Capítulo 22: Descolocados

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Hoy parecía que iba a ser una especie de comienzo interesante para nosotros, y desde luego, iba a ser algo de lo cual no iba a arrepentirme en toda mi vida. Por lo cual, antes de encontrarnos, llegué a pensar que una cita debería ser romántica, pasarla bien, y por supuesto, acompañar a la muchacha que te gustaba hasta su casa. Hacer esas cosas debería ser algo normal, pero ella se salía de lo común por mucho. ¿Qué clase de persona te llevaría a un cementerio luego de una cita?, y peor aún, ¿qué clase de persona aceptaría ir? Igualmente, creo que esto significa que realmente estoy loco de amor. 

—No falta mucho, ¿no? —pregunté en lo que caminaba a su mismo ritmo.

—No, ya casi llegamos —me aseguró, y justo en la esquina se encontraba la entrada al panteón, no obstante, me detuve antes de entrar.

—¿No crees que es un poco raro ir al cementerio después de una cita? —no es que me molestara, solo me parecía un poco extraño incurrir a semejante lugar para darle un cierre a nuestro encuentro.

—Bueno, sí lo pones de ese modo, puede ser —dijo deteniéndose también frente a la entrada. No es que podía ser, lo era, ¿aunque quién era yo para discutirle ese tipo de cosas?—. ¿No quieres entrar? —me miró con cierta preocupación, y yo me acerqué.

—No dije eso —le respondí y me adentré antes que ella—. ¿A qué parte vamos? —cuestioné.

—Creo que sería mejor ir a la más antigua —me quedé extrañado, pues no entendía el porqué de la más vieja, después de todo ella no era una anciana, además, seguro que esa sección era la parte más arruinada del camposanto, así que ahí no debería haber siquiera tumbas con algún contenido. De todas maneras, no dije nada; no quería romperle las ilusiones, así que buscamos un guardia que nos brindara un poco de luz a nuestro recorrido.
Una media hora más tarde llegamos a la parte más "tenebrosa" del cementerio: las lapidas desalineadas, algunas rotas, tapas caídas además de tumbas vacías; era el panorama que se nos ofrecía.

—Parece que aquí ya no hay nadie —era algo lógico lo que decía; no íbamos a encontrar ni un alma con "vida" en esa situación, por lo que a continuación, procedí a acercarme a algunos de los nichos que, al parecer, tenía alrededor de unos noventa o quizás cien años. Es así que, mientras observaba las viejas fotos desteñidas por el tiempo, me di cuenta de algo; creo que llegué a entender por qué eligió ese lugar, lo que me llevó a enderezarme y a mirarla con plena seguridad respecto a lo siguiente que iba a decir—. ¿Deseas dejarle flores a alguien que ya no es recordado?

—¿Cómo lo supiste? —una gran sonrisa se plantó enseguida en su rostro; parecía que se había llenado de goce por el simple hecho de que descubriera sus intenciones.

—Bueno... —acomodé el ramo de tulipanes debajo de mi brazo, y luego metí mis manos dentro de mis bolsillos— solo lo supuse. Así que a esto te referías con que podrían servirle a alguien que las necesitara —ella asintió y despolvoreó la tierra de una de las tapas dejando ver una imagen.

—Sí, se ve que me entiendes —se inclinó hacia una de las tumbas más arrinconadas y extendió su mano pidiendo indirectamente el ramo, así que yo se lo acerqué—. Gracias —posó entonces el manojo de flores frente a aquella tumba; según parecía, era de una señora mayor—. Es doloroso que las personas que quieras te olviden, pero más doloroso es cuando ya nadie te recuerda —sus palabras me sorprendieron. Si bien, había logrado entender un poco más a mi dulce Ángel, pero no me esperaba descubrir que su alma llegaba a tal nivel de profundidad.

—Nadie nos olvida —le dije, y ella me observó algo desconcertada—. Bueno, creo que lo de menos es eso, porque al final todos se encuentran del otro lado, ¿no? —me pasé una mano por el cabello un poco avergonzado. ¿Qué era lo que estaba diciendo?

Soy un temerario mi amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora