Capitulo 38: "El boliche"

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Hasta no hace mucho, una ola de misterio rodeaba a Louis, aunque eso poco a poco empezó a cambiar, bueno, casi, pues aún me permitía tenerle cierta desconfianza por sus acciones sutilmente egoístas, y digo sutil, pues parece que tiene la costumbre de camuflar sus segundas intenciones, pero no, no estoy diciendo que él sea malo, sólo interesado, ¿y por qué?, pues estoy seguro que algún tipo de beneficio le traía que me uniera a su mafia. Aun así, de alguna forma, ahora pienso que lo estaba conociendo mejor, es por ello que intenté hablar un poco con él en lo que íbamos dentro de la limusina.

—Oye, ¿qué es lo qué obtienes con esto? —le pregunté al otro. Yo en esta ocasión me senté al lado de la ventanilla, muy lejos del rubio que estaba en el extremo contrario al mío.

—¿A qué te refieres? —me observó con una expresión llena de aparente inocencia.

Yo por mi parte solté un leve suspiro con los ojos cerrados, e instintivamente me giré en su dirección apoyando mis manos sobre el asiento.

—Me refiero a qué obtienes a cambio de que yo me una a tu mafia, es decir, no puede ser que hayas insistido tanto sólo por un capricho, ¿o sí? —levanté una ceja en lo que buscaba la forma más precisa de explicarme, y para ello movía mis manos en compañía de mis palabras.

—Oh, no deberías pensar tanto en algo como eso, pero tienes razón, el beneficio que saco es pasar tiempo contigo —yo me inquieté por lo que dijo, aunque antes de refutar lo que había expuesto, el agregó—. Ya hemos llegado —el auto se detuvo, y al salir, quedamos al frente de una discoteca.

—¿Qué es esto? ¿Por qué estamos en otro de estos clubes? —me dirigí a él en lo que estaba ya parado a su lado. Yo me encontraba evidentemente confundido, y no era para menos, pues no entendía que hacíamos en semejante sitio, eso, porque estaba seguro de que no podía ser el lugar donde yo entrenaría.

—Es aquí —se expresó con plena seguridad, y yo me quedé mudo; realmente esto no podía ser cierto.

—¿Estás bromeando? —le mencioné aún incrédulo.

—No, en este lugar vas a entrenar —se adelantó a mí, y entonces no tuve de otra que seguirlo.

Al entrar, una música más o menos calmada nos recibió, bueno, por lo que a mí respecta no era tan pasiva, ya que se trataba de una sonata de rock entre mezclada con Beethoven, lo cual me sacaba un poco de onda; este tipo de sitios estaban fuera de mi radar. Por otro lado, los alrededores parecían más normales, o eso quería creer, ya que debajo de los cuadros podía notar un coctel de armas blancas como también de fuego, y eso era por demás de inquietante, aunque no era tanto lo peor.

En lo que nos movíamos por el gigantesco lugar (porque realmente no era pequeño), observaba de reojo a los tipos allí presentes, quienes estaban distribuidos sobre sofás y pufs muy sofisticados, e incluso delante de algunos de éstos estaban unas hermosas mesas de cuero blanco que poseían una alta variedad de bebidas servidas en finas copas.

—¿En qué clase de lugar me metí? —murmuré.

No obstante, mi investigación no pasó sólo por ahí, es que, además, había luces de neón que decoraban gran parte de las paredes, no obstante, aún era de día, por lo que no necesitaba el ambiente festivo en estos momentos. Lo que también me llamó la atención, fueron las inmensas pistas de baile que estaban distribuidas por todas partes, pero a pesar de que había música nadie estaba bailando, tampoco llegué a dejar pasar las bellas meseras que se encontraban vestidas con pequeños trajes de marinero; cada una vestía sus correspondientes shorts cortos, con una camiseta blanca a rayas; lo típico.

—Bien, ¿qué te parece? —cuando Louis se detuvo, se dirigió a mí y me observó por el rabillo del ojo—. La pista más grande será la que te permitiré usar, y es porque te dará la ventaja de esquivar los ataques más fácilmente.

Soy un temerario mi amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora