Capítulo 28: El gran Lobo Blanco

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Nota de la autora:

Si quieren darle más vida a la escena que viene a continuación, pueden poner la canción que viene adjunta con el capítulo.
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En lo que los malhechores se decidían por ver quien daría el segundo paso para enfrentar al que tenía la espada, Louis se tomó el tiempo para sacar una especie de grabadora de dentro de su traje, y allí la activó; yo pensaba que no podía ser más elocuente, pero al parecer sí se lo permitía.

—Es hora de bailar —dijo el rubio, y lanzó entre los sujetos el grabador hacia mí, el cual atrapé de pura suerte.

—¡Oye! —le grité sin saber bien qué hacer con eso.

—Solo sujétalo —después de que me guiñó el ojo, los demás se percataron de lo que ocurría, así que no tardaron en venirse de nuevo contra nosotros, por lo que me guardé el aparato rápidamente, y empecé a esquivarlos de nuevo como podía; para cuando me di cuenta ya tenía al hermano de Lili cerca de mí.

—No te apartes Dalton —me advirtió, y de un momento a otro, se apegó a mi espalda, a continuación, empecé a recibir órdenes de su parte—. ¡Mueve las piernas al ritmo! —al principio no sabía bien a qué se refería, aunque tampoco me puse a pensarlo mucho, ya que había unos tipos que venían por ambos frentes (en el de él y en el mío), por eso cuando sentí la presión en la espalda que me ejercía el otro tuve como instinto saltar, no obstante, era medio difícil hacerlo desde esa posición, por lo cual, decidí impulsarme hacia delante al apoyar mis pies contra el pecho y cara de algunos de los maleantes, logrando así trepar sobre ellos; el resultado fue tal, que empecé a dar una vuelta en el aire gracias a ese impulso, cosa que me impresionó. En el caso de Louis, él estaba haciendo lo mismo, e incluso, nuestras caras se vieron por unos escasos instantes cuando nos cruzamos—. ¡Aterriza y agáchate! —después de completar la vuelta quedando ambos detrás de nuestros oponentes, yo me agaché, y él sin dudarlo blandió su espada, logrando cortar de unos cuantos movimientos algunas cabezas, por lo que de inmediato de los cuellos de los sujetos la sangre emanó a borbotones antes de caer al suelo, y en consecuencia su número bajó estrepitosamente. Sin embargo, eso no impidió que dejaran de atacarnos. Casi como si Louis tuviera ojos en la nuca me advirtió de inmediato que retrocediera, por lo que le hice caso, y a continuación, me vi esquivando habilidosamente a un estúpido que me estaba tratando de pegar con un bate lleno de clavos—. ¡Izquierda, derecha, izquierda, a bajo! —me indicaba el de traje blanco en lo que chocaba su arma con otras tres que le presionaban, y yo respondía en perfecta sincronía; sabía que no podía depender del todo de él, por eso tomé como iniciativa agacharme tal como me dijo, y entonces con mi pierna estirada di un giro sobre el suelo chocando contra el talón del otro, provocando que el sujeto con el que me enfrentaba cayera de manera inminente. Enseguida no tardé en tomar el arma que ese idiota había soltado tras la caída, e inmediatamente la arrojé hacia la cabeza de un tipo que iba detrás de Louis, obteniendo como resultado un nuevo muerto, y por instinto ese rubio manchado de sangre me miró por sobre su hombro y sonrió ante mis acciones—. ¡Bien hecho! —me felicitó, y en cuestión de segundos, se plantó bien en el suelo, soltando un grito fuerte que hizo retroceder a los tres que lo encaraban, lo cual le dio algo de tiempo. Para mala suerte de esos tipos, el hermano de Lili sujetó con firmeza el mango de su arma, e hizo una línea en el aire, cortando así en dos los cuerpos del trío que estaba a su frente, dejando así un gran salpicadero de sangre como de tripas.

—¡Qué grotesco! —grité en lo que me llevaba una mano a la boca, de pronto, el mismo al que había derribado no hace mucho, me tomó por detrás desde el cuello haciéndome una llave; obviamente que con eso me costaba respirar, así que intenté sacármelo al llevar mis manos sobre su brazo, sin embargo, me fue imposible hasta que Louis intervino, ya que me lanzó su espada tan cerca, que casi me da de lleno en la cara, no obstante, se la encajó al otro, y no solo logró liberarme, sino también bañarme con un caliente rojo. Poco después los cuatro que restaban salieron corriendo producto del miedo y nos quedamos completamente a solas con el encapuchado de rojo.

Soy un temerario mi amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora