LALI:
- ¡¡¡Mamá!!! - gritaba Santino desde la parte de arriba.
Tuve que dejar todo, tal y como hacía todas las mañanas, para ir a atender al pequeño histérico. Y aún así, lo amaba. Con toda mi alma.
26 años. Con 19 me había quedado embarazada y con 20 había tenido a Santino, 6 meses después cumplí los 21. Así que, básicamente mi vida se había visto marcada por la maternidad. Y lo peor: Madre soltera.
Sí, el padre de Santino no se desentendió del todo, le hacía regalos de cumpleaños y de Navidad, viene a verlo algunos fines de semana, pero no vivía con nosotros.
Y yo ahora era una madre frustrada, estresada con el trabajo, que no tenía tiempo de nada. Tampoco dinero para pagar a una niñera.
Y eso era lo peor, porque con mi maldito jefe, apenas me quedaba tiempo libre para jugar con mi pequeño.
Subí las escaleras rápidamente y entré en el cuarto de Santino, con una sonrisa algo falsa, estaba agotada, no podía más. Creo que también llegaría tarde al trabajo hoy.
- ¿Qué pasa enano?
Él me mostró los calcetines:
- ¿Qué les pasa?
- Son los de ayer, están sucios.
Ay la madre, era verdad. No los había lavado. Ni lo había pensado siquiera, pero tenía muchas cosas, muchísimas, que me estaban empezando a eclipsar lo que era más importante en mi vida, es decir, Santino.
- Bueno enano, agarra otros. Pero hay que darse prisa, en un rato tenés que estar en el colegio y aún ni desayunaste - y justo, al final, como lo hacía de hecho todas las mañanas, terminé poniéndole el uniforme del jardín a Santi para ir más rápido. Porque sino, volvería a llegar tarde a la escuela, como por centésima vez.
Le peiné rápidamente en el baño y le puse su perfume favorito, después bajamos las escaleras rápidamente y fuimos a la cocina. Desayunamos, y a toda prisa fuimos al auto. Umm, creo que por un día llegaríamos bastante justos, y no tarde. Era un auténtico milagro que casi nunca sucedía.
Cuando llegamos al jardín, todos los nenes estaban haciendo la colita para entrar. Fue el momento en el que me convertí en súper Lali. Agarré a Santino en brazos y salí corriendo con él fuera del auto para que también hiciera la fila. Llegué apenas jadeando hasta donde estaban su profesora y sus compañeritos:
- ¡Santi! ¡Llegaste! Buenos días, ponete atrás de Sofi. Buenos días Lali - me dijo su profesora con una sonrisa falsa. Sí, sabía que me odiaba porque siempre Santi llegaba tarde por mi culpa. Pero creo que también me tenía envidia, por ser una madre joven, linda y luchadora, y por supuesto, muy trabajadora, que no dejaría nunca que su hijo pasara calamidades.
- Buenos días, y hasta esta tarde - la dije yo también, con una sonrisa falsa. Obvio.
Después, le di un beso a Santi en la cabeza, y vuelta a correr hacia el auto, el cuál me había dejado abierto. Menos mal que nadie se había dado cuenta y no me había robado ni el auto ni nada de lo que había dentro. Ahora, rumbo al trabajo, a ver a mi insoportable jefe, el señor Mariano Martínez.
Insoportable sí, pero era el único que después de salir del curso que había hecho, me había dado un trabajo, que no estaba demasiado mal pagado. Me daba para vivir normal. Pero me faltaba dinero para una cosa, para pagar a una niñera con la que poder quitarme el estrés que tenía todos los días, básicamente, la rutina: llevar a Santi al colegio, ir a trabajar, salir de trabajar, recogerlo para comer, dejarlo en rugby (unas clases que daban en el jardín, y de las que Santi era el alumnos más pequeño), volver al trabajo, trabajar 2 horas más, recoger a Santi, irnos a casa... ¡Y por fin poder relajarme! Y sí, esa era mi vida. También la de cualquier madre normal, pero que compartía esas tareas con el padre de su hijo. Pero, yo no podía hacerlo, porque el padre no quería hacerse cargo de Santi de forma habitual.
Llegué, tras unos 15 minutos, a las oficinas donde trabajaba. Mierda, otra vez tarde. Solo por 5 minutos, pero tarde. Otra vez a darle explicaciones a mi jefe. Mierda...
Subí en ascensor hasta el último piso y fui hasta el despacho, donde su secretaría me dio permiso para pasar. "Está solo" me dije a mí misma. Y esperaba que no estuviera tan frustrado como lo estaba siempre.
Abrí la puerta y entré con un paso lento. Aunque ya estaba acostumbrada, aún le tenía miedo a cuando me retaba. Era un hombre que imponía mucho, era fuerte, severo... Y era mi maldito jefe...
- ¡Lali! Buenos días... Veo que otra vez...
- Sí señor, he llegado tarde otra vez - fingí una sonrisa.
- Es la número 10º de este mes. Estamos a día 14 y ha habido 2 fines de semana de por medio. Así que no ha llegado a la hora justa ni un solo día - la sonrisa desapareció de mi cara. Mierda... Creo que estaba muy enojado.
- Lo siento, tenía que llevar a Santino al colegio.
- ¿Y? Levántese antes y déjelo antes. No es mi culpa que usted tenga una carga la cuál no puede compartir con nadie.
Cuando le dijo "carga" a Santino, me dieron ganas de responderle de malas maneras, pero, con el tiempo que había tardado en conseguir un trabajo, tenía miedo a que me despidieran de este.
- Lo siento mucho.
- Estoy cansado de que lo sientas. Tan solo le daré una oportunidad más, si durante esta semana, vuelve a llegar tarde, el lunes que viene será despedida. ¿La queda claro o debo repetírselo, señorita Espósito?
- Me queda claro.
- Bien, me alegro que la quede claro. Ahora téngalo en cuenta. Vayase al escritorio, tiene bastante trabajo.
Sí, y así de idiota era mi maldito y estúpido jefe.
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EL NIÑERO - Laliter
FanfictionLali es una madre soltera cuyo hijo de 5 años, Santino, es un amante del rugby. Peter es un chico de 27 años, el cuál es un aburrido profesor de gimnasia en el colegio de Santino. Lali y Peter se conocerán en el primer partido de rugby de Santino, y...