está en mi casa

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¿Qué clase de situación era esta?, no podía creer que Gael se había atrevido a pararse frente al pórtico de mi casa, y peor aún, a hablar con mis padres. Consternado, entre cerré mis ojos tratando de divisar sus oscuras intenciones: quería leer su alma, saber que era lo que él planeaba, quería encontrar el porqué de su amarga visita. No obstante, eso no me fue posible, ni tampoco tenía ni tuve la oportunidad de preguntarle, ya que mi familia nos interrumpió en esa pequeña guerra de miradas. 

—Llegas justo a tiempo Dalton. Le explicábamos a tú amigo que no estabas en casa, pero él aun así deseaba esperarte adentro —me explicó mi madre.

—¿Qué? —dije algo confuso. No era mi amigo. ¿Qué rayos les había dicho?

—Vamos Dalton, no seas tan frío. Hice un largo recorrido para venir a verte, ¿y es así como me recibes? —hice una mueca ante las palabras de ese idiota mientras observaba cómo se inclinaba hacia mí y, en consecuencia, no dije nada, ya que antes de hacerlo, mi padre se adelantó:

—Sin dudas sería una falta de cortesía por parte de nuestra familia, así que pasa. Estábamos por almorzar —era evidente que él no entendía la atmósfera que había entre nosotros, pero quizás también era por el tema de que yo no mostraba muchas expresiones de disgusto, y muy probablemente, eso se debía a que recordaba lo que me había dicho Louis. Tenía que hacerme su amigo para deshacerme de él, esa era una parte de mi estrategia, además, quizás eso me permitiría saber cuál era su punto débil, y así al fin, con una banal actitud me dirigí a él.

—Bien, entonces entremos —extendí mi mano señalando la puerta de mi casa que estaba entre mis padres.

—¡Hasta que por fin te decides! —dijo con una sonrisa que yo desconocía, y eso me hizo enarcar una ceja. ¿En verdad estaba fingiendo?, sin embargo, el parecía de alguna forma feliz por la invitación, así que decidí que no debía darle muchas vueltas, pero no fue hasta que pasé yo primero por la puerta, luego mis padres, y por último, Gael. En ese momento, sentí que un escalofrío recorría mi espalda, aunque éste no vino solo, sino que llegó acompañado de un mal presentimiento, por lo que, motivado por esta sensación giré entonces enseguida a la dirección donde se encontraba Gael. Este tipo se había detenido justo debajo de las escaleras a unos pocos metros de mí, para ponerse a hablar con mi padre, mientras tanto, mi madre, se fue a preparar la mesa. Al dar con esta escena tan... normal, me dio un choque confuso pues, no podía entender porque experimentaba esto y, aun así, en ese momento las malas sensaciones me invadían; se esparcían como algún tipo de cáncer que no llegaba a ser percibido a simple vista, incluso casi hago movimientos poco convencionales de no ser porque mi padre me habló para pedirme que ayudara a mi madre.

—Sí, está bien —le respondí, y dejé que entre ellos charlaran. Ahora, para poder llegar a la cocina, pasé justo al lado de ellos y me pareció escuchar como mi progenitor le explicaba cuáles eran las habitaciones, en especial la mía, y que luego se las mostraría más tarde. Obviamente, Gael parecía encantado con esa idea, y se dejó convencer por él, aunque desde mi punto de vista, no era algo que me pareciera coherente, es decir, entiendo que es su primera vez aquí, pero no todos desean hacer turismo cuando apenas conocen la casa de alguien, por lo menos, creo que es algo que viene mucho después. Como sea, no tardé en preparar las cosas con mi madre, y para cuando ya nos dimos cuenta, estábamos todos alrededor de la mesa, exceptuándome, ya que ella me hizo servir las porciones; un pollo al horno parecía ser demasiado, no obstante, alcanzó en la medida justa para todos. Extrañamente, todo se desarrollaba perfectamente, eso me facilitaba las cosas, así que solo necesitaba encontrar una oportunidad para desentrañar algunas de mis dudas.

—¿Cómo se conocieron ustedes dos, Gael? Ese era tu nombre, ¿no es así? —empezó con el interrogatorio mi padre. Las preguntas que hacía eran demasiado típicas, por lo que era común que no me sirvieran de mucho, o al menos eso creía yo.

Soy un temerario mi amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora