Capítulo 11: Malas decisiones

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Entre ambos había quedado un extraño silencio, pero yo no era capaz de percibirlo, y eso se debía a que me encontraba ensimismado en su arrasadora belleza, la cual me hacía creer que en lugar de la nada percibía un coro. Sin embargo, mi sueño no duraría mucho, porque la chica que estaba frente a mí, es decir, Lili, no parecía compartir mis mismos sentimientos, y eso dolía profundamente en mi pecho.

—Disculpa, Dalton, pero... no puedo aceptarlo —en el proceso que decía esto, levantó la mirada lenta y suavemente, lo cual me permitió observar sus bellos ojos, e incluso me hizo entender que estaba, quizás, conmovida por mí. ¿Pero entonces por qué? ¿Por qué me estaba rechazando? ¡Se supone que nuestros destinos estaban entrelazados! Inmediatamente, por instinto, apreté mis puños y mantuve los ojos bien abiertos, seguido de eso, mi cuerpo inevitablemente empezó a tiritar, y aunque quería convencerla, el rechazo parecía haberme golpeado de manera brutal.

—Pero Lili... lo compré especialmente para ti —alegué, no obstante, esas palabras no parecían tener la fuerza suficiente como para llegar a ella y, convencerla de que se quedara con mi presente. ¿Acaso había una razón para que lo rechazara, creo, por tercera vez?

—Lo siento —después de disculparse, se llevó sus manos a la cabeza, se quitó el broche, y me lo entregó—. Deberías dárselo a alguien que sí te corresponda, y por favor, no me mandes más de esas cartas. Entiendo tus sentimientos, pero no sería justo de mi parte ilusionarte al permitirte que sigas enviándolas —me aclaró, y como si no quisiera saber más del tema se apartó de mí lo más rápidamente posible, acto seguido, se fue escaleras abajo dejándome solo en mi habitación. En cuanto la puerta de mi cuarto rechinó, fui presa de esa amargura que se había apagado con la figura de mi ángel, pero que ahora volvía a mi mente, y con ésta, brotaba un mar de lágrimas. Llegué así a sentir que mis rodillas empezaban a fallar, mas no, no quería resignarme, ya que aún me quedaban muchas cartas bajo la manga, así que, por ahora, tenía que recuperarme del impacto. Tomé entonces algo de aire, y como si estuviera siguiendo algún mantra, lo hice reiteradas veces, a continuación, me sequé el rostro manchado de sufrimiento con un pañuelo que tenía en el bolsillo, y finalmente, fui a mojarme la cara; muy pronto tendríamos la cena navideña, por lo que tenía que estar presentable, sin embargo, había llorado bastante, aunque no lo suficiente como para destacar demasiado, por lo que era afortunado en eso. Es así que después de un tiempo, bajé las escaleras hacia la sala, en donde estaban mis padres entablando una conversación con los de Lili, aquellos se encontraban embriagados de la risa, por lo que quizás me había perdido algunas cosas divertidas, pero ese no era el problema, el asunto era el siguiente: ¿cómo se supone que debería actuar con ella ahora? Yo era quien la había invitado. ¿Debería fingir que no pasó nada?, no, la verdad es que no se me da bien hacer eso, así que, de ahí tomé una simple decisión: sería yo mismo. Como había dicho, no tenía pensado volver desde el punto en el que habíamos empezado, así que seguiría avanzando, y también con todo lo demás que tenía planeado para mi bella flor. Por lo tanto, si no quería ese broche ahora, entonces la sorprendería con otra clase de cosas; otras con un valor mayor, como, por ejemplo: yo. De este modo, el resto de la noche transcurrió de forma delicada, y a la vez, muy armoniosa. Nos la pasamos bastante bien en grupo, incluso habíamos quedado para poder pasar año nuevo también juntos, o más precisamente, me las ingenié e hice que nos comprometiéramos otra vez. Durante la fiesta, no dejé que mi mirada se apartara del ser tan maravilloso que era su figura, incluso la copa que abrazaban mis labios, daba la sensación de que el vino que bajaba por mi garganta resultaba ser aún más dulce gracias a la vista. Era una lástima que las cosas no resultaron como yo lo tenía planeado, ya que al menos quería lograr que se quedara con el broche, pero imagino que ese no era el momento, y probablemente tendría que crear otro, uno en el que sí lo aceptara, por lo que tenía una idea de cómo llevarlo a cabo, pero por ahora, encontré mejor que descansáramos hasta la siguiente ocasión, donde (según yo) su humor quizás luego la haría cambiar de opinión. Es así que más tarde llegó la oportunidad de oro; teníamos que despedirnos, así que los acompañamos hasta la puerta. En primera instancia, mis padres se saludaron con ella, y yo aproveché para acercarme a su lado.

Soy un temerario mi amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora