Capítulo 31: "Cuando los cuervos se miran a los ojos"

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Me sentía muy nervioso, y eso me extrañaba un poco, pues no era de estarlo cuando estaba con Lili, aunque en realidad ahora mismo me encontraba frente a la habitación de ella. Para lo que quería hacer, debía armarme de valor, de ahí que apreté con fuerza mis puños, los cuales noté que se encontraban sudorosos, quizás producto de los nervios. De cualquier forma, también me mordí suavemente el labio inferior con el motivo de apaciguarme un poco. Dado el hecho de que ninguno de los movimientos anteriores funcionó para mermar mis sentidos, tragué algo de saliva y entonces procedí a tocar la puerta.

—¿Quién va? —escuché su dulce voz.

—Soy yo, Dalton, y necesito hablar contigo —volví a tragar, pues extrañamente mi lengua estaba enredada. Por otra parte, ella no pareció contestarme, en su lugar, noté como se movían algunas cosas en la habitación, hasta que por fin llegó el momento en el que decidió abrir la puerta.

—¿Por qué has venido? —echó una mirada a mis alrededores con rapidez y agregó—¿Mi hermano no está contigo? Qué raro —se le notaba en su tono la extrañeza.

—No necesito que tu hermano me acompañe a hablar contigo —le expliqué—. Por cierto, respecto a lo de antes, creo que lo mal interpretaste.

—No te preocupes, no voy a decirle nada a nadie —su expresión pasó de una medianamente tranquila a una de vergüenza, al parecer, volvía a mal pensarlo.

—¡No, no! ¡No lo estás entendido! A mí no me gusta tu hermano —le repetí elevando mi voz, lo que a ella le provocó encogerse de hombros.

—Pero te besó dos veces —se excusó algo confundida. Ahora sí que me daban ganas de matarlo. ¿Quién se creía que era para hacerme semejante escena?, y más que nada, ¡todo frente a Lili! A estas alturas la gente no hacía más que darme problemas, ¿o acaso yo era un imán para ellos? Sea como sea, no quiero dejarme desfallecer por estos.

—No importa si me hizo esa estupidez diez o veinte veces inclusive —hablé rápidamente—. ¡Yo sólo te amo a ti y eso se lo aclaré a él!, y ahora vengo a aclarártelo a ti —ante mi desesperación mi amada se tomó la molestia de intentar calmarme.

—¡Está bien, está bien! ¡Lo entiendo! No tienes que gritar —me respondió en lo que elevaba sus manos moviéndolas ligeramente sobre el aire; ese era su intento por apaciguarme.

—¿Segura? Ya no piensas mal de lo que ocurrió antes, ¿verdad? —insistí, pues quería cerciorarme de que Lili no pensara nada errado. La quedé entonces mirando con un poco de preocupación, a lo cual mi bella flor pareció murmurar algo que apenas llegué a entender.

—Bueno, creo que sí... pero no estoy segura —susurró mirando a otro lado, por lo tanto, yo me alteré de nuevo y le exigí una respuesta.

—Lili, por favor, en verdad no quiero que dudes de mi amor por ti —le rogué para que me creyera, aunque quizás no era la mejor forma para convencer a alguien, sin embargo, me encontraba claramente desesperado.

—No te preocupes. Decía que está bien, lo comprendo —al parecer la charla había subido un poco el calor en ambos, y ahora nuestros rostros se encontraban ardiendo con gran fulgor, pero eso era producto de los nervios.

—Entiendo —esta vez pareció comprenderlo, y eso logró aliviarme.

—¿Ya no tienes nada que decirme verdad? —me preguntó—. Yo quiero irme a dormir así que...

—¡Oh, sí! También tengo que ir a dormir —me giré, y antes de retirarme la miré por sobre mi hombro acompañando esta acción con una agradable sonrisa, aunque antes de retirarme, le dije lo siguiente—. ¡Te amo! —y me fui corriendo a mi cuarto con el corazón yendo a mil kilómetros por hora.

Soy un temerario mi amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora