Capítulo 7: Apariciones

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Escena extra – narrador omnisciente:

En cuanto Dalton se retiró, sus amigos le dieron la espalda y se fueron a buscar sus cosas que estaban sobre una banca, fue en ese momento que se dio una peculiar charla.

—¿En verdad creen que Dalton tenga novia? —preguntó uno de los chicos con aire de duda.

—No, obviamente no la tiene —respondió Marco.

—¿Entonces por qué le pediste que la trajera? —dijo otro sorprendido por el terrible pedido que le hizo ese chico; ¿acaso no era algo cruel? Pero no solo era él quien pensaba esto, sino que el resto del grupo también llegó a la misma conclusión.

—Porque me parecía extraño. Hace más de un año que viene diciendo que esa chica, Lili, es su novia, pero... yo el otro día lo vi —el muchacho entre cerró los ojos, y los demás interesados preguntaron casi al unísono.

—¿Qué fue lo que viste? —Marco tomó algo de aire y dijo:

—Creo que en realidad Dalton es un acosador; lo vi siguiendo a una chica el martes pasado.

Todos se conmocionaron y se miraron los unos a los otros; Dalton era su amigo, nunca se había mostrado como un chico peligroso o con problemas mentales, pero muy a su pesar de que sabían que era un buen muchacho a sus ojos, no podían dejar pasar aquel detalle, por eso si llegaba a ocurrir algo grave, el grupo se encargaría de notificar a la policía. En eso quedaron todos de acuerdo, y por ahora, se mantendrían completamente silenciados, volviendo, una vez más, a ser parte del juego de Dalton.

***

Novela - narrador en primera persona:

No podía dejar de penetrar mi mirada en aquel fragmento, pues sabía que podía hacer tantas cosas... pero por ahora solo me dedicaría a elaborar lo que siempre quise para ella. Y como siguiente acto, guardé el papel en mi bolsillo e hice una pequeña reverencia para agradecer a mi secuaz.

—¡Me has abierto un camino, y te lo agradezco! —le dije.

—¿De qué hablas muchacho?, lo que tú haces es un crimen. Aunque viendo tu expresión llena de alegría, no parece que lo entiendas —me respondió.

—¡No es nada de eso! Voy a considerarlo como si un amigo en común, nos hubiera hecho el favor de hacer que nuestros destinos se juntasen —argumenté, después de todo, para mí, que he pasado toda clase de penurias al vivir una terrible lejanía de mi hermosa prometida, esa obra que me proporcionaba este hombre, llegaba a considerarla como un genuino acto de amistad. Sabía bien que le estaba entregando dinero a cambio, pero mi corazón, que no dejaba de latir emocionado, no podía expresarse de otra manera. Es así que, mi socio, quien claramente escuchó que me refería a él de una forma fraternal, no pudo resistirse, y soltó una carcajada.

—Me caes bien chico, y por esa parte también te he ayudado, pero no te metas en tantos problemas, quizás esa chica no lo valga demasiado —me advirtió e inmediatamente me sentí ofendido. ¿Qué Lili no valía la pena? ¡No sabía de qué estaba hablando aquel sujeto! Era mi ángel; el amor de mi vida; el sueño que deseo alcanzar cada día, por lo que levanté mi rostro con brusquedad agitando mis violáceos cabellos, y mi contrario retrocedió un paso levantando su mano; al parecer quería evitar cualquier posible confrontación.

—Tranquilo, sé bien cuanto la quieres, Dalton, pero debes entender, que no todo va a ser como agua de rosas. Si ella es tan estupenda como dices que es, entonces va a corresponderte en algún momento —quizás lo dijo para aplacar mi irá, pues, él sabía que me había molestado, y mucho, después de todo, había desdeñado a mi hermosa novia, y yo no iba a permitirlo. Al ver el otro que no terminaba de cambiar mi expresión, agregó—. Si tú locura por ella es igual de grande que su corazón, y estás tan seguro de que lo es, entonces probablemente esas dos cosas lleguen a converger —allí me calmé. Tal vez no era lo más agradable que me podría haber dicho en ese momento, pero fue suficiente, porque en algo tenía razón, mi locura, era amor, y el corazón de ella era el más puro, y sería mío. A continuación, apreté un poco los puños y luego escuché a mi socio despedirse, por lo que cuando me di cuenta, casi no llegué a notar cuando se desvaneció por aquella delgada calle, y yo momentos después, hice lo mismo. Para estas alturas no podía permitirme hacer de haragán cuando tenía muchas cosas de las cuales encargarme, así que en cuanto llegué a mi casa, fui escaleras a arriba y me dejé caer sobre la silla del ordenador. Desde aquí encendí el aparato, y con mucha paciencia: esperé. Cuando estuvo en la condición requerida para poder empezar a usarlo, entré al Word. Allí tenía unos cuantos documentos, que podía definirlos como cartas de amor, y cada una estaba dirigida a ella. Probablemente tenga aproximadamente unas mil... y sí, no estoy bromeando, pero creo aun así son pocas, es por eso, que voy a crear una más, y los próximos días enviaré una por una todas éstas.

Soy un temerario mi amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora