Capítulo 10: Diamantes

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Sin haberlo calculado, podría describir este momento como si el tiempo se hubiera detenido. ¿Acaso este era mi momento?, no podía asegurarlo, pero Dios... esos labios, éstos me llamaban, ellos querían que me acercara, o al menos eso llegué a percibir. Y aunque busqué por todas las formas controlarme, no pude. Estuve tanto tiempo lejos de ti que esa llama ahora empezaba consumirme; ese fuego magistral que era el amor que yo sentía, quería obligarme a hacer locuras, por eso te sujeté con más firmeza de tus brazos, y quise tirarme al matadero.

—Lili —murmuré su hermoso nombre cuando estaba a punto de rosar sus labios, pero no tuve el placer de finalizar mi acción, ya que ella se apartó de mí rápidamente al darme un empujón. Allí caí sobre el colchón, y ella se levantó evidentemente alterada.

—¿En qué estabas pensando? —gritó sobre exaltada con sus mejillas a punto de estallar en un mar de carmín, después de eso, la vi dar varias caminatas rápidas en la habitación; iba y venía de una forma constante, y ahí fue cuando me di cuenta de que di un paso precipitado. Entonces estiré mi mano hacia ella, y la tomé de la muñeca con la intención de rogarle para que me perdonara.

—¡Lo siento, no quería hacerte sentir incomoda! —repliqué, y con el temor de que se le ocurriera bajar para luego irse, me adelanté a los hechos—. ¿Qué tal si hablamos de lo que querías charlar? —le pregunté apresuradamente; no calculé que podría optar por quedarse muda por un instante, lo cual hizo que mi pulso en tensión aumentara estrepitosamente, por suerte, no pasó mucho tiempo hasta que decidiera manifestarse.

—Es... por ese email y los que vinieron después... —la escuché decir lentamente mientras la iba soltando.

—¿Acaso no te gustaron? —le pregunté sin ningún rastro de pudor, entonces ella se giró mirándome perpleja.

—¿Me lo dices enserio? —probablemente... ¿ella estaba molesta? ¿Angustiada? ¿Qué era lo que pasaba?, no lo llegaba a entender, por lo menos no discernía qué era lo que su ser sentía en ese momento por mí, así que la vi poner sus manos sobre su cabeza un instante y suspirar para calmarse—. Mira, Dalton, no entiendo cómo es que has conseguido mi correo —no lo pensé y la interrumpí.

—Fue un amigo en común que tenemos —le dije, y allí entró el tema de Facebook.

—¿Facebook? —dijo algo incrédula, pero esa red social era inmensa, así que no podría decirse que mi mentira era del todo falsa, además era cierto que tenía cierto amigo en común con ella, y era más que seguro que lo descubriría tarde o temprano.

—Sí, luego puedes confirmarlo revisándolo —le dije, y ella asintió dudosa; seguramente luego lo haría; y agregué—. No me has respondido si realmente te gusta lo que te escribo.

—No es que no me guste, es decir, es muy lindo lo que me mandas, solo que es... algo incómodo —pude notar cómo sus mejillas se tornaban de un escarlata bastante intenso. ¿Le estaba dando vergüenza lo que le dedicaba?, o quizás, ¿esto era un rechazo sutil?

—¿Por qué incomoda?, solo busco expresarte mis sentimientos —obviamente, el asunto ya estaba empezando a desesperarme, pero tenía que demostrar que era paciente al respecto; no quería terminar ahuyentando a mi amada. Por otro lado, la vi tomar algo de valor en sí misma y me respondió con un poco más de seguridad.

—Es que yo no siento lo mismo que tú Dalton —dijo, y percibiendo así un déjà vu, sentí que estaba reviviendo el momento como si hubiera pasado antes, pero solo había sucedido en mi cabeza. En ese instante, aguardé unos segundos en silencio. ¿Cómo era que se atrevía a rechazarme? Yo era la única persona que iba a amarla de manera genuina. Al parecer, no se daba cuenta de qué tan grande era mi amor por ella, pero a pesar de que entendía el porqué me lo decía, mi sangre inevitablemente empezó a hervir; tenía, o más bien, debía retomar el control, así que: me pausé, respiré, y ahora con la cabeza más fría, le respondí:

—No te preocupes, sé que lo harás con el tiempo —expresé más que seguro de lo que decía y ella pareció sorprenderse.

—¿Pero de qué estás hablando? —dijo mientras se llevaba una mano a su rostro sin poder creerlo.

—Digo que me tomaré el tiempo para enamorarte; no me molesta esperar un poco más —y en ese instante yo me puse a hurgar en mi bolsillo, en el cual tenía su regalo—. No puedo aguardar por las campanadas del reloj, así que este es mi obsequio para ti. Lo elegí con mucho cuidado —le aseguré, y le entregué una pequeña caja. La dichosa estaba envuelta en un hermoso papel de un tono verde flúor, e incluso, el envoltorio también se encontraba decorado de espectaculares estrellas doradas, y el lazo que la conformaba era de un oscuro violáceo. Por su parte, ella me miró un poco sorprendida; seguramente se decía a sí misma que no era necesario que yo hiciera semejante cosa, pero para mí, era más que obligatorio; era vital, y no se trataba de un término malo, sino que de uno muy especial. ¿Qué clase de persona sería yo si no le entrego un presente a mi amada?

—No te hubieras molestado Dalton, apenas nos conocemos —tomó el regalo que le di entre sus pequeñas manos, y lo observó con cierto cariño, olvidándose quizás de mis anteriores palabras. Su acción hizo que mis mejillas se encendieran un poco, pero también que mi cuerpo se tensara.

—Tú me conoces de un instante, pero yo te conozco casi de toda mi vida —argumenté; si me llegaba a preguntar algo acerca de lo que sabía, seguro que tendría la respuesta justa para eso; no planeaba decepcionarla, pues yo era el único que conocía todo acerca de ella.

—¿Pero qué cosas estás diciendo? A veces no sé si me hablas enserio o solo estás bromeando —se le escuchó decir entre suaves risas ahora más relajada, y procedió a abrir el regalo. Era verdad lo que le decía, por lo que no podía tomarse como una broma mi comentario, pero no quise importunarla a la hora de ver su presente, ya que definitivamente quería presenciar el resplandor en sus ojos.

—Esto es... —entre abrió la boca en una gran muestra de sorpresa e incluso sus orbes la acompañaron en el gesto y brillaron al instante. Sin dudas esa expresión que mostraba me deslumbró, e incluso logró emocionarme. Mi regalo se trataba de un llamativo broche para su pelo, y su forma era peculiar: poseía dos alas sostenidas por cadenas de oro, las cuales estaban adornadas por piedras de fantasía; sin dudas era un accesorio propio de mi ángel.

—¡Esto seguro qué es demasiado costoso! —parecía que eso que exclamó le salió del alma, pues estaba más que maravillada, además, no dejaba de pasar su mirada del accesorio a mí en reiteradas ocasiones—. Es una broma, ¿verdad? —se veía nerviosa, e igualmente no podía creer que había recibido un objeto tan caro de alguien a quien apenas había conocido, o más bien, de alguien que quizás ni recordaba. Probablemente era triste ese último dato, pero para mí no tenía la mínima importancia, por lo menos por ahora, por eso es que me puse a su altura, y la miré directamente a los ojos con determinación.

—No es una broma. Quiero que sepas que realmente me gustas, no, más bien, que realmente te amo —no tendría que haber dicho eso, pero no podía evitar sentirme inquieto ante su incredulidad. Después de eso, hice el movimiento de posar una de mis manos sobre las suyas para luego continuar diciendo—. Trabajé muy duro por conseguirlo; por buscar algo para ti; algo que congeniara con tú hermosura con tú bondad, con tu personalidad; quería que fuera digno de ti. Por eso al verlo, supe que te quedaría a la perfección —tomé entonces de entre las manos de ella el broche y lo abrí—. Quédate quieta por favor —le pedí, y me incliné un poco sobre ella para poder acomodar en su cabello el accesorio; quería que le quedara perfecto. En cuanto a Lili, ella no se opuso, es más, parecía algo cohibida, así que se dejó hacer por mí. Al terminar me aparté un poco de su persona y quedé pasmado. No podía explicar lo bien que lo lucía, pero ese broche no era lo que más destacaba, aunque no podía decir que el objeto la opacaba a ella, más bien era al revés, Lili se convirtió en el diamante verdadero de aquel negligente regalo. 

 

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Soy un temerario mi amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora